De los dos millones cuatrocientos mil santafesinos habilitados para votar, sólo un millón y medio lo hizo positivamente por algún precandidato en las primarias del domingo pasado. El 28 por ciento de los convocados por las urnas declinó el convite, mientras que un 4 por ciento sufragó en blanco y a un 5,5 se le anuló el voto, por decisión propia del elector o por error en el uso del nuevo sistema de boleta única. El dato es cuantitativamente significativo: casi un 40 por ciento de los votantes santafesinos espera representación política.
Si bien las elecciones primarias del domingo pasado arrojaron resultados parejos tanto en los dos principales frentes que disputarán la gobernación el 24 de julio (677 mil votos obtuvo el Frente Santa Fe para Todos-PJ y 650 mil el Frente Progresista), como en los precandidatos que ganaron sus internas (Antonio Bonfatti 292 mil, Agustín Rossi 270 mil), hay un segmento nada despreciable de 170 mil sufragios entre blancos y nulos.
Apetecible porción para las generales, donde Bonfatti, Rossi y el candidato de Unión PRO Federal, Miguel Torres Del Sel, buscarán afinar sus estrategias de campaña con el fin de seducir a los escépticos blanquistas y hacer docencia sobre los electores cuyos votos fueron anulados.
Para la categoría gobernador, las primarias arrojaron 72.400 votos en blanco y 97.984 nulos. Atento a que el sistema de boleta única implica que para votar en blanco hay que marcar un casillero dispuesto a tal fin, la pelea por convencer a esa porción del padrón aparece en la previa como la más peliaguda para los candidatos.
Se puede presumir que se trata de ciudadanos que no sintieron representados por ninguno de los precandidatos de las primarias, que podrían repetir su actitud en la general. Pero las razones profundas del voto de cada elector resultan un enigma, la mayoría de las veces indescifrable desde un laboratorio electoral.
En cambio, los candidatos sí tienen en los próximos 60 días la chance pedagógica de seguir difundiendo el sistema de boleta única, para conocer efectivamente cuántos de los casi 100 mil votos nulos que hubo el domingo para la categoría de gobernador, fueron consecuencia del desconocimiento del flamante régimen electoral, y cuántos en cambio decidieron anular el voto por decisión propia.
Esa información no es suministrada públicamente por las autoridades electorales, por lo que es difícil cuantificar si los votos nulos fueron mayoritariamente por error a la hora de votar o por una determinación cabal del elector.
Padrón, padrón, qué grande sos
El otro segmento de votantes en disputa es el mayor, y también un hueso duro de roer: el 28 por ciento de los santafesinos empadronados no concurrió el último domingo a la convocatoria electoral.
Allí también existe una oportunidad para los candidatos, habida cuenta que la del domingo pasado fue una elección primaria para seleccionar los candidatos definitivos de cada fuerza política o frente electoral, lo cual despierta menos expectativas entre los ciudadanos independientes que una general, donde el que gana gobierna a partir del 10 de diciembre.
De todos modos, el guarismo de asistentes no fue escaso si se lo compara con la media de las últimas convocatorias de las urnas: el 72,5 por ciento de los santafesinos acudió a los boxes de votación. Los que no concurrieron son una legión de más de 667 mil electores.
Si para el 24 de julio se cristalizaran los resultados de las primarias –algo que difícilmente pudiera ocurrir– nada más que un diez por ciento de ellos podría definir la elección con el sólo hecho de concurrir a votar, y hacerlo positivamente por alguna de las opciones que se presentan en la boleta única.
También es difícil escudriñar las razones de las ausencias, cuyo nivel suele repetirse de modo más o menos estable en cada elección. Pero, insuflar un poco de esperanza política en los desanimados electores no deja de ser una estrategia posible.