Después de su paso por festivales como el Bafici, la Semana ADN, el Mafici, Bogocine 38, Fiorenzo Serra y el Ecológico International Film Festival, donde ganó una mención como mejor film documental, se conocerá en la plataforma del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) Cine.ar Estrenos la crónica documental Taranto de Víctor Cruz.
La película, que estará disponible desde este jueves, comienza cuando el cierre parcial de la acería más grande de Europa, a causa de la contaminación que produce, divide a una ciudad entre aquellos que denuncian el desastre sanitario ambiental y los que temen perder sus empleos. Salud y trabajo colisionan en el sur de la Italia industrial, víctimas de la codicia empresarial y la desidia estatal.
En épocas de verdades procesadas y de conclusiones veloces y carentes de perspectiva, Cruz realizó un documental “más interesado en dejar flotando preguntas que entregar respuestas tranquilizadoras”.
Este film comenzó a gestarse en 2016 cuando Cruz filmaba la parte italiana de ¡Que vivas 100 años!, su última película. “Ahí escuche hablar sobre Taranto, y el dilema que viven en esta ciudad histórica del sur de Italia. Taranto es una zona de sacrificio dentro de Europa, desde que instalaron allí en los sesentas, la acería más grande del continente. En Taranto la utopía industrialista se transformó en un presente distópico lleno de enfermedad y muerte, una trampa de la modernidad, una ciudad donde colisionan el derecho a la salud y el derecho al trabajo”, contó el director y reproduce el parte de prensa que anuncia el estreno.
“En Taranto se expresa de forma salvaje el paradigma de desarrollo económico e industrial que rige nuestro tiempo y las relaciones que determina entre centro y periferia. Los países pobres (como el nuestro) son los que más sufren estas situaciones porque tenemos menos regulaciones que nos protejan, lo que permite instalaciones mucho más contaminantes”, dijo el realizador argentino. Y agregó: “La película está planteada como una crónica documental protagonizada por los habitantes de esta ciudad dividida entre quienes necesitan trabajar y los que sufren en sus cuerpos las consecuencias del funcionamiento de la acería”.
“Una vez que terminamos de filmar ¡Que vivas 100 años!, con el mismo equipo italiano, nos fuimos a hacer una primera exploración filmada a Taranto. Veníamos de estar un mes filmando una película sobre la pasión por la vida de unos ancianos maravillosos y casi como en un continuo pasamos a filmar una película llena de dolor y muerte. De algún modo estas dos pulsiones se conectaron armónicamente porque el rodaje fluyó y la película rápidamente encontró su dispositivo narrativo y estético. Tuvimos una segunda instancia de rodaje en 2019”, aseguró Cruz.
“Creo en el cine documental como el registro de nuestro encuentro con los protagonistas y sus historias, y por eso cada película es distinta y debe encontrar su propia forma, eso es lo que hace que el cine sea algo vivo, y que cada película sea única. Lo que siempre definió al cine y lo sigue haciendo hoy en día es la mirada sobre el mundo que los realizadores plasmamos en nuestras obras. Yo creo en un cine que indaga en lo profundo de la experiencia humana, un cine que piense en un «nosotros» amplio, diverso y profundamente conectado”, definió.
Respecto a los puntos que unen a sus películas Cruz arriesgó que es la búsqueda por conectar los deseos con los sueños y las emociones. “En Taranto me impulsó el miedo, miedo a que nos sea más fácil aceptar la enfermedad, el dolor y la muerte como un destino inexorable, que enfrentar los cambios sociales, culturales, económicos y productivos que debemos realizar. Creo que la experiencia documental, más que filmarse, se vive con el cuerpo, se atraviesa. Así como los protagonistas no son los mismos al principio y al final de nuestra película, cuando la experiencia documental es verdadera, nosotros tampoco volveremos a ser los mismos”, concluyó.
Cabe destacar que Víctor Cruz, nacido en Buenos Aires, trabajó como mecánico, constructor y guardavidas. Estudió cine en la UBA, donde hoy es docente. Ha sido invitado a los festivales y mercados más importantes del mundo como Locarno, Berlín y Cannes. Es un apasionado de las personas y sus historias, es por eso que entiende al cine como una experiencia vital y transformadora.
En 2003 estrenó en el Malba el documental La noche de las cámaras despiertas, basado en un ensayo de Beatriz Sarlo, en el cuál narró un episodio de censura sufrido por la vanguardia cinematográfica de los sesenta encabezada por Alberto Fischerman y Rafael Filippelli. En 2009 dió a conocer su ópera prima de ficción titulada El perseguidor y en 2013 estrenó Boxing Club, en el que se sumergió en el gimnasio del subsuelo de Estación Constitución, “entre hombres que intentan abrirse camino, a golpes y defensas”.
A principios de 2020 co-dirigió junto a otros 14 cineastas el ensayo poético colectivo Las fronteras del cuerpo, primer largometraje documental concebido, filmado y estrenado durante la cuarentena generada por la pandemia. A finales de 2020 estrenó ¡Que vivas 100 años! una obra cinematográfica en la que el realizador pone en jaque las suposiciones sobre la vejez e invita a pensar que no importa cuántos años se tengan, nueca es tarde para cumplir los sueños.