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Spiderman, la soledad y el huracán: crónica de una tarde en la Feria del Libro

El domingo pasado se presentó el libro del programa Nueva Oportunidad. Se trata de una sistematización de lo trabajado a lo largo de los talleres con un importante material fotográfico producido por los propios jóvenes que participan de la propuesta

Por Carina Cappelletti / especial para El Ciudadano

Los domingos tienen esa ambigüedad que arranca, como dice Dolina, en una especie de esperanza “de que alguien nos venga a salvar la vida con una palabra. Sin embargo el domingo a la tarde tiene sabor a desengaño”. Pero el domingo pasado, en la feria del libro, un acontecimiento desencadenó una sucesión de encuentros emotivos. No hubo desengaños, ni tristezas de domingo por la tarde. Por el contrario, hubo “pasiones alegres”. El programa Nueva Oportunidad, a través de su director y los jóvenes como protagonistas exclusivos, presentaron el Libro Nueva Oportunidad. Las huellas de un camino. Es una sistematización de lo trabajado a lo largo de la existencia del proyecto, con un importante material fotográfico producido por jóvenes que transitaron diferentes talleres.

Acompañados por los trabajadores del equipo técnico del programa, estuvieron autoridades municipales y provinciales, referentes barriales y de organizaciones sociales. Pero para sellar esta instancia con emotiva y lúcida reflexión, la presentación se coronó con la presencia cálida y comprometida de Silvina Tamous, periodista y jefa de Redacción del diario El Ciudadano, quién moderó la actividad. También con la sensibilidad y complicidad del periodista Diego Iglesias, y la intervención tan pertinente como brillante de Cristian Alarcón, periodista, escritor y autor de diversos libros como Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, Un mar de castillos peronistas y Si me querés, quereme transa.  Además es director de Cosecha Roja y de la Revista Anfibia.

Un enorme auditorio colmaba la Sala C, a medida que los asistentes ingresaban los abrazos se multiplicaban por cientos. Los encuentros se sucedían uno tras otro. No estaba muy claro en qué consistiría la presentación. Lo cierto es que una energía un tanto conmovedora circulaba por la sala con la misma intensidad que el calor de tantos cuerpos cercanos producían.

Silvina Tamous fue la encargada de abrir la presentación. Su tono y calidez estuvieron a la altura de la energía que allí circulaba. Fue Luciano Vigoni, director del programa Nueva Oportunidad, quién marcó los puntos estratégicos que le vienen dando sentido al programa y, por ende, razón de existencia a este libro.

Vigoni hizo referencia al modo en que se transita la cotidianidad en la sociedad de consumo, donde predomina el individualismo y la inmediatez, y la empatía por el otro se diluye. La participación política y las construcciones colectivas parecen dejar de ser una opción de vida.

También habló de la importancia de politizar los recorridos de los jóvenes para que ellos sean los próximos dirigentes, gobernantes o legisladores. «Hay que profundizar los procesos de socialización, sostenidos desde una escucha a los otros que esté atenta a los sufrimientos y miedos, pero también a las forma de hablar, sentir, amar y comprendernos para producir juntos otras subjetividades”, dijo Vigoni.

El protagonismo de los jóvenes fue lo que marcó de punta a punta el encuentro. Florencia, del grupo de Educación Popular del Barrio Santa Lucía; Magalí, del grupo de Constructores de la convivencia del Distrito Oeste; Lucas, de la Unidad Productiva de carpintería en pediómetros; y Dana, del Centro Cultural La Cabida de Ludueña fueron quienes (entrevistados por Diego Iglesias) pusieron en juego sus trayectorias en el Nueva Oportunidad proyectando recorridos similares en los más de 13.500 jóvenes que hoy transitan el programa, aún con las marcas de las singularidades.

Tras el nerviosismo y la timidez con la que iniciaron la charla, comenzaron a soltarse. También soltaron risas, lágrimas, gestos amorosos de complicidad, frases y palabras que atravesaron de mil modos. Siempre conmoviendo y arrancando aplausos permanentes.

La soledad, el hecho común en las vidas de estas pibas y pibes, fue el punto de partida y de inflexión. «La soledad te hace pensar que cualquiera que se te acerca te viene a atacar y lo único que podés hacer es defenderte. Entonces yo estaba siempre a la defensiva. Cuando estás a la defensiva no te encontrás con nadie, no podés”, dijo Lucas.

También reflexionaron sobre eso que les ocurre cuando el encuentro con otro se vuelve un lugar de cuidado, vital, de aprendizajes. Un tránsito por oficios como panificación, peluquería y huerta, que comienzan a marcar las ganas de volver a estudiar. El encuentro con lo otro como posibilitador de encontrarse con uno mismo, a través de los deseos. Y así es como “se desata el huracán”.

«El Nueva Oportunidad es como un huracán. Vos empezás y no sabés donde te puede dejar. Pero siempre te permite ir por más”, aseguró Magalí.

Lucas comenzó en el Nueva Oportunidad trabajando en la huerta. Terminó la secundaria y ahora está en la unidad productiva de carpintería. También ya comenzó a estudiar en la facultad. Eso es lo que para él condensa el deseo, el futuro y lo colectivo. Porque siempre es con otros.

Dana desde pequeña se formó sin darse cuenta (dice ella) en las comunidades eclesiales de base junto al Padre Montaldo. Se fue de mochilera, volvió y hoy junto a un grupo de amigos y compañeros armaron para los pibes y pibas del barrio el Centro Cultural La Cabida. Además estudia Psicología Social. Cuando habla de lo que hace con otros dice: “Aguante la cabida porque dar cabida es dar lugar”.

Flor es referente de un grupo de más de veinte jóvenes en el barrio Santa Lucía que decidieron darse una nueva oportunidad para construir un futuro juntos. “Nosotros queremos algo que quizás parezca muy loco; nosotros queremos un mundo mejor. Lo imposible es una construcción del hombre. Porque el hombre haciendo posible lo imposible demostró que lo imposible es posible», remató.

Cristian Alarcón, muy conmovido, como todos, hizo una presentación a la altura del nivel de emoción y reflexión que se venía desarrollando. Comenzó hablando de la tapa del libro: la fotografía de un spiderman hundido en un charco de agua en algún barrio de la ciudad. Es la imagen que un pibe de un taller de fotografía capturó. Luego leyó un pequeño texto que acompañaba el argumento de la fotografía de esa tapa, y agregó: «El barrio quizás sea ese lugar donde si te hacés el superhéroe te hunden. O en todo caso el lugar donde los superhéroes no tienen lugar».

Alarcón marcó tres palabras que articularon el trayecto de la charla de los jóvenes: soledad, huracán y futuro. Relacionó lo dicho por los jóvenes con la fotografía de spiderman y la vida de soledades y desencuentros afectivos de los superhéroes. Y comenzó a relatar cómo la soledad también se atraviesa casi como una generalidad en la vida de miles de jóvenes en varios países de Latinoamérica. Mencionó lugares que visitó en muchas ocasiones por sus investigaciones y trabajos. También las villas del conurbano bonaerense.

Cuando se desata un huracán, fuerza impredecible, da vuelta lo que encuentra a su paso, pero después del acontecimiento queda una potencia vital, la prepotencia de trabajo fundamental para construir futuro, la potencia de hacer posible lo imposible.

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