¿La insatisfacción y el miedo pueden superarse de manera permanente?
Algunas investigaciones han encontrado que estos síntomas no sólo se evidencian en lo particular sino que también inciden laboralmente, perjudicándose el mismo individuo y además el ambiente que lo rodea.
Un ejemplo de ello es el ausentismo laboral que, según los expertos, aumenta en tiempos de bonanza económica. Las excusas para no ir a trabajar pueden ser múltiples y, aunque el problema no viene de los trabajadores que faltan solo un día, la verdad es que en la mayoría de las empresas existe ese trabajador que cada lunes falta a su obligación laboral. En cambio, cuando la crisis hace peligrar el puesto de trabajo, el ausentismo disminuye debido al miedo de perder el empleo o cualquier otra medida que pueda aplicar la empresa. (Fuente: http://recursoshumanos.argentina-foro.net/t96-reducir-el-ausentismo-laboral).
Las respuestas que encontramos socialmente para motivar a los individuos, aunque beneficiosas, resultan ser soluciones temporales. Estas incluyen cambiar de empleo, mudarse, hacer un viaje, encontrar pasatiempos con distintas propuestas o bien, recurriendo a adicciones (alcohol, drogas, tranquilizantes, juego) que ayuden a “olvidar” las situaciones de estrés y otros inconvenientes, evadiendo así responsabilidades. Como todo lo temporal, se encuentra la solución para hoy, momentánea, cayendo en poco tiempo al mismo estado en que nos encontrábamos.
Percepción
Algo que ayuda cada vez más a contar con respuestas estables y duraderas no es a través de lo que percibimos con los sentidos de la vista, el oído o el gusto, sino algo mucho más profundo y sagrado: el conocimiento de nuestro origen espiritual, sin carencias de ningún tipo.
Esta comprensión fue siempre de gran ayuda en mi experiencia particular.
En el libro Ciencia y Salud, cuya autora es Mary Baker Eddy, pensadora del siglo XIX, plantea: “…la falta de confianza en la propia capacidad para ganar el bien deseado y producir resultados mejores y más elevados, a menudo impide que uno pruebe sus propias alas y asegura el fracaso desde el comienzo”. (Pág. 260).
Es alentador reconocer que ante cada experiencia podemos cambiar un argumento de temor por uno que nos sugiera: “Para algo bueno estoy ante esta dificultad y tengo el valor necesario para enfrentarla”. Esta actitud convincente me ha sanado en muchas oportunidades de la insatisfacción y del paralizante temor al fracaso.
Un ejemplo de esto fue el mismo Jesús, quien habiendo tenido toda clase de impedimentos para impartir su mensaje sanador, no se apoyaba en otro cimiento que en la oración, en su comunión con Dios, la fuente de todo bien. El impartió a la humanidad palabras llenas de consuelo como éstas: “No tengan miedo, a vuestro Padre le place darles el reino”. (Ver Lucas 12: 32). Este reino inmaterial y eterno es la luz que trae a mis pensamientos armonía, paz y plena confianza en el bien. Somos los herederos de ese reino.
Para mí esta es una alternativa que nos sugiere cambios desde nuestro interior, para poder cristalizarlos en una mejor calidad y condición de vida en nuestra experiencia actual, en este mismo momento.
La práctica del cristianismo ofrece libremente herramientas que están a nuestro alcance, poniéndonos del lado del bien, de la esperanza, de una felicidad estable, de un estado pleno de salud y bienestar.
(*) Portavoz de la Ciencia Cristiana para Argentina.
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