Saber y no saber. El desconocimiento y la ignorancia pueden tomar múltiples formas. Y hoy sabemos mucho más que en otras épocas. Por ejemplo: sabemos que las palabras engañan. Que no hay que confundirse ni engañarse, que cambio de planes no es lo mismo que planes de cambio, por ejemplo. El orden de los factores genera productos diferentes.
Hace ya muchos años que cayó el geocentrismo y sabemos que los humanos no somos más que miembros de una especie (con sus características positivas y negativas). El geocentrismo es un modo de entender la realidad.
Cada cultura en su apogeo creyó que su ciudad capital era el centro del mundo, y aún hay personas que creen ser imprescindibles (“que no es lo mismo, pero es igual”, decía el poeta). Hoy sabemos que somos miembros de una especie que se puede extinguir como cualquier otra viviendo en un insignificante planeta que hace equilibrio en un espacio infinito rodeado de fuerzas que no podemos controlar. Y sabemos también que “el cementerio está lleno de imprescindibles”.
Hoy ya no se escucha aquello de “el hombre termina dominándolo todo”. Será porque el “dominar” ya no está tan bien visto como antes, o porque tsunamis y erupciones volcánicas apenas pueden preverse. Controlar las fuerzas de la naturaleza o el poder de la cultura, hasta el momento, son sólo proyectos. Afirmar lo contrario es algo temerario.
Hoy también sabemos que cosmos significa orden y que su opuesto, el caos, no es ausencia total de orden, sino un desorden organizado por pocos para su propio beneficio.
Sabemos también que una sociedad guiada por el fin de lucro genera los mismos efectos que un tsunami porque sus efectos son previsibles pero muchísimas veces incontrolables.
También sabemos que no hay raza ni sexo superior, y que la perfección y la completitud son imposibles de lograr, aunque se sueñe con ellos.
Sabemos también que cuentistas habrá siempre, y cuenteros también. Es que el oído no es un agujero fácil de cerrar cuando además lo más increíble a veces no es lo que se ve, sino lo que se escucha.
También sabemos que la vida no es una fiesta ni tampoco una herida absurda y que las definiciones dependerán de lo que a cada uno le toque vivir y de lo que haga con ello.
Sabemos también que, como dijo el poeta, “el miedo del hombre inventó todos los cuentos”. Y el miedo es tan antiguo y tan moderno como los cuentos inventados.
Sabemos también que la racionalidad es un logro, pero también el último conseguido. Sucede que en muchísimas ocasiones las personas funcionan como las computadoras: les pasa algo específico y es como si le dieran “enter” a un “punto exe”, ejecutan automáticamente (sin registro racional) conductas que después no pueden detener.
Sabemos también que la naturalización hace estragos cuando termina avalando lo que en otro momento sería impensable, imposible o increíble. A veces las personas con “trastornos mentales” no saben que los tienen, y tampoco pueden dimensionar sus efectos sobre sus vidas cotidianas. Por ejemplo, en el llamado “trastorno narcisista”, la persona vive convencida de su superioridad y convence a muchos otros.
Sabemos también que la tecnología soluciona problemas y facilita sus soluciones, pero no hace más felices a las personas.
Sabemos que la estupidez humana puede llenar tantas o más páginas que la inteligencia.
Sabemos que las personas varían en sus fortalezas y debilidades y en los temas en las que son más crédulas o incrédulas. Y que varían también en el tipo de contradicciones que tienen en sus ideas y en sus actitudes.
Sabemos que cuando se percibe que “al mundo nada le importa”, lo que se genera es el peor de los individualismos.
Sabemos que “querer no es poder” aunque hay quienes comercializan con esa fórmula haciendo creer que “sólo se tratar de saber querer” o de “decidirse a poder”.
Sabemos también que la magia “vende más” que la ciencia porque dice lo que se quiere escuchar. Tema éste que demuestra que la fragilidad humana es cosa seria.
Sabemos también que el ser humano necesita autoengañarse para mantenerse creíble ante sí mismo. Otros prefieren no saber.
Sabemos que el ignorante es soberbio porque no sabe todo lo que no sabe y que el que sabe un poco nunca lo es, exactamente por lo contrario.
¿Y con eso qué?
Tanto saber que no ocupa lugar y tantos logros evolutivos, pero a veces la cotidianidad parece sacada de un libro de historia. Cuantas veces se escucha aquello de “a esta película ya la vi”. ¿Será que a veces caminamos en círculos, en lugar de ir hacia delante? Michael J. Mahoney, psicólogo constructivista, decía: “El desarrollo humano raras veces sigue un camino simple, lineal. Más a menudo es un camino tortuoso, con puntos de fricción frecuentes, círculos repetitivos, regresiones ocasionales y unos cuantos saltos y caídas inesperados”.
Si lo que Mahoney afirma es verdadero, los amantes de la linealidad y la estabilidad están perdidos; y quienes sufren de vértigo, quizás también. Saltos y caídas, círculos y fricciones exigen mucha paciencia, mucho autocontrol y mucho saber para enfrentarlos.