La Asociación Rosarina no tiene claro su perfil, no define sus ideas, no sostiene sus objetivos, no razona sus acciones y no aclara sus conceptos. O al menos eso parece.
Como mínimo, en los últimos meses la dirigencia del básquet local ha pecado de ciclotimia, lo que hace que sus movimientos sean tan impredecibles como inexplicables. Es difícil comprenderlos, analizarlos, y como carecen de nociones de comunicación es imposible obtener una versión lógica de sus determinaciones.
Como primera medida y quizás también la más criticable, no se les brinda opción a los representantes de las instituciones de discutir las decisiones, no se escucha a los entrenadores (o se escucha sólo a los “amigos”) y ni hablar a los jugadores o a los periodistas.
En los últimos dos cambios trascendentales (la modificación de calendario decidida el año anterior y en este nuevo formato anunciado hace dos semanas) no hubo chance de charlar nada, e incluso no fueron bien vistos y hubo malas contestaciones para los que tomaron la valiente medida de preguntar y plantear sus dudas.
No se niega que la dirigencia elegida tenga la potestad de decidir cómo jugar, ya que es una de sus atribuciones, pero en modificaciones tan relevantes la lógica indica que al menos sería prudente consultar, recibir opiniones, y democrático votar si es necesario.
Pero más allá de innumerables pequeños errores u omisiones cometidas por la dirigencia (no entregar la Copa al campeón en la final, permanente modificación de días de juego, nula información a la prensa, etc…), lo que preocupa es la incapacidad de seguir una línea de trabajo. El ejemplo de los torneos superiores es clarísimo: se decidió modificar el calendario y jugar de septiembre a mayo como lo hace la Liga A, el TNA, el Federal o la mismísima NBA. Las premisas eran: evitar a los jugadores que venían por cuatro meses y se iban; que los clubes paguen menos y puedan proyectar más jugadores y entrenar mejor; jugar en verano porque habría más público en las canchas.
Obviamente, para llegar a septiembre había que jugar un certamen de transición con ascensos pero sin descensos, que fue de lo peor que se haya visto. No se ficharon jugadores importantes pero tampoco aparecieron valores jóvenes. El libro de pases fue prohibitivo. Lo mejor estaría por venir. O no.
Cuando debían comenzar las nuevas temporadas de A (en esta caso con 18 equipos), B y C, la Rosarina dio un nuevo cambio de timón anunciando una etapa clasificatoria de agosto a diciembre y luego una fase final desde febrero-marzo. Claro está que tras la etapa clasificatoria y de cara a los nuevos torneos, la A quedará dividida en dos niveles. El que sepa leer se dará cuenta de que son 8 descensos encubiertos. Y para los elencos de la B, que hoy piensan que están a un paso de la A, deberán entender que en unos meses pasarán a ser la tercera categoría y no más la segunda.
Nadie explicó por qué se volvía a cambiar. Nadie explicó si este formato ya estaba en los planes pero no se había dado a conocer o si es que se había hecho algo mal. Nadie explica nada, nadie argumenta nada. Se decide cambiar y se cambia, como si todos los protagonistas del básquet rosarino fueran peones que se mueven al ritmo de la ocurrencia de dos o tres personas.
Pero la barbaridad no termina allí, porque se puso como día de juego los miércoles y se decidió que haya libro de pases en diciembre, por lo cual se abren otras lecturas.
¿Cuándo entrenarán los equipos? ¿Cómo harán los que quieran jugar Liga Provincial?
Y pensando en los libros de pases, si es que no se vuelve atrás, los jugadores (algunos al menos) tendrán la chance de pedir cifras altas o cambiar de camiseta cada cuatro meses dentro de un mismo torneo. Con la obligación de estar en la presunta “elite” la deseada proyección de jugadores de meses atrás se hará imposible. Justamente todo lo contrario a lo que se quería hasta hace poco tiempo.
Y después, el formato de jugar playoffs al mejor de tres para desembocar en Final Four, parecería ser otro punto a analizar. Es decir, se disputa una etapa de varios meses para clasificar, luego otra de varios meses para ordenarse y llegar a la lucha por el título, después playoffs, para por último definir el campeón a sólo ¡un partido!
Y si algo faltara, no habría más elección de cancha neutral sino que cada club jugará en su estadio. Si bien esto dará posibilidades a las instituciones de disfrutar un evento en casa, no deja de ser un paso atrás en pos de buscar un marco acorde a una final.
El tiempo mostrará si alguna vez aparece la autocrítica, o si se abre el juego para escuchar. O si los protagonistas del básquet (los verdaderos) se cansan de ser peones del juego que proponen tres o cuatro dirigentes.
El mercado se mueve
Con la necesidad imperiosa de buscar nuevos valores de cara al torneo que se viene desde el 24 de agosto, las instituciones se están moviendo. Echesortu se aseguró a Lucas Boselli y tiene muy cerca a un alero (sería Dante Esquivel) y un interno (sería Nahuel Colaneri).
Mientras, Atalaya se aseguró a Lautaro Suárez y Leandro Pugnali. El Azul jugará también la Liga Provincial de Santa Fe, objetivo que también perseguirán otros equipos locales, a priori El Tala, Sportsmen Unidos, Puerto San Martín y Talleres de Villa Gobernador Gálvez.
En Sportsmen Unidos el entrenador será Gonzalo Pastorino y contaría con el regreso de Diego Foradori. También suena Erick Topino, aunque el interno tiene un par de ofertas.
Mientras que en Talleres se concretó el regreso del escolta Ignacio Vaccari.
Por su parte, Temperley mantuvo la base del ascenso a la máxima categoría (Bornic, Dellarrosa, De los Santos, Ruiz, López, Seta, Darpignole y Fernández) y sumó a Cristian Yanevich, Ramiro Sánchez y Mauricio Lussenhoff.
Municipalidad de Puerto San Martín tendrá a Hernán Corte como DT y sumó a los internos Sergio Quagliaro, Yael Meyer y está en diálogo con el escolta Andrés Ottolini. En el ascenso, Alejandro Bellía e Ignacio Móndolo jugarán en Sportivo Federal.
Mécoli, figura
El ala pivot rosarino Pablo Mécoli fue el goleador de Sportsman de Villa Cañás en el inicio de la serie final del certamen de la Asociación Venadense. El Tren Blanco se adelantó 1 a 0 al ganar como visitante por 74 a 61 ante Argentino de Firmat. Mécoli anotó 24 puntos, mientras que también fue clave en el ganador el alero Matías Cudós, todo un símbolo del equipo de Villa Cañás, con 22 unidades. Por su parte, en el Cuevero anotó 25 puntos el experimentado interno Omar Zanocco, quien podría estar jugando sus últimos duelos en Argentino. Dirigieron los rosarinos Federico Boelaert, Rubén Abelardo y Francisco Iocco. El segundo duelo irá el domingo en Villa Cañás.