Socorristas reanudaron la búsqueda en el casco del «Costa Concordia» tras horas de interrupción debido a oscilaciones del navío semihundido, mientras familiares de los desaparecidos expresan su indignación y cólera contra el comandante del crucero.
La rabia de los familiares se acrecentó después de que el peruano Saturnino Soria, padre de la joven desaparecida Erika, pidiera públicamente a las autoridades italianas que el comandante del navío, Francesco Schettino, no quede impune.
«En otro país estaría en la cárcel, pasaría un mal momento, no estaría tranquilamente tomando café con su madre», comentó el indio Kevin Rebello, hermano de Russel, uno de los miembros de la tripulación que no aparece.
La liberación del controvertido comandante del crucero, principal responsable de la tragedia, y que se encuentra en arresto domiciliario en su residencia de Meta de Sorrento, cerca de la sureña Nápoles, generó irritación entre los parientes de las víctimas que esperan noticias en la isla de Giglio, donde se produjo la tragedia.
Acusado de homicidio culposo múltiple, abandono de nave y naufragio, por lo que corre el riesgo de ser condenado a 12 años de prisión, Schettino había sido detenido el sábado por orden de la fiscalía por temor a que manipulara las pruebas y por el riesgo de fuga.
Equipos de psicólogos atienden a familiares y allegados de los desaparecidos, algunos de ellos sobrevivientes de la tragedia, que deben superar a su vez el trauma y el sentimiento de culpa por haberse salvado.
Once personas murieron en el siniestro, de los cuales ocho ya han sido identificados: cuatro turistas franceses, un italiano, un español y dos miembros de la tripulación (un peruano y un húngaro, el violinista del crucero).
Según los datos oficiales, 26 personas están desaparecidas desde hace seis días, pero en esa lista hay que incluir a los cuerpos que aún no han sido identificados.
Las peligrosas inmersiones de los buzos en el navío se dificultaron por el viento y las olas que azotan la isla y ponen en peligro la estabilidad del crucero semihundido, que corre el riesgo de deslizarse hacia al cercano precipicio de unos 70 metros.
Los helicópteros han desplegado escaleras movibles para que los equipos de espeleólogos penetren en el gigantesco navío, que yace sobre el costado derecho.
«Vamos a emplear pequeñas cargas de explosivos para abrir vías de acceso dentro de algunas áreas del barco sumergido», explicó Filippo Marini, portavoz de la Guardia Costera.
Paralelamente a las búsquedas, se preparan las tareas de extracción de las 2.400 toneladas de carburante, cuya presencia hace temer un desastre ecológico en uno de los parques marinos más protegidos del Mediterráneo.
La compañía propietaria del crucero, Costa Crucero, anunció que se presentará como víctima en el juicio porque además de la tragedia y el drama humano, la empresa sufrió un daño inmenso, afirmó uno de sus abogados.
La firma, líder en Europa en ese sector, anunció que contactó a todos los pasajeros del crucero a los que garantizó que serán reembolsados de todos los gastos materiales y deberá indemnizar a los afectados.
Costa transmitió su pésame a los familiares de las víctimas, desconsolados ante la serie de imprudencias y errores cometidos por el capitán, quien realizó en repetidas ocasiones las tristemente célebres reverencias, es decir acercamientos a la costa para rendir homenaje a sus habitantes.
El excomandante Mario Palombo, amigo y colega del capitán, quien es propietario de una casa en la isla, admitió que está aterrado por lo que ocurrió.
Una bailarina moldava de 25 años, defendió desde Moldavia a Schettino y negó que estuviese bebiendo en la cubierta. «Hizo todo lo que había que hacer para salvar gente», aseguró.
La bailarina, Dominica Cemortan, según la prensa italiana no estaba registrada como turista ni como miembro de la tripulación.
Según nuevos testimonios, la mayoría de las lanchas fueron manejadas por meseros o personal de la cocina, entre ellos filipinos, colombianos, peruanos y hondureños, considerados verdaderos ángeles al haber realizado decenas de viajes entre la nave y la isla para salvar vidas.
Los organizadores de cruceros invitaron a la Organización Marítima Internacional (OMI) a sacar lecciones del accidente, tal como ocurrió a inicios del siglo XX con la tragedia del Titanic.
«Hay que hacer una evaluación seria de la tragedia para que la industria turística de los cruceros siga siendo segura en todo el mundo», escribió Christine Duffy, presidente de la Asociación Internacional de Cruceros .