Incluso desde antes de la oficialización de su candidatura, el triunfo de Michelle Bachellet en las elecciones ya era tácito: no sólo goza de una aprobación histórica entre la población sino que, en sus horas bajas, el gobierno de Sebastián Piñera no pudo instalar un competidor firme que renueve la imagen de la centroderecha. Pero en estas presidenciales irrumpe, por primera vez desde el retorno de la democracia, la instauración de la inscripción automática de los votantes y el sufragio voluntario, un nuevo factor que le agrega suspenso a unos comicios que parecen estar escritos.
Desde principios de 2012 rige en Chile una nueva normativa constitucional que amplía el abanico electoral a todas las personas que cumplan con los requisitos para participar de los comicios, un salto desde las condiciones previas que limitaban el padrón a quienes se inscribieran en los registros. En total, 13,5 millones tendrán la posibilidad de emitir su voto el 17 de este mes, frente a los 8,5 que estaban habilitados en 2009. Este nuevo escenario abre un paradigma hasta para coalición de centroizquierda Nueva Mayoría (ex Concertación) y despierta optimismo en las filas oficialistas sobre la posibilidad de forzar una segunda vuelta en diciembre, instancia para la que podría ganar los respaldos del candidato independiente Franco Parisi.
“Si nosotros no sabemos cuánta gente va a ir a votar, no sabemos el resultado de las elecciones. Las encuestas dicen una parte del cuento, no todo el cuento. No es como antes que nosotros podíamos contar toda la historia. Si vota poca gente no cabe duda de que Michelle Bachelet ganará en la primera vuelta. Pero si en estos días la gente se moviliza, esa ventaja puede disminuir”, declaró Marta Lagos, directora de Latinbarómetro, a medios locales.
Hasta el momento, son mayoría los sondeos que han arrojado una ventaja demoledora para la ex mandataria (cerca del 47 por ciento), pero ajustada para evitar una segunda vuelta. Sólo la consultora Ipsos vaticinó un balotaje seguro y puso paños fríos a la confianza de la centroizquierda. “En este escenario, la única votación existente con este nuevo padrón es la municipal del año pasado donde la abstención superó el 60 por ciento. Por ser municipal, y por tanto de menor interés ciudadano por sus implicancias locales, no hay instrumentos adecuados para estimar la participación efectiva o la abstención ni capacidad para estimar resultados; de hecho en las primarias todas las encuestas fallaron en sus predicciones”, sostuvo el analista político Guillermo Hozlmann.
De acuerdo con este experto, se estima por parte de los metodólogos especialistas en encuestas que recién con tres elecciones más será posible tener un mejor tratamiento e interpretación de datos. “Hoy día lo único que los analistas sostenemos es un argumento estadístico, en términos de que habiendo nueve candidatos la probabilidad de segunda vuelta es alta. A pesar de ello, Bachelet aspira a un triunfo en primera vuelta con probabilidades bajas, pero no imposible, de que lo obtenga”, agregó. Para los observadores, el problema principal es estimar si los 5 millones de nuevos votantes concurrirán o no a las urnas. Si lo hacen, por quién votarán y si no lo hacen, cuánta abstención habrá.
“Tanto Bachelet como la oficialista Evelyn Matthei están concentradas en asegurar el voto duro y asegurarlo también para sus candidatos a parlamentarios. A su vez desean captar a quienes no se sienten representados”, concluyó Hozlmann.