Hace 35 años se editaba Divididos por la felicidad, primer disco oficial de Sumo, un novedoso trabajo que presentaba al público local ritmos derivados de la escena postpunk londinense y neoyorkina, desconocidos a nivel masivo por estas tierras hasta entonces; y que además cambiaba la cara del rock argentino, que todavía estaba atravesado por el ánimo festivo de la «primavera democrática».
El álbum, que paseaba por la new wave, el reggae y el ska, entre otros géneros, contenía clásicos como “La rubia tarada”, “El reggae de paz y amor”, “Mejor no hablar de ciertas cosas”, “DBD” y “Kaya”, entre otras composiciones.
Esta publicación significó la llegada a una mayor cantidad de público para la banda que desde principios de los 80 se movía por la escena under, liderada por Luca Prodan e integrada por Germán Daffunchio y Ricardo Mollo, en guitarras; Diego Arnedo, en bajo; Alberto Troglio, en batería; y Roberto Pettinato, en saxo.
El trabajo marcó una ruptura en el rock argentino, no sólo a nivel estilístico, sino también por el hecho de contener muchas canciones en inglés; una novedad en un país en donde los precursores del género tuvieron una larga lucha con la industria por imponer composiciones en castellano, una marca distintiva que lo convirtió en pionero a nivel mundial y era exhibida como un orgullo.
Esto también ocurrió en momentos en que aún estaban abiertas la heridas por la Guerra de Malvinas de 1982, un acontecimiento que llevó a la Junta Militar que gobernaba el país a prohibir la música en inglés, lo que además provocó un atraso mayor al habitual en la llegada de novedades culturales del hemisferio norte.
Si bien el rock argentino de los 80 ya había incorporado en sus letras el humor y la ironía para mofarse del «establishment», las líricas de Sumo dieron un paso más al presentar estas características desde un lugar que iba más al choque.
La apertura del disco con “La rubia tarada” ya planteaba, incluso desde el título, una diferencia sustancial en comparación con otras propuestas de aquellos años, que matizaban las críticas con una dosis de humor en sus letras.
En lo referente al estilo musical, Sumo presentaba al público argentino un panorama conocido hasta el momento sólo por un reducido grupo de personas que de alguna manera tenía información sobre lo que se escuchaba en los centros musicales a nivel mundial.
Ya el título del disco hacía alusión a Joy Division, una de las bandas más importantes de la escena de Manchester de finales de los 70, y fuente de inspiración de la formación comandada por el italiano Luca Prodan, quien también mostraba influencias de Ian Dury, Blondie y Elvis Costello, entre otros pocos conocidos hacia 1985 en Argentina.
Los ritmos jamaiquinos que dominaban canciones como “Regtest”, “Don´t come” y el “Reggae de paz y amor”, con la curiosa participación del grupo folclórico Los Trovadores en coros; o los guiños ska de “Mejor no hablar de ciertas cosas”, una tema con autoría de Carlos “El Indio”Solari, y “Kaya” fueron algunas de las marcas distintivas que iniciaron una nueva era.
Por último, la diferencia también estaba presente en el tratamiento sonoro, que apostaba a un estilo más “oscuro” en relación al carácter prístino que mostraban otros grupos de la época; a partir del trabajo de las guitarras, el groove del bajo, el golpe de batería y el uso del saxo, no en un sentido melódico, sino como un complemento más en el entramado de la base musical.
También resultaba llamativo en este aspecto la manera de cantar de Prodan, menos enfocada en entonar y más concentrada en actuar como un instrumento más, con interjecciones, scats y tarareos.
Grabado en los estudios CBS, Divididos por la felicidad anticipó el rumbo que iba a tomar el rock argentino a partir de entonces, sobre todo luego de que la falta de mejoras a nivel económico determinaran el final de la “primavera democrática” y el inicio de un estado de ánimo dominado por la decepción.