Rupturista, lúdica, elegante, particular, porteña y aterciopelada, son algunos de los rasgos que destacaron Isabel De Sebastián, Nadia Lacher, Lidia Borda, Claudia Puyó y Celsa Mel Gowland, para definir la voz de Luis Alberto Spinetta, que acompañó a varias generaciones y cuyo sonido, diez años después de su fallecimiento, sigue resonando a través del tiempo.
Diez años sin Spinetta: el artista que dejó una vara muy alta y un tesoro que no se agota
Isabel de Sebastián, quien fue corista de Luis Alberto Spinetta y como tal participó del disco Privé (1986), subrayó acerca de la dimensión como intérprete del artista fallecido hace 10 años que “el tema con la voz de Luis es que él no sólo canta la canción, él es la canción”.
“En Spinetta su voz, letras y música, profundamente consustanciadas, tejen una trama originalísima”, apuntó De Sebastián, consultada por Télam acerca de esa faceta en el universo del creador de los grupos Almendra, Invisible, Pescado Rabioso y Los Socios del Desierto.
Celsa Mel Gowland, que tomó parte de esa misma experiencia electrónica de Privé pero en los recitales de la gira de presentación del álbum, reveló: “A tal punto Spinetta estaba subsumido en lo que decía en cada concierto y en cada canción que una vez lo escuché hacer el pregón de un vendedor de diarios –«¡¡Extra Extra!!»- al finalizar la frase «hay diarios, en la madrugada/mucha gente por Paso del Rey» (de la canción «Como un perro»)”.
La cantante que supo acompañar a Soda Sterero, Fricción, Fito Páez, Fabiana Cantilo y Diego Torres, entre más, añadió a la citada agencia que “tal como decía la gran maestra de canto Lucchía Maranca: «Primero está la palabra, después el canto». Y en Luis Alberto eso estaba encarnadísimo”.
Desde una perspectiva cercana, la intérprete folclórica Nadia Larcher dijo que el compositor y guitarrista “como cantante era elegante en sus formas y con una búsqueda estética en la que se pueden ver sus influencias pero que a la vez genera su propio territorio, el mundo que él mismo llamó Spinettalandia”.
“Una estudiosa de la voz dijo que el territorio canta a través de las voces, pero con cantantes como Luis vamos a buscar un territorio con bordes y referencias que no encontramos porque son espacios y tiempos formulados en otros lugares porque la poética, la música y un concepto de lo artístico configuran esa sonoridad”, expresó Larcher en charla con Télam.
Forjada y desplegada desde el blues y con un largo camino en la escena del rock local, Claudia Puyó consideró al Flaco como a “un cantante particular y especial”. “Era único por su forma de decir las cosas. Maravilloso por el que dice y transmite y sumamente afinado”. agregó.
Por su parte Puyó subrayó que el músico como vocalista “era sutil, cantaba notas agudísimas. Por ahí no tenía una voz privilegiada, pero era sumamente expresivo, y escuchando su disco en inglés (por Only Love Can Sustainte, de 1980) te das cuenta que podía cantar cualquier cosa”.
Desde el tango y la canción popular, Lidia Borda reflexionó: “Spinetta rompió, como otros de su generación, con la exigencia del varón de voz grave y proyectada. No era necesario algo así para lo que tenía para ofrecer. Eso que contiene su voz rupturista también se evidencia en sus composiciones, su manera de tocar, de vestir, de vivir”.
Borda opinó que la libertad que atraviesa toda la obra spinetteana “invita a observar lo propios límites, hace desconfiar de los formatos estancos, y convoca a reformular la «voz» cotidiana”.
En relación al tango que Luis Alberto mamó de su padre cantor, la voz tanguera de Lidia Borda apuntó: “En Spinetta hay preguntas y rebelión en esa voz «anti tanguera», pero que a la vez expresa la porteñidad de muchas generaciones con autenticidad”.
“Pienso estas cosas –añadió- mientras escucho en la radio a Roberto Goyeneche cantando «Desencuentro». Y justamente encuentro tantos puntos de contacto entre estos dos cantantes porteños. Voy a decir una obviedad quizás: no hace falta una voz grande para ser un artista de la voz, solo hace falta tener un «alma de diamante»”.
La ligazón con el Polaco también apareció en el apunte de Mel Gowland quien sostuvo: “Aunque Spinetta parezca tan lejano a un Goyeneche, al igual que él, nunca estuvo preocupado por el sonido de su voz, sino por el texto que expresaba en su poética infinita”.
Acerca de esa identidad porteña presente en su voz y su música, la cantante catamarqueña Nadia Larcher expresó: “Este intérprete y performer que reconocemos en Spinetta tiene que ver con la vertiente del tango. Hay performance y hay elegancia también, cosas que siento que heredó de su padre cantor de tango”.
En similar veta, Isabel de Sebastián dijo que el autor de “Cantata de puentes amarillos”, “La bengala perdida” y “Seguir viviendo sin tu amor”, por citar apenas tres de sus canciones, “estuvo formado en su adolescencia en el tango, un género de grandes voces. Pero viró rápidamente a un género propio”. “Porque Luis hacía mucho más que rock. Luis se pasó la vida corriendo los límites de la cancha de este género”, aseguró.
A partir del conocimiento íntimo que tuvo a su lado y su recorrido en la escena musical internacional como parte de Metrópoli y en plan solista, resaltó: “Luis tuvo una voz privilegiada, pero sobre todo, fue un gran artista integral que iba buscando con la voz las palabras que, como él decía, «están escondidas en la música y hay que encontrarlas»”.
“Él, que era tenor, poseía un extenso rango vocal, y sabía manejarlo con una notable riqueza expresiva. Sus melodías alcanzan agudos que raramente se escuchan en una voz masculina, y se pasean por el famoso «pase» (la zona temida de los cantantes, cuando la voz «de pecho»- más cercana a la tesitura hablada- pasa a la «voz de cabeza») con una gracia natural”.
Sobre ese aspecto formal de la voz del creador, Celsa puntualizó: “Luis cumplía técnicamente con las reglas físicas de una voz bien colocada, sobre todo en los agudos. La alineación de su cuello y su cuerpo, la dinámica, pero además y sobre todo una expresividad absoluta, un fraseo y una línea de canto admirables”.
En ese análisis que va de la técnica a lo sentimental, Isabel retomó la palabra y argumentó: “Su voz melodiosa podía, cuando quería, romperse, estallar en esquirlas, como muy pocos lo pueden hacerlo (gritar bien es muy difícil). Podía pasar sin tropiezos del susurro a la ferocidad, de una dulzura aterciopelada a un grito desesperado. Su voz es luminosa, libre, juguetona, desafiante y expansiva, tal como fue Luis Alberto, ese rayo de la cultura argentina que no cesa”.
La carga emotiva que porta su inmenso y notable repertorio, es para Puyó “una referencia que siempre conmovió y escucharlo es emocionante”. Y agregó: “Por ejemplo «Para ir», de Almendra, es una de mis canciones predilectas y cuando la escuché a mis 12 años y yo no sabía lo que era el amor, sentí y pensé que era eso que Luis cantaba”.
Borda retomó aquella impresión sensible y comentó: “Cuando era muy chica no me preguntaba por qué Luis cantaba con esa voz pequeña y aguda, aparentemente frágil, solo me dejaba conmover, invadir por esa belleza y allí me iba soñando a esos mundos de infinita preciosura que me proponía desde sus canciones”.
La vocalista de Don Olimpio, Proyecto Pato e integrante de Triángula, entre otros proyectos, destacó la lealtad y el compromiso de Spinetta con sus búsquedas, donde la voz no es como una institución en la que uno aprecia el virtuosismo sino como herramienta e instrumento para la búsqueda artística”.
“Por eso –insistió Nadia- en Luis escuchamos diferentes tratamientos de la voz a lo largo de sus obras: va de la expresión a la expansión y participando en función de la obra sin ponerse por delante de la propuesta. Es interesante destacar que el ser cantante tiene entre sus manos la multifractalidad de la voz que conlleva la responsabilidad de los silencios, de la palabra, de encarnar la metáfora y todo eso en él es muy claro y evidente”.