Rosario es la ciudad con la que sentí una empatía fenomenal; fui seducido como nunca antes, lo cual es mucho decir puesto que he recorrido mucho en mi vida y sin embargo aquí hay algo que me atrapó y creo que es esa mezcla de nostalgia y euforia con que la gente expresa lo que más le gusta. Y una de las cosas que más le gusta a la gente de este país es el fútbol, donde expone toda su pasión.
Son capaces de demostrar qué tan alto pueden llegar las exaltaciones cuando el equipo favorito alcanza su objetivo o que tan bajo pueden caer esos ánimos cuando el final es lo contrario a lo deseado. Y en esto diría que nos parecemos bastante, los argentinos y los rusos.
Nosotros podemos ser de lo más divertidos con la gente que nos gusta y a veces fríos con los extraños, pero una vez que los conocemos podemos ser los más amistosos. Desde hace unos días, había una sensación en el aire que mantenía los espíritus en vilo pese a que el país viene sufriendo unos guascazos (me fascina usar estos argentinismos) tremendos: tarifazos, inflación, devaluación, y sin embargo, la gente de practicaba una vigilia que podría llamarse “triunfante”, como que la performance del seleccionado, si continuaba más o menos en alto como ocurrió con Islandia, podía paliar cierta tensión y nerviosismo.
Algo que podía trasladarse a los jugadores, con expectativas y deseos incluidos. Pero algo falló. Los jugadores y el DT con el armado seguramente, aunque también un exceso de confianza que es muy propio ya no de los futbolistas sino de todos en esta zona del planeta.
Entonces luego del primero de los goles croatas, la desazón primó en los corazones de los argentinos y fue creciendo hasta un punto inconmensurable, de lo contrario no se explica cómo desapareció la posibilidad de gol. Lo digo yo que viví tardes del mismo tenor en el Dínamo, pero que a fuerza de tesón y humildad dábamos vuelta el tablero. Luego del partido salimos a caminar con Koko Loko y vimos a la gente caer en una espiral de abatimiento, que se suma al que ya le carga las espaldas desde hace un par de años; y vimos también a los niños llorar.
En fin, que este pueblo se parece al nuestro pero cae más rápido. Koko Loko insiste con su letanía: “En unos días, nuestros amigos nos abrazarán otra vez, ya nos conocen, somos un par más de ellos”. Creo que tiene razón, son como nosotros.