Las personas privadas de su libertad también gozan y sufren con la participación de la Selección en el Mundial y el angustioso pase del elenco nacional a los octavos de final fue un momento de desahogo, unos instantes de alegría mientras pasan los días esperando a que se cumplan sus condenas.
En el pabellón 5 de la Unidad Penal número 9 de La Plata, perteneciente al Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), sus integrantes -en total son 80 de entre 18 y 50 años- se juntaron en su mayoría a ver el partido en el pasillo del mismo con el televisor que tienen para disfrutarlo en cualquier momento.
Más allá del hecho de estar privados de su libertad, no hubo diferencias con respecto a cualquier grupo de amigos o de familiares que se juntan para celebrar este rito de ver a Lionel Messi y compañía: ronda de mates, algunas galletitas, banderas de la Argentina y vestimenta acorde a la ocasión, ya sea de la Selección o de su equipo favorito.
No faltaron los simpatizantes de River, Boca, Estudiantes y Gimnasia -ambos por ser de esos pagos- Lanús, Los Andes, Tigre y otros.
La fe, esa a la que ellos se aferran día a día, no faltó, porque antes de que empezara el partido ante Nigeria confiaban en lograr un triunfo y clasificar a octavos, sin importar en la diferencia de gol, porque confiaban en Croacia -sólo en este país y los que están en libertad temen posibles arreglos o conspiraciones-. Si hasta hubo aliento para Jorge Sampaoli (el único lugar en el que esa altura aplaudían al DT).
Entre todos los reclusos había uno que era uruguayo y con él estaba el sentimiento futbolero de todos: «Después de Argentina, queremos que le vaya bien a Uruguay y a Colombia, no a Brasil».
Diferencias con el afuera no hubo en general, salvo que los muchachos fueron más optimistas que cualquiera y su palabra no era cualquiera, porque son los campeones en cancha de 11 del torneo interno de la Unidad y algo de esto conocen.
Ovaciones a «La Pulga», al arquero Franco Armani y aplausos para Gonzalo Higuain, emoción cuando sonó el himno y arenga con el inicio del partido para transmitir el respaldo al elenco nacional.
El gol de Messi desató una gran emoción, efusividad y el abrazo entre todos haciendo una especie de «pogo más largo del mundo» en un pasillo angosto pero con una alegría enorme.
La distensión llegó al término del primer tiempo y ahí las historias de vida de varios de los presos, la gran mayoría con condenas por robo: «Me equivoqué y estoy pagando por eso», se repetía cada vez que alguno hablaba de manera muy gentil.
También hubo tiempo para agradecer el sacrificio económico y físico que muchas familias hacen para ir a visitarlos, ya que hay muchas que viajan unas de tres horas de ida y otras tres de vuelta sólo para abrazarlos y ver que estén bien.
Todos en ese pabellón (y en el 6) trabajan dentro del Penal y tienen su tiempo de recreación en el gimnasio o en la cancha que ellos mismos armaron de la mano de Roberto, es el encargado del pabellón, tiene 46 años, es fanático de River y hace 20 años que está dentro, muy próximo a tener libertad condicional.
El penal de Nigeria generó repudio hacia el árbitro turco Cuneyt Çakir y luego llegó el lamento por el empate de los africanos, pero siempre con la esperanza de poder ganar.
En el medio llegaban las buenas noticias con los goles de Croacia que permitían que la Selección dependiera de sí misma. Y llegó nomás lo que todos esperaban, el 2 a 1 de la Selección, ese que la depositaba en octavos de final.
Que el tanto lo haya anotado Marcos Rojo fue anecdótico, sólo les sirvió a los hinchas de Estudiantes para reivindicar a uno de sus hijos pródigos.
Una montaña uniforme se fundió en abrazos y gritos hasta quedar disfónicos, bancos que se caían como producto de esa enorme ola que generó una conquista que daba la clasificación. Si hasta los oficiales, que hasta ese entonces estaban siguiendo tranquilos las instancias del partido, lo gritaron.
El pitazo final del árbitro provocó el festejo con el puño en alto y los abrazos, porque la clasificación de la Selección les hizo olvidar un poco de su realidad entre cuatro paredes.
Es que ese lema de que la Selección les dio felicidad a los argentinos parece ser una frase rutinaria, de casete, pero no lo es porque para los muchachos que están privados de su libertad «cada triunfo y el pasar de ronda en el Mundial es un momento de alegría incomparable» que tienen.