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Sólo el 10% de los agricultores registrados posee el 60% de la tierra productiva en Santa Fe

El proceso de gentrificación de la tierra tiene como consecuencia la desaparición de 150 mil explotaciones en los últimos 30 años, afectando principalmente a los pequeños y medianos productores. De esta manera, se concentra a su vez la participación en la producción agropecuaria

Los pequeños y medianos productores agropecuarios denuncian que, desde hace años, la cantidad de explotaciones productivas a lo largo del país, y en especial en Santa Fe están desapareciendo. En los últimos 30 años, más de 150 mil explotaciones han desaparecido en favor del crecimiento de los latifundios, al punto que sólo el 10% de los agricultores registrados posee el 60% de la tierra productiva en Santa Fe. A nivel nacional, este fenómeno es mucho más marcado.

La concentración de la tierra en Argentina y en la provincia de Santa Fe llega a niveles muy importantes: actualmente, hay 227.300 explotaciones con límites marcados, pero la mayoría tiene menos de 500 hectáreas de extensión. Estos datos, que muestran el cambio de composición de la estructura agropecuaria nacional, puede verse al comparar los censos agropecuarios realizados en los últimos años: en 1988, había registradas 378.300 explotaciones alambradas. Ése número baja a 297.400 explotaciones catorce años después, según el censo realizado en el 2002, para seguir decreciendo a gran ritmo hasta que al 2018, último año de registro del Indec, hay 227.300 explotaciones agropecuarias en territorio argentino. Se trata de 151 mil explotaciones menos, es decir, una reducción del 40% de las propiedades productivas en tan solo 30 años.

Esta reducción de las parcelas productivas a lo largo del territorio nacional tiene como característica dos aspectos: por un lado, las hectáreas productivas se vieron reducidas en un 10% desde el 2002, pero sin embargo no llega a ser significativo en tanto a la cantidad total de tierra productiva, explicado por la ampliación de los conglomerados urbanos y la reutilización de las parcelas para otros fines.

El segundo aspecto resulta ser el más llamativo: el sector más golpeado y que explica esta reducción del total de unidades productivas comprende a las explotaciones más pequeñas. Entre el 2002 y el 2018, la superficie promedio de las propiedades agropecuarias aumentó, de 401,4 hectáreas a 478 hectáreas, sólo en Santa Fe.

Tabla de elaboración propia, confeccionada a partir de los datos sustraídos de los censos agropecuarios nacionales del INDEC correspondientes a los años 2002 y 2018

En Santa Fe,  de las 37.029 explotaciones registradas por el Indec en el 1988, ahora se percibe sólo a 19.949 en el 2018, es decir, el 46% menos que treinta años antes. Según el último censo agropecuario, publicado en abril del año pasado, hay 2044 explotaciones que superan las mil hectáreas, que juntas representan el 58,5% de la superficie destinada a la explotación agropecuaria: el 10% de los productores posee casi el 60% de la tierra productiva en la provincia.

El sector más golpeado por esta desaparición in crescendo de estas producciones se identifica al comparar las tablas de evolución de sus extensiones: de un registro al otro, se ve una tendencia a la baja en la proporción de las hectáreas productivas registradas en las explotaciones de menos de 500 hectáreas de extensión, mientras que el fenómeno se revierte y empieza a demostrar un incremento de los latifundios superiores a las 1000 hectáreas de superficie. Si se suman las explotaciones superiores al millar de hectáreas de extensión, nos encontramos con que 26.887 explotaciones (el 11,82% del total) son a su vez las más importantes, concentrando nada menos que el 80% (123.644.902,8 hectáreas) de la superficie productiva registrada por el INDEC.

Mario Fabro, agroproductor y dirigente de Bases Federadas, organización de productores distanciados de la actual dirección de la Federación Agraria Argentina, explica a El Ciudadano que los pequeños productores “tenemos una estructura de retenciones igualitarias, por un lado, y por el otro una estructura de costos con un dólar oficial, y costos e insumos a un dólar libre, por lo cual, en términos de capacidad de compra, hay una fuerte exclusión de las estructuras económicas de productores más chicos que lo que antes compraban con mil quintales de soja, hoy necesitan 2 mil” y profundiza su análisis: “¿Dónde se reflejan estos números? En la cantidad de productores y explotaciones agropecuarias menos, ¿y cuáles desaparecen? Los más chicos”.

Es decir, por los costos de producción diferenciados pueden ser afrontados por los explotadores de los latifundios y las explotaciones más grandes, mientras que los pequeños y medianos productores se les hace más complejo seguirle la carrera a sus competidores de mayor espalda, por lo que terminan siendo absorbidas por las explotaciones más importantes.

Por si fuera poco, el problema no se explica sólo por el tamaño de los latifundios, sino por el volumen de participación de los mismos en la producción general. Según un informe realizado por el área de divulgación científica y tecnológica de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA), la concentración en la propiedad de la tierra no sólo afecta a la exclusión de los productores de menor escala, sino también a la diversidad de cultivos.

Concentración y precios: ¿Qué piensan los pequeños productores sobre las retenciones?

Javier Moreira, docente e investigador de la cátedra de Extensión y Sociología Rurales de la FAUBA, explica en ese informe, que “los productores más chicos desaparecen porque su margen de ganancia depende en mayor proporción de la mano de obra, respecto de otros productores más tecnificados que obtienen una mayor eficiencia y menores costos, trabajando a mayor escala”.

Moreira explica que “creció la superficie productiva dedicada a los cultivos anuales”. El investigador es detallista con los números, y argumenta que “en los últimos 30 años, la superficie implantada se mantuvo en unas 33 millones de hectáreas, pero la proporción de esa superficie dedicada a cultivos anuales como la soja, el trigo y el maíz aumentó de 7,67 a casi 23 millones de hectáreas, en detrimento de otras producciones como las pasturas y las producciones regionales”, y agrega que “es un proceso de concentración, con explotaciones más chicas que se anexan a otras más grandes. El problema es que tenemos más hectáreas en producción y explotaciones de mayor escala, pero menos establecimientos. La tierra no salió de la producción, sino que hay menos gente produciendo”.

Para el dirigente agropecuario Fabro, “el otro gran dato que siempre está oculto es la propiedad de la tierra y la concentración de su uso”. En el año 2015, con la última etapa de la devolución de exportaciones, recuerda Fabro, había 75 mil explotaciones, que vendían los 5 principales cereales en la Argentina, de las cuales menos de 3 mil hacían el 65% de la producción general. Es decir, el 80% de los productores no llegaba al 20% de la producción. “Esos son los números pavorosos de la concentración. Por eso hablamos de políticas diferenciadas de segmentación”.

La ausencia de una política de Estado que segmente de forma diferenciada a los grandes latifundistas de los productores de pequeña y mediana escala, que ponga el ojo en la regulación del uso y de la propiedad de la tierra productiva en Argentina ha tenido como consecuencia no sólo la desaparición progresiva de las pequeñas explotaciones, sino además la tenencia de la tierra en pocas manos y con ella, de la producción general anual de las principales plantaciones. La concentración de la tierra trae aparejados no sólo una organización excluyente y precarizadora de la producción agropecuaria, sino además fuertes problemas para la mercantilización de productos naturales que, al no poder generar valor en origen por faltante de recursos y por la monopolización de los mercados de ciertos víveres, terminan participando de cadenas de valor manejadas por empresas de gran y mediana escala – cuyos precios son colocados bajo criterios mayoritariamente especulativos – y en la dificultad en el acceso de los consumidores a alimentos más sanos y baratos.

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