Veinte años no es nada / Veinte años es un montón
“Cuando surgió El Eslabón no había redes sociales ni portales. Sólo estaban los canales de aire y las radios y eso generaba un cerco informativo muy difícil de romper

Se acercaba el año 2000 con toda su carga simbólica. Una época donde aún el diario papel tenía un fuerte impacto en la construcción de la noticia. Y también, claro, estaba la radio. Pero el papel proponía la fascinante tarea de leerlo en algún bar con un cortado a mano. A cualquier hora. Si hasta un ahora ilustre periodista se hizo famoso leyendo diarios por radio a 6 de la mañana. Y esta historia tiene bastante de ese ritual. De leer el diario en papel. Cuando aún parecía lejano el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, el 7 de octubre de 1998 aparecía en Rosario el diario El Ciudadano y la región y casi un año después, un 2 de septiembre de 1999 el periódico El Eslabón, que en su inicio fue mensual y en blanco y negro. El contexto político y social estaba atravesado por la aplicación brutal de las recetas del neoliberalismo llevadas a la práctica por Carlos Saúl Menem y llevado a su máxima expresión en la gestión de Fernando de la Rúa, que en 2001 derivó en un estallido con decenas de muertos. Sin embargo, había espacio para soñar, y ganas de construir otro modelo de resistencia popular en la comunicación.

Resistir al neoliberalismo

En ese complejo y caótico contexto, estudiantes de la carrera de Comunicación Social de la UNR delinearon un proyecto, en un principio a partir de la coincidencia en la militancia, pero que luego fue mutando en una apuesta a otro tipo de información, más curiosa e inquieta, que en ese momento sólo existía en revistas consideradas marginales (en los barrios, en las escuelas medias, en la universidad). “Compartíamos una mirada crítica a la concentración de medios que había en la década del 90. Nos inspiramos en proyectos como el diario Noticias (vinculado al peronismo de izquierda), el Diario de las Madres y el Diario de la CGT de los Argentinos. Nos entusiasmaba resistir al neoliberalismo y que ese fuera nuestro trabajo”, cuenta Juane Basso, uno de los fundadores de El Eslabón. Y agrega: “Fue clave para nosotros la decisión de transformarnos en cooperativa. Lo cual demuestra dos cosas. Primero, que estábamos convencidos de lo que hacíamos comunicacionalmente. Y segundo, en medio de un contexto complejo, pensábamos en otro tipo de construcción organizativa, más democrática. Y la economía social y popular, no sólo era la mejor opción, sino que era el futuro, lo que dio lugar a la cooperativa La Masa”.

Férrea hermandad

Así, las primeras reuniones para organizarse como trabajadores autogestinados se realizaron en el Sindicato de Prensa Rosario y Manolo Robles, ex redactor de El Ciudadano y actual presidente de la cooperativa La Masa, señala que El Eslabón fue clave para poder visibilizar conflictos laborales, sociales y de derechos humanos. “En abril de 2000 fue el primer cierre del diario El Ciudadano. Un día estábamos cortando una calle y unas pibas y pibes nos ayudaban. Pregunté quiénes eran y nos dijeron que eran del periódico El Eslabón. Desde ahí empezamos a laburar juntos”, cuenta Robles. Ese fue el momento en que se materializó una hermandad férrea entre los trabajadores de El Ciudadano y El Eslabón. Fueron muchos los que tendieron sus manos para que el “ignoto pasquín”, como alguna vez se lo nombró desde los medios concentrados y hegemónicos, se desarrollara. “Cuando surgió El Eslabón no había redes sociales ni portales. Sólo estaban los canales de aire y las radios y eso generaba un cerco informativo muy difícil de romper. No solo tapaban el conflicto del cierre de El Ciudadano sino otros conflictos populares que venían surgiendo como producto de la crisis. El Eslabón se entendía como ese lugar para contar lo que los medios tradicionales no hacían porque no les convenía. Instalaba otra información”, recuerda Robles. Julián Lafuente, actual director general de Comunicaciones de la municipalidad de Posadas, Misiones, uno de los integrantes del grupo fundador de El Eslabón, señala: “Nosotros nos propusimos hacer un periódico contrahegemónico, y también generar una salida laboral propia en un momento muy difícil. Todo el mundo que conoce el proyecto sabe que tuvimos un origen universitario. Nos juntábamos con la incipiente idea de hacer un periódico contracultural, contra la agenda que se instalaba en ese momento. Hoy podemos afirmar que El Eslabón se acostumbró a superar los obstáculos”.

Posicionamiento político

En 2012 El Eslabón pasó de mensuario a semanario, incorporó el color y un conjunto de recursos que fueron surgiendo por formar parte de la cooperativa La Masa. “Hay mucho por hacer y crecer. Nuestra continuidad es nuestro mayor patrimonio. Queremos que pueda generar más recursos, vender más ejemplares y pensar más actividades en un marco donde la plata no sobra no sólo para quienes estamos en la cooperativa sino para quienes se nutren de la información que producimos. Sabemos que hay público y que les interesa”, dice convencido Robles. Y agrega: “Creo que se mantiene lo que nos planteamos en los comienzos, esto de ser un medio contrahegemónico que pelea por la justicia social y que más allá de lo periodístico, sobre todo tiene que ver con un posicionamiento político”. Por su parte, Basso reafirma: “El Eslabón siempre fue un espacio de resistencia. Hoy queremos volver a ser un aliado de un nuevo proceso de democratización de la comunicación. Queremos que la comunicación sea un derecho más entre los que tenemos que recuperar”. La dificultad de evitar los lugares comunes es proverbial en estas circunstancias. Ni siquiera vamos a intentar evitarlo. Dos décadas de periodismo autogestionado es casi un hallazgo arqueológico, más tratándose de periodismo gráfico y atravesando, ahora sí, la era de la comunicación digital. El desafío para el futuro inmediato es tan complejo como aquel de 1999 y aunque el contexto asoma a priori más amigable, la comunicación y la información siempre serán un espacio en disputa. El Eslabón aportó, en el pasado reciente, su mirada propia y comprometida con su tiempo, siempre cercana a las problemáticas sociales, políticas, sindicales, estudiantiles. De los pueblos originarios y de derechos humanos. Críticos del poder –dicen sus fundadores–, que no siempre recae en los gobiernos. Muy sensibles a las injusticias. Así fue en su nacimiento y en los primeros 20 años de existencia. Nada hace suponer que esa práctica cambie. Por el contrario. Así fue, así es y, sin lugar a dudas, así será.

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