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Talleres artísticos: hacer para alcanzar el bienestar emocional

¿Puede el arte ser una herramienta para lo cotidiano? No sólo eso, sino que también provee estímulo, calma, risa y autoestima.

El hacer artístico nos habilita para la construcción. En esa construcción, como puede ser una pintura, una artesanía o un dibujo, tomamos actitudes y desarrollamos capacidades.

En el punto de partida, al que podemos denominar “casillero uno”, y nos encontramos con los primeros interrogantes: “¿Qué quiero hacer?”, “¿Qué materiales necesito?”, “¿Con qué cuento?”.

Así decido y sigo y es en ese seguir que me puede esperar una sucesión de aciertos que me lleven al producto deseado y, con él, a una sensación de satisfacción. Puede ocurrir también que en el seguir surjan inconvenientes, aparezca el error (diferencia entre el valor medido o calculado y el real) y con él, una sensación de frustración.

Pero tras ese paso se llega entonces al “casillero” en el que puedo valorar el error, reformular lo hecho, transformar o bien descubrir el acierto en el equívoco. Evalúo posibilidades, elijo, me entrego al  “¿Qué pasa si…?”, y voy al encuentro del producto deseado a través de otro recorrido. No empecé de cero. Volví a empezar.

Avanzando en este tablero del hacer con arte van apareciendo conceptos y sensaciones que mucho se parecen al tablero de lo cotidiano y entonces surge la pregunta: “¿Pueden esas actitudes que tomamos ante el hacer artístico, esas sensaciones que experimentamos, anidar en nosotros y transformarse en una herramienta para el hacer en la cotidianeidad?”.

Tentando una respuesta abierta es muy probable pensar que lo cotidiano se contagie positivamente. Con el hacer artístico se cambia la mirada, puesto que en el hacer artístico  “hay miradas”.

El ámbito de taller

Un taller de expresión artística abre un paréntesis a la rutina. Es un espacio destinado a crear y que, como tal, ofrece las herramientas adecuadas. Esas herramientas no son sólo los materiales específicos propios para el hacer, sino también herramientas emocionales.

Esa especie de “caja de herramientas emocionales” nos provee de intercambio, estímulo, posibilidad de opinión, calma, risa y autoestima.

El taller potencia la creatividad, no la pide, no espera un resultado inmediato sino que la va desarrollando. Algo así como pensar en un ovillo de lana del que vamos tirando para transformar, para encontrar y ver lo diferente.

La labor del que enseña

Enseñar es decir quién soy, dar a conocer datos personales. Es el compromiso que se asume transmitiendo no sólo lo que sabemos de nuestra profesión sino también lo que sentimos con ella.

Querer lo que hacemos y querer enseñarlo es un sentir base para darle un buen clima al aprender. Entonces, ¿qué hacer para enseñar?. Algunas de las pautas son trazar planes y proponer objetivos que automotiven, porque sin autoestímulo es casi imposible despertar el interés en el otro.

Sentir solidez en conocimientos: transmitir seguridad y flexibilidad para captar y tratar de satisfacer las necesidades que van surgiendo a través del trabajo y el diálogo.

En el hacer artístico contamos con múltiples recursos; es clave darlos a conocer, propiciar la experimentación y su uso creativo sin pretensión de armar un libro de recetas sino de sorprendernos con una variedad de platos tentadores.

Quien coordina un taller de actividad artística promueve el encuentro entre los que quieren crear y la posibilidad de hacerlo. Activa el mecanismo generando desde su experiencia, un clima propicio, un clima posible de bienestar creativo. Así, aporta su “saber hacer”, abierto a la idea de que también aprende. En el aire de un taller hay intercambio.

Quien coordina un taller es un anfitrión dispuesto a escuchar, a detectar y actuar para cada uno y para todos.

Creatividad por la puerta

En 2014 Suárez llevó adelante la actividad “La creatividad entra por la puerta”, una propuesta que invitó a vecinos, amigos y peatones a decorar, modificar y embellecer, justamente, una puerta de madera cruda, sin pintura ni esmalte en el taller de arte de la biblioteca Alfonsina Storni, de Ovidio Lagos 367.

En ese entonces, para Suárez la consigna fue clara y tenía como objetivo incentivar a la gente a formar parte del proyecto. “Fue muy gratificante el hecho de que muchas personas hayan adherido a la convocatoria”, contó tras el cierre del proyecto.

La artista también confesó por qué escogió una puerta como eje: “Es algo sumamente simbólico, la puerta invita a entrar y la idea era buscar la participación de cualquiera que quisiera hacerlo. Todos tenemos una condición sumamente creativa que tal vez no conocemos”.

Quienes participaron de la propuesta recibieron un singular diploma que decía: “Comprobado, usted entró por la puerta. ¡Felicitaciones, gracias… vuelva!”.

La mentora de la iniciativa explicó, además, que “dado cómo se planteó la actividad resultó un proceso espontáneo y ligero”. Por eso preparó cartones pintados de distintos colores, texturas y formas para que la gente decida cómo y dónde colocar la figura.

En cuanto a su emprendimiento Taller & Cía., la artista marca: “Su nombre fue pensado, sentido y elegido porque un taller implica hacer y la compañía es alentadora. No hay taller sin compañía”, dice la autora.

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