Javier Auyero
En las ciencias sociales la utilización de seudónimos es una práctica usual. El libro Entre Narcos y Policías (publicado recientemente por SIGLO XXI y escrito en colaboración con la profesora Katherine Sobering) se centra en el estudio científico de procesos y mecanismos que vinculan de manera clandestina a traficantes y agentes estatales y que regulan, de manera improvisada y repleta de tensiones y conflictos, el mercado de drogas ilícitas.
No es tarea de las ciencias sociales poner en el banquillo de los acusados a personas en particular (la lógica del juicio no es la lógica de la sociología) ni tampoco la crónica de hechos, basada en fuentes y expedientes, como hace el periodismo. El método científico procura despersonalizar el análisis para entender y explicar esos procesos y mecanismos atendiendo a sus causas estructurales, económicas, políticas y/o culturales.
Esta descripción del método científico con el que trabajo desde hace más de 30 años, es necesaria para enfatizar que todos los nombres que utilizamos en el libro Entre Narcos y Policías son nombres de fantasía.
Una desafortunada coincidencia y un descuido de nuestra parte hicieron que denomináramos con el nombre “Murray” al jefe de la banda narco de Rosario que es analizada y es objeto de estudio. No fue nuestra intención vincular con esa banda al fiscal federal Juan Patricio Murray, quien investigó a bandas de narcotraficantes y economías ilícitas en la Provincia de Santa Fe. Futuras ediciones del libro no utilizarán ese seudónimo.
En todas mis publicaciones he elegido nombres de ficción para los protagonistas de esas historias, basándome en combinaciones de nombres de amigos o personajes literarios o inexistentes (Rolo Fontana, por ejemplo, era el intendente de la Ciudad de Cóspito en La Política de los Pobres; Pedele, Belporto, y Murray son nombres de amigos o variaciones de estos).
Ni en el análisis ni en la narrativa me centro en personas particulares, de carne y hueso, y la elección de estos seudónimos no ocupa un lugar relevante en mi proceso científico. La elección del nombre “Murray” es en este caso, igual de azarosa, lúdica y carente de intencionalidad que todos los nombres inventados para mis libros.
Esta explicación, que juzgo necesaria por cualquier asociación que pueda hacerse con la realidad fuera del libro, ayudará a desligar esta desafortunada y no intencionada coincidencia. Para ser aún más claros ¿Quisieron los autores, con la utilización de ese seudónimo, vincular a un fiscal con el jefe de la banda narco? En absoluto, de ninguna manera fue la intención en la elección de ese nombre.
Quisiera ser enfático en pedir la disculpa necesaria y volver a negar explícitamente cualquier intencionalidad. Fue un error involuntario, producto de la poca atención que nuestro método le pone a personas concretas, y una penosa coincidencia.