Si existe un temor de nosotros los varones, más que cualquier otro existente, es el relacionado a la pérdida de potencia y rendimiento sexual, el cual pareciera ser un mandato ineludible de la masculinidad hegemónica imperante, imposible de no cumplir para quienes quieren ser considerados y tildados como hombres, principalmente por nuestros pares.
Lo señalo a partir de los distintos estudios que muestran la enorme diferencia que existe entre varones y mujeres en lo que respecta al cuidado de su salud, tanto física como mental, en donde los hombres vamos mucho menos que ellas al psicólogo y a controles médicos (1), lo que refuerza la idea patriarcal de que somos seres más fuertes e invulnerables.
Ante esto, que la visita a consultas médicas por razones sexuales y/o reproductivas de parte de los hombres sea menor aún, ya que pone en riesgo un tipo de masculinidad que cree que no necesita ayuda en ese plano, lo que sería una muestra de nuestra debilidad e incapacidad de asumir problemas, al suponer que de esa forma estaría en juego nuestra propia virilidad y la esencia de ser hombre.
No hay que sorprenderse por tanto que una subdisciplina médica como la andrología sea tan poco conocida y visitada por los varones, siendo un verdadero tabú para nosotros mismos, haciendo que le tengamos pánico a ir durante nuestras vidas, por miedo a ser objeto de burlas y ridiculizados por otros hombres por no cumplir en la cama y por no ser ese hombre que se supone que tenemos que ser.
Es desde ese falocentrismo que estamos insertos y que nos presiona minuto a minuto, que cualquier disfunción sexual que tengamos (trastorno del deseo sexual, disfunción eréctil, trastorno orgásmico, eyaculación precoz) sea vista como algo que nosotros tengamos que solucionar por nuestra propia cuenta y siempre bajo un estricto silencio para no exponernos.
El caso de la andropausia, por ejemplo, que se refiere al descenso progresivo de los niveles de testosterona, se vuelve una verdadera catástrofe para muchos hombres, prefiriendo automedicarse antes que ir a ver a un andrólogo para recibir un tratamiento adecuado a la situación, lo que evidencia nuestra desconexión con nuestro propio cuerpo, fruto de una falta de educación sexual integral, tanto en nuestras casas como en las escuelas.
Situación similar a lo que ocurre con las enfermedades de transmisión sexual, en donde al ir mucho menos al médico que las mujeres, exponemos a nuestras parejas y las ponemos en riesgo, lo que debiera hacernos reflexionar de lo contraproducente que es para nosotros y para nuestro entorno seguir subordinados a una masculinidad irresponsable, la cual se refleja en cómo muchos hombres aún se niegan a usar condón, ya que supuestamente nos limitaría sexualmente.
En los trastornos reproductivos todo el peso cae en la mujer
Por lo mismo, en lo que respecta a lo reproductivo, todo el peso cae en la mujer finalmente, ya que son ellas las que tienen que tomar pastillas anticonceptivas y estar visitando desde muy jóvenes al ginecólogo, mientras que nosotros sólo llegamos a ir al andrólogo muchas veces porque son ellas las que nos llevan, ya sea para tener hijos o por alguna disfunción sexual, lo que deja en el suelo la idea de que somos hombre súper fértiles y potentes sexualmente.
Es cierto, es innegable que los varones hemos tomado más conciencia de nuestro cuerpo y nos estamos cuidando más que antes, lo que se puede ver a través del aumento de las vasectomías realizadas en los últimos años (2), pero estamos muy lejos aún de lo necesario, ya que implica el poder desprendernos de muchos mandatos de la masculinidad, que se siguen reproduciendo en distintos ámbitos de la vida.
Dicho todo esto, se vuelve imposible no referirse al terror que le tenemos los hombres al temido examen de próstata para prevenir el cáncer, el cual, al ser realizado en el recto del hombre, es casi un sacrilegio el solo hecho de pensar hacérselo y más aún comentarlo con el resto, ya que el ano pareciera ser una parte del cuerpo prohibida para nosotros, al ser sinónimo de homosexualidad, y por tanto de menor hombría.
Por el contrario, plantear aquello es afirmar una idea homofóbica y llena de mitos sobre la próstata, ya que es sabido que es el llamado Punto P (3), lo que no tiene nada que ver con la orientación sexual de cada uno, demostrando una vez más que más que placer sexual lo que le importa a muchos es el dominio sobre otros y otras finalmente, reforzando así una manera de ser hombre nociva que debiera quedar atrás para siempre.
1:https://www.sport.es/es/
Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable
Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea
Con cursos de Doctorado en Estudios Sociales de América Latina
Profesional de la Municipalidad de Ñuñoa
Militante de Convergencia Social: https://sites.google.