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Sobre los límites aparentes

Por: Rodrigo Joaquín Del Pino

Debido al miedo subconsciente te piensas un cuerpo que morirá, y de esta creencia surgen más y más pensamientos, únicamente para sostener ese estado oculto. Pero cuando observas las sensaciones de cualquier parte de tu cuerpo, o miras el mundo, sin hacer ningún juicio, manteniendo la observación, comienzas a aprender el arte de la meditación.

Cuando sientes alguna sensación no estás juzgando, ni por buena ni por mala. La trascendencia del cuerpo como límite estriba en la observación absoluta de las cosas, tal y como se presentan a la conciencia. La trascendencia del cuerpo como límite nada tiene que ver con la austeridad física, la abnegación de los sentidos o la privación.

Podemos llegar a estados de felicidad duraderos aún dentro de los límites aparentes del cuerpo y del mundo. Todo estriba en liberar los pensamientos erróneos (aquellos que producen incomodidad) que están en la mente. El cuerpo y el mundo se vuelven de esta manera un incentivo para nuestra liberación interior.

Podemos concentrarnos en cualquier parte del cuerpo. Cuando sentimos una sensación o una emoción, de inmediato se produce una conexión con el pensamiento, una imagen aparece, y se debe mirar esta imagen como si nada fuera, y volver a la sensación corporal. Este apoyo sensorial es el sostén de la técnica y mantiene a la mente neutralizada o abierta. Con estos ejercicios vamos saliendo del mundo ilusorio de la valoración compulsiva, la cual requiere de constantes informes del pasado.

El propio ego a veces interpreta que para salir del egoísmo requerimos de conductas ascéticas o bien que releguen el valor del cuerpo, pero la mayoría de las veces lo que hacemos es acentuar el error que queremos evitar. El cuerpo es en sí un instrumento que responde a los pensamientos. Quiero decir con esto que el cuerpo no es causa de nada, así como en la calle, no podemos responsabilizar a un coche de haber chocado a otro coche.

El cuerpo es un efecto, una manifestación congelada de tus emociones. El cuerpo es la forma sólida de la memoria, como el hielo es la forma sólida del vapor. Cuando siento el cuerpo y sus sensaciones me alejo del pensamiento compulsivo, pero cuando pienso, o estimo lo que es bueno para “mí” (el cuerpo), hago de este un objetivo y me pierdo a mí mismo como identidad mente-ilimitada.

El cuerpo se valora realmente cuando se lo usa como instrumento del amor, cuando el propósito de la mente es trascendente, pero no se lo estima cuando se lo vuelve un objeto de adoración en sí mismo. Una persona puede cuidar su coche sin que esto se vuelva su obsesión. De otra manera, lo único que se percibiría sería la falta de objetivos trascendentes, como el amor y el servicio.

En verdad, al cuerpo se lo desprecia cuando se lo manipula para que sirva como trofeo del ego, o de actos sin sentido. Así que, para conocerte y actuar como lo que eres, un ser de paz y felicidad sin límite, no es necesario que evites la corporalidad, ni la conducta social, ni las cosas del mundo, sino que más bien, practiques cada día sentir y aceptar lo que sucedió ayer, con la fuerza del perdón que emerge del fuego de la comprensión pura, y también clarificar con espíritu renovado tu propósito en la vida.

Puedes vivir más allá de los límites del cuerpo-pensamiento cuando la mente se libera de su aparente condición. No hay límites reales, el cuerpo y las actitudes de otros son meros reflejos de pensamiento. La corrección es siempre a nivel mental. No estás frente a cosas sino a pensamientos. No ves a tu esposa/o sino lo que piensas de ella/él, y por ello, puedes cambiar lo que quieras. La Realidad es mental e ilimitada, y por tal motivo, eres libre.

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