Sancti Spiritus fue el primer asentamiento europeo en el actual territorio argentino. Lo levantaron los españoles en 1527 a unos 59 kilómetros de Rosario, en lo que hoy es Puerto Gaboto. El nombre de la comuna remite al marino, cartógrafo y explorador Sebastián Gaboto, fundador del fuerte que, ahora, descubrieron que no fue como lo pintaron innumerables libros escolares y hasta publicaciones de historia: ni cercado por palos ni redondo. El mérito le corresponde a especialistas del gobierno santafesino y una universidad del País Vasco: la construcción no fue circular como la recreó la última dictadura cívico militar, sino cuadrada. Y allí, antes que los extranjeros y contra lo que se creía, hubo población autóctona –chaná y guaraní– que construyó viviendas para permanecer en el sitio.
Las investigaciones en el sector del fuerte sacaron a la luz varias ocupaciones, alianzas y disputas entre los europeos y los pueblos originarios guaraní y chaná, que habitaban esa región rodeada por los ríos Coronda y Carcarañá. En esas tierras, ya iniciada la conquista, se realizaron las primeras misas católicas y las primeras siembras de trigo y cebada.
Esos cambios de poblaciones dejaron rastros que afloraron con las excavaciones para rastrear la historia del lugar y sus actores. Las últimas dieron sorpresas.
El subdirector del área de Patrimonio Cultural de Santa Fe, Luciano Rey, explicó a El Ciudadano las novedades. Parte de las mismas refieren a los límites del fuerte: “Encontramos que no era circular, sino rectangular. No estaba construido sobre palos, sino sobre tierra compactada, es decir adobe”, explicó.
Otro dato aportado por los estudios más recientes es que antes del asentamiento español hubo viviendas indígenas: “Sabemos que eran circulares, tipo maloca –casa comunal ancestral utilizada por los indígenas del Amazonas– y hay una evidencia muy concreta de que allí vivió un pueblo sedentario. Eso presenta un fuerte cambio de paradigma: previo a la llegada de Gaboto, existió un pueblo establecido y que rompe con la idea que los pueblos pampeanos y del litoral eran nómades, cazadores y recolectores”, explicó.
Convenio del Ministerio de Innovación y Cultura con la Universidad Vasca
El interés científico por la historia del fuerte data de la década de 1940. En 2006, nació un proyecto impulsado por investigadores santafesinos para hallar el emplazamiento original del fuerte.
Durante esa búsqueda, los vecinos de la zona relataron a los investigadores que era común encontrar bolitas de vidrio cerca de un árbol de eucaliptos, y que ellos las utilizaban para jugar. Cuando se excavó ese sector, encontraron resquicios de material europeo del siglo XVI. En ese momento comenzó una colaboración académica con la Universidad del País Vasco, que se formalizó con un convenio en 2015. Ahora lo renovarán. Luciano Rey confía en la continuidad del proyecto conjunto.
“Las excavaciones se realizan una vez al año y se extienden por aproximadamente dos meses. Participan de 10 a 15 personas. Generamos una escuela de trabajo de campo que prioriza a jóvenes arqueólogos santafesinos y estudiantes, más un cupo para arqueólogos de otros lugares del país y del mundo. Ya vinieron de la provincia de Entre Ríos, de Córdoba, de Brasil, de Ecuador”, enumeró el subdirector.
“La metodología de trabajo se modificó en 2009. En un principio se hacía en cuadrículas delimitadas y por niveles arbitrarios. Una cuadrícula de un metro por un metro, y alguien con un pincelito cada una de esas divisiones. Desde que se involucraron los investigadores vascos, se trabaja con el concepto de open área. De manera muy resumida, porque es muy técnico, primero se saca la capa vegetal y luego se buscan estructuras, no solamente objetos”, explicó Rey.
En 2015 comenzó el proceso de declaración de los terrenos como de utilidad pública, y la creación de un parque arqueológico y museo. Tres vecinos trabajan de manera formal en el predio.
Lo que se viene
Antes de fines de año, Sanctis Sipiritus contará con una sala de muestra del sitio arqueológico. “No lo llamaremos museo porque queremos sacar ese concepto, ya que será abierto a todo el público (hoy sólo hay visitas escolares). Tendrá una programación cultural abierta y actividades como la participación en excavaciones o la experiencia de trabajar con cerámica indígena”, relató el subdirector del área de Patrimonio Cultural. Adelantó que la apertura será en septiembre o a más tardar octubre próximo.
Gaboto, espejitos de colores y primera resistencia indígena
Sebastián Gaboto era italiano y trabajaba para la colonia española y para capitales privados. En su barco contaba con tripulación europea y no tenía como misión fundar o explorar tierras americanas sino seguir la ruta de Magallanes.
El marino, y también cartógrafo, desobedeció la orden real y se obsesionó, como tantos otros conquistadores, en la búsqueda de El Dorado, la mítica ciudad americana que los europeos habían imaginado construida en oro. Sobre el río Carcarañá, Gaboto se topó con un pueblo originario y ofreció cuentas de vidrio –los famosos espejitos de colores– para que lo dejen asentarse en el lugar. Pero esa ocupación no fue pacífica: fue finalmente resistida tras un periodo de dos años de duración.
Luciano Rey explicó que en la zona del fuerte se descubrió cerámica chaná sobre una capa anterior a los vestigios de cerámica europea mezclada con guaraní, y sobre esta última, otra de chaná. “Los chaná recuperaron ese espacio, pero en menor medida, con lo que convierte a la historia no en que Gaboto sea el primer asentamiento europeo del territorio argentino sino es el primer antecedente de resistencia indígena en nuestra región, porque el pueblo ya estaba”, concluyó.
Los palos que no fueron
El fuerte se reconstruyó a finales de 1970, en plena dictadura cívico-militar. La idea fue recrearlo como se supone que era común a varias civilizaciones europeas, circular y con palos como cierre. “Un fuerte como los del lejano oeste, sin criterio histórico, con un portón imponente y ubicado a 200 metros de donde se encuentran los vestigios del lugar exacto. Donde está la paleobarranca, es decir la barranca original, espacio que en los últimos 80 años era parte del río”, relató Luciano Rey.