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Superbacterias: gran hallazgo de científicos en Rosario

Descubrimiento clave que agrega conocimiento al combate contra la resistencia bacteriana a los antibióticos.

Según una proyección estimada por la Organización Mundial de la Salud, si no se encuentra un freno a la actividad de las superbacterias, las infecciones de ese origen hacia el año 2050 serán la principal causa de muerte, por encima de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

Como muchas historias, ésta también es la narración de una lucha entre la vida y la muerte. “En 2008 –escribe Alejandro Vila, director del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario– se identificó una enzima, la NDM, en un paciente escandinavo que se sometió a una intervención quirúrgica en Nueva Delhi, India. A los pocos días de su regreso a su país, falleció a causa de una infección por klebsiela neumoniae, la que no respondió a ninguno de los antibióticos que se les suministraron. Tim Walsch, investigador australiano que trabajaba en Cardiff, al estudiar el caso advirtió que la bacteria contaba con una enzima NDM que destruía a los antibióticos; y el mundo comenzó a hablar de las superbacterias”.

Como lo explica el mismo Vila, las llamadas superbacterias son  microorganismos que aparecen sobre todo en infecciones intrahospitalarias y desarrollan un eficiente mecanismo de resistencia ya que cuentan con enzimas, las lactamasas, que destruyen a los  antibióticos betalactámicos. Éstos entran a la célula bacteriana e interfieren en la síntesis de la pared celular y la bacteria muere. “Las bacterias se defienden recurriendo a muchos mecanismos. Uno es no dejar entrar el antibiótico a la célula, y otro, en el que lo dejan entrar y lo destruyen adentro; a este trabajo lo hacen la lactamasas”, afirma Vila.

Un equipo de investigadores de Rosario, integrado por Guillermo Bahr y Lisandro González, y liderado por Alejandro Vila, aportó un hallazgo que agrega conocimiento a la lucha contra las superbacterias: “Ambos estuvieron a cargo de la tarea experimental y Lisandro fue el del hallazgo del primer descubrimiento”, afirma Vila. Agrega: “Este pequeño grupo, como siempre hacemos, abrió las discusiones que se multiplicaron dentro del IBR y fuera de él”.

El aporte de este grupo fue descubrir que NDM no estaba, como las otras lactamasas, sueltas dentro de la membrana. “Lo que nosotros pudimos visualizar – enfatiza Vila– fue que el NDM no está suelto dentro de la célula sino pegado a la membrana celular del lado de adentro. Y lo que pudimos comprobar es que estar en la membrana le da más estabilidad y le permite resistir”.

Este trabajo mereció ser publicado en la revista científica Nature Chemical Biology con participación de científicos de Argentina y Estados Unidos.

Este hallazgo, que aporta prestigio a la institución y es motivo de orgullo para la ciudad, fue posible como resultado de un proceso que lleva muchos años y no pocos esfuerzos. Señala Vila: “Nosotros encontramos algo, por azar, como casi siempre pasa, hace tres años. Pero nuestro grupo trabaja en encontrar mecanismos para hacer frente a la resistencia bacteriana desde hace más de 20 años. Ese hallazgo no hubiese sido posible de no haber mediado los 20 años de trabajo en tratar de comprender dicho mecanismo, sumado a la inversión de tiempo y conocimiento, de formación de personas y de adquisición de tecnologías, al aporte de estudios complementarios realizados por profesionales de otras áreas del mismo laboratorio, al intercambio de ideas y experiencias con profesionales del país y el extranjero. Todo lo cual conforma un intangible que se hace difícil mensurar. Además, debemos agregar el tiempo que necesitó la gente para formarse en la universidad. Recurro a esta explicación para que podamos entender que nada de esto que hoy es noticia ocurre aisladamente. Existe el medio, se conformó un ambiente, pero a la vez se gestaron políticas de Estado en lo referente a la investigación científica que permitieron que nosotros hayamos podido avanzar en este campo”.

—¿Qué puede esperar la ciencia luego de este avance?

—Pudimos entender que al estar pegada la enzima a la pared celular, no sólo esa posición la hacía más estable sino que, cada tanto, las bacterias generan una pequeñas vesículas con la membrana, a las que expulsan al medio; en este caso, esas pequeñas vesículas van cargadas de lactamasa y actúan como verdaderos misiles que salen disparados y se unen a la lucha para resistir a los antibióticos. Es decir, aumentan su resistencia. Además, esas vesículas cargadas de NDM “contagian” a otras bacterias que no son resistentes y las transforman en tales. Bacterias que no sólo tendrán la posibilidad de sobrevivir sino que toman el ejemplo, pudiéndose convertir ello también en superbacterias.

—¿Qué estrategias nos quedan para enfrentar este flagelo?

—A lo mejor generando nuevos paradigmas, nuevas formas de pensar el problema. Tal vez la solución no sea seguir desarrollando antibióticos sino aumentar los flujos de comunicación social sobre el uso racional de los antibióticos para evitar seguir entrenando a las bacterias. Otra estrategia es controlar y legislar sobre el uso de antibióticos en animales a los que se les suministra como preventivo para mejorar el rinde, porque las bacterias que habitan el ambiente rural están siendo entrenadas para aumentar su resistencia. Otra salida es rotar los antibióticos ya que desarrollan maneras propias de resistencias. Se está hablando de usar bacteriófagos, que son virus que comen las bacterias. Lo que debemos hacer es cambiar el mecanismo utilizado hasta hoy, recurrir a políticas de comunicación pública mediante las cuales se llegue a la gente para evitar el uso discrecional de los antibióticos”.

—¿Qué debemos esperar a propósito de nuevas derivaciones de la ciencia?

—Tenemos dos buenas noticias. Entendimos que podemos recurrir a un antibiótico conocido que no se comercializa: la globomicina. Su acción es impedir que se propague la salida de las vesículas de grasa que operan como una suerte de misiles que se esparcen por el organismo y que transfieren de manera horizontal la resistencia a bacterias que no lo eran. Será un modo de frenar la diseminación. En nuestro trabajo demostramos su eficacia y su baja toxicidad. Y la segunda es que nuestro descubrimiento permitió al Instituto Malbrán aportar mayor certeza al examen microbiológico, el que, hasta nuestro hallazgo, fallaba en un 50 por ciento. A partir de allí, los profesionales del Instituto, agregándole unas gotas de detergente, rompen las membranas de las células y el examen microbiológico adquiere relevancia. Tomaron todas las cepas resistentes que tenían en el Malbrán, las probaron y pudieron detectar el ciento por ciento. La ventaja que tiene, aparte de la eficacia, es su bajo costo. Ya están disponibles en los protocolos del Malbrán. Al llegar a un diagnóstico de certeza se puede cambiar la terapia antibiótica a tiempo.

Destruir la resistencia

“Los antibióticos son productos naturales que existen en la naturaleza y matan a las bacterias. Cuando Fleming “descubrió” la penicilina por azar, ya que dejó la cápsula de Petri de un día para el otro en el laboratorio, pudo observar que un hongo que creció alrededor de la colonia de bacterias las inhibía. A partir de este episodio, los seres humanos decidimos crear una industria para fabricar los antibióticos capaces de matar a las bacterias. Se los hizo en serie y se los comercializó. Queremos matar a las bacterias que son patógenas u oportunistas que pueden causar lesiones que causen la muerte.

Las bacterias, que son inteligentes y evolucionan rápidamente, tienen un ciclo de vida de 20 minutos. En una hora hay tres generaciones. Lo hacen para defenderse de los antibióticos que hay en la naturaleza y se van haciendo fuertes en su lucha por la sobrevivencia. Esta lucha es similar a la carrera armamentística.

Por otro lado, un mundo sin bacterias sería peligroso. En nuestro organismo hay más células de bacterias que células humanas, con las que se da una coexistencia. Por eso el uso indiscriminado de antibióticos no sólo genera resistencia y entrena a las bacterias patógenas sino que mata aquellas bacterias que son beneficiosas para mantener el equilibrio de la vida en el interior de nuestros organismos.

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