El 3 de abril de 2002 a Susana Trimarco le tocó comenzar a vivir la etapa más dolorosa de su vida. Su hija, Marita Verón, que entonces tenía 23 años, fue secuestrada a pocos metros de su casa, en San Miguel de Tucumán. Sus captores eran parte de una red delictiva que traficaba mujeres, un dato que conocieron los padres de la joven que tuvieron que encabezar la pesquisa ante la inacción de las autoridades. Sólo se valió de su esposo y de un comisario amigo, Jorge Tobal, y de todo el dinero que tenían: vendieron una casa, un departamento y dos autos y buscaron sin éxito a Marita desde Jujuy a Río Gallegos en lugares donde se trafican mujeres, la mayoría de ellas secuestradas y vendidas ante los ojos de la Justicia y del poder político. Pero en la incesante búsqueda de su hija, la familia Verón logró sacar de la esclavitud a centenares de jóvenes, incluso de prostíbulos españoles, donde lograron llegar a través de Interpol.
Su lucha la convirtió en una referente a la hora de hablar de trata de personas. Logró modificar la legislación, visibilizar un problema que estaba minimizado en la Argentina, incluso que una telenovela reflejara su caso y una actriz como Soledad Silveyra no sólo interpretó un personaje inspirado en ella, sino que también la acompañó en varias de las marchas que se hicieron para lograr justicia. Todo eso logró Susana Trimarco.
En 2012, la desaparición de Marita llegó a juicio oral. Pero todos los acusados fueron absueltos, con el argumento de que los testimonios sobre los que se basaba la acusación no eran creíbles, a la vez de resultar contradictorios entre sí. El fallo mereció severas críticas desde los más diversos ámbitos. Pero Susana no se rindió. La causa llegó a la Corte Suprema de Justicia de Tucumán, que en diciembre de 2013 revocó el fallo absolutorio y condenó a todos los imputados.
En los 16 años que su hija lleva desaparecida logró cambiar muchas cosas. A medida de que veía crecer a su nieta, que ya es casi una mujer, cambió la legislación, desfiló por distintas provincias tratando de liberar a mujeres de las manos de la trata, e impuso su voz como una referente en la materia. Sólo una cosa no logró aún Susana Trimarco: recuperar a su hija Marita.
Desaparición
La historia de Trimarco fue reconstruida en más de una oportunidad por El Ciudadano. Y esa historia comenzó hace 16 años, un 3 de abril.
“Un auto estuvo parado desde temprano en la esquina de casa con tres tipos. Ella salió a las 9.15. Ahí la capturaron. Uno le dobló los brazos, le tapó la boca y la metieron dentro de un Duna rojo”; recordó Trimarco. Si bien ella no observó esta escena, fue relatada poco después por dos vecinas que barrían la vereda.
“Ella no volvía y no sabíamos qué pasaba. Nos empezamos a preocupar. Ahí empezó el tormento”, contó Susana Trimarco poco después del secuestro de su hija.
Cerca de las nueve de la noche, logró que la Policía le tome la denuncia. En tanto, con ayuda de unas cincuenta personas, comenzó a buscar a Marita.
Munido de afiches y fotos, el padre de Marita decidió caminar la llamada “zona roja” del Parque 9 de Julio. Una de las prostitutas le dijo que sabía dónde estaba y le pidió que volviera en una hora. Esta mujer brindó un dato clave, que la inexperiencia o la falta de maldad de la familia Verón hizo que se desaprovechara. «A tu hija le hicieron lo mismo que a mí hace 7 años. La secuestró una banda que se dedica a eso y mete a las chicas en las prostitución». No fue lo único que dijo, también le contó quién la tenía y que la habían vendido a La Rioja.
Daniel Verón, quien falleció hace dos años, llamó al entonces secretario de Seguridad de Tucumán, le dijo lo que pasaba y le contó que se iba con Tobal a La Rioja a buscarla. Pero pronto, las autoridades le pusieron una trampa. “Cuando mi marido estaba por salir, llama un comisario y dice que mi hija estaba en un monte como drogada. Nosotros no sabíamos en ese momento que había parte de los funcionarios comprometidos con estos mafiosos, porque no pueden actuar sin el respaldo de la Policía, del poder político y de la Justicia”, contó todavía dolida Trimarco: “Estuvimos en un monte cerca de una semana, caminando 19 kilómetros. Todo para desviarnos”.
Después, a través del testimonio de una chica que contó que la vendieron al prostíbulo riojano “El Desafío”, lograron la primera orden de allanamiento. Pero el juez no lo hizo porque faltaba un papel. Así los del burdel ganaron tiempo y trasladaron a Marita.
Ya a esa altura, y con un claro sentido de la desconfianza, el padre de Marita acompañó el allanamiento.
“Mi marido vio que había como 60 chicas y, pese a que Marita no estaba, gritó en el prostíbulo: «la que está privada de su libertad, por favor dígalo, que yo la puedo devolver a su familia». Ahí nomás salieron corriendo dos chicas de 16 años y una cordobesa, de Río Cuarto, de 23”.
Desde ese entonces, Trimarco asistió a centenares de allanamientos, liberó centenares de jóvenes y logró desnudar que el problema de la trata iba de Ushuaia a la Quiaca y tenía ramificaciones en Europa.