A veces, nuestro argentinismo mal usado, nos lleva a menospreciar a los países africanos y los ponemos como ejemplo cuando nos va mal, ya sea en lo político, económico, deportivo o social. «Somos Nigeria», decimos como si fuéramos los reyes del primer mundo.
Pero el fútbol todo lo puede. Y la bochornosa presentación de Argentina ante Croacia nos obligó a hacer matemáticas. Y la ecuación fue simple: nos convenía que gane Nigeria ante Islandia o nos debíamos olvidar del Mundial.
Entonces, como buenos argentinos, renovamos ilusiones y por dos horas fuimos Nigeria. Sufrimos. Insultamos a Moses, Obi Mikel (lo conocíamos de la play) y compañía. Nos desilusionamos con el primer tiempo. Y explotamos con los goles de Musa en el complemento. Los gritamos como si fueran de Messi, y no exagero. Hicimos cuernitos en el penal de Islandia (y dio sus frutos), y nos abrazamos al final, con el puño cerrado y el «Vamos!» en señal de desahogo.
Volvimos a la vida. El Mundial nos tuvo piedad y nos dio una chance más. Por un día fuimos Nigeria. Y disfrutamos mucho de serlo. Bienvenidos al tercer mundo argentinos.