Luis del Río Diez es jefe del Servicio de Cirugía del Hospital de Emergencias Clemente Álvarez y se ha dedicado a investigar y publicar sobre si el uso sistemático del barbijo quirúrgico responde a una evidencia científica o si se está frente a un paradigma, o es un sesgo de confirmación.
Los paradigmas con su núcleo “duro” marcan a fuego la manera como una comunidad hace lo que hace en un momento histórico. Es la ausencia de preguntas la que deja inmóvil a una sociedad en una suerte de parálisis paradigmática.
Luis del Río Diez se propuso realizar una revisión de las guías, recomendaciones y directrices que a nivel mundial, nacional y local marcan conductas respecto al uso de la ropa dentro del quirófano.
“Se analiza particularmente el desarrollo de los barbijos quirúrgicos o máscaras faciales quirúrgicas (S.F.M. en inglés), su historia y qué pasó desde su aparición. Se recolecta la evidencia científica que sustenta el uso sistemático del barbijo quirúrgico o máscara quirúrgica facial (S.F.M.) demostrando, cómo desde hace más de 90 años, se repiten y reiteran conceptos y conductas sobre los cuales se basan las recomendaciones, poniéndose de manifiesto la falta real de trabajos clínicos, experimentales o epidemiológicos que sustenten los niveles y los grados de recomendación que se pretende demostrar”, expresa el facultativo en el abstract de su trabajo que mereció ser publicado.
“Si en medio de una cirugía me salta sangre en mi piel indemne o en mi boca por no llevar el barbijo, no me va a pasar nada. Pero sí puede tener consecuencias si me salta en los ojos”, explica Del Río y agrega: “Porque las conjuntivas son una vía de entrada rápida al torrente sanguíneo. Pero llamativamente, en nuestro medio nos han obligado a utilizar un barbijo”, agrega.
—¿El uso del barbijo es un medio que tienen los cirujanos de protegerse o su uso es para proteger al paciente?
—Justamente, a partir de esta disyuntiva comienzo mi investigación. Es la discusión que yo intento dar. Actualmente, en muchas partes del mundo el barbijo no se usa pero muchas entidades sostienen que serviría como protección para el profesional. No es una protección para el profesional en lo referente a la salpicadura de sangre, moco, pus u otros fluidos. Y si el cirujano quisiera protegerse de un germen del aire no debería usar los barbijos que nosotros usamos en los quirófanos sino usar máscaras de protección.
—¿Y al paciente, el barbijo que se usa actualmente en nuestro medio lo protege?
—No. Tampoco. Ésta, por ahora, es mi hipótesis que, en realidad, no expresa que nosotros estemos planteando el no uso del barbijo para todo. En mi trabajo expongo que para algún tipo de cirugías, especialmente para aquellas poco invasivas, como las cirugías laparoscópicas o cirugías de la pared abdominal, o las cirugías del abdomen, no es necesario el uso del barbijo. Pero esto no es así en las cirugías de las meninges en el cerebro; en las cirugías del tórax o en las cirugías en las sinoviales. El uso del barbijo no tiene ningún efecto sobre el riesgo mayor de infectar al paciente.
Del Río apela al sentido común, y enfatiza: “Si bien yo estoy intentando demostrar lo que afirmo ante ustedes es oportuno destacar que ya existen un sinnúmero de trabajos que cuestionan el uso del barbijo. Por eso no entiendo cómo nos obligan a usar algo que ya se ha demostrado que no es necesario usar”.
Del Río recuerda haber visto a grandes cirujanos con el barbijo mal puesto e incluso colocado por debajo de la nariz, y afirma entre risueño y con cierta incredulidad: “Algunos pueden llegar a creerse que con el barbijo en el cuello alcanza”.
A partir de este pensamiento mágico, para nada científico, Del Río hace un poco de historia: “Durante muchos años, el barbijo fue de tela y se lavaba. Un barbijo que con la respiración se humedecía. Y todos sabemos que cuando un elemento se humedece deja de cumplir con su función. Las botas también eran de tela. Hoy son de un material que parece un papel delgado. En ambos casos, está demostrado que no sirve de nada usar botas y barbijos. Tendríamos que preguntarnos por qué seguimos usando algo que es inútil usar”, argumenta, no sin cierto fastidio.
—Utilizar lo innecesario también es un modo de abonar la ignorancia…
—…algo ha quedado en el imaginario que hace que todavía nos cueste poner en tela de juicio ciertas enseñanzas que se demostraron obsoletas. Nosotros, en el trabajo que nos acaban de publicar, apuntamos al uso sistemático del barbijo y mi pregunta es: ¿por qué hacemos siempre lo mismo? Seguimos haciendo lo que se hacía sin preguntarnos o cuestionarnos sobre el por qué lo hacemos y cómo lo hacemos. Existen ejemplos muy risueños de cómo se crean paradigmas y cómo la ausencia de su cuestionamiento nos pone en ridículo.
—¿Por qué hacemos siempre lo mismo?
—En el caso del barbijo, me pregunto si su uso es propio de un paradigma o es un sesgo de confirmación…
—¿…para confirmar que está bien y que corresponde?
—…el tema es que el sesgo de confirmación es uno de los tantos sesgos que la psicología cognitiva ha explicado debidamente. Debemos entender que no está bien seguirlo sin interrogarlo. Y si estamos frente a un paradigma tendremos que cambiarlo. Producir una crisis en el pensamiento y las conductas e intentar cambiarlos. Lo que debemos tener en cuenta es que los paradigmas se instalan en un momento en las sociedades, respondiendo muchas veces a intereses que nada tienen que ver con la ciencia, responden a fines económicos, políticos, ideológicos y de otras fuentes.
Luis del Río Diez se apresura en aclarar que “esa aproximaciones que vamos realizando no nos tiene que conducir a un relativismo, donde todo está sujeto a una interpretación según la cual cada uno pueda hacer lo que quiere”.
En un momento de la charla, el entrevistado recurre al doctor Lázaro Gidekel, un clínico médico integrante del comité de ética del Heca que sostiene que, en definitiva, “la medicina se asienta en bases y en evidencias pero éstas en parte son probabilidades y pruebas”.
La evidencia científica, para ser considerada tal, debe admitir ser refutada. La ciencia es una creación histórica, en constante construcción colectiva.
Del Río, como profesor e instructor de jóvenes médicos, destaca los beneficios de poder intercambiar conocimientos y experiencias con ellos y en donde la epistemología viene en su ayuda y, así, acercarlos a que tengan acceso a un modelo de pensamiento crítico y llegar a un abordaje holístico como un modo de encarar el ejercicio profesional recurriendo a una interpretación integradora.
“Tenemos que ser inquietos y preguntar y preguntarnos”, insiste Del Río, y afirma: “Así como el barbijo, hay cuestiones en la medicina que se dan como obvias. Cuando alguien las cuestiona desencadena resistencias al cambio. Lo inútil y poco práctico es recurrir a antiguas certezas sin tomarnos el trabajo de pasarlas por el tamiz de la duda”, concluye.