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Tatuó areolas mamarias a más de 1.000 mujeres que tuvieron cáncer

Staropoli vivió de cerca el dolor de esta enfermedad ya que su abuela, su madre y su tía la tuvieron. Su padre falleció de cáncer y su hermano -quien lo ayuda a tatuar- fue diagnosticado hace unos años con un linfoma de Hodgkin

Diego Staropoli tatuó a lo largo de tres años areolas mamarias a más de 1.000 mujeres que tuvieron cáncer de mama y confiaron en su trabajo para «cerrar la historia», contó este sábado el tatuador en el Día Mundial de la lucha contra esta enfermedad.

«Yo soy tatuador, no cirujano plástico. Tampoco creo que le salvo la vida a una mujer, se la salvan los médicos y la fuerza de ellas. Yo solo hago algo estético que ayuda en lo emocional», explicó Staropoli a Télam.

Desde hace poco más de tres años, el hombre de 47 años y dueño desde hace 26 de Mandinga Tattoo, tatúa de manera gratuita a mujeres que tuvieron cáncer de mama realizándoles las areolas mamarias.

Este año creó la Fundación Mandinga, que además ayuda a escuelas de las provincias.

Staropoli vivió de cerca el dolor de esta enfermedad ya que su abuela, su madre y su tía la tuvieron. Su padre falleció de cáncer y su hermano -quien lo ayuda a tatuar- fue diagnosticado hace unos años con un linfoma de Hodgkin.

«Me entero que había una persona en otro país que por la semana del cáncer de mama tatuaba gratis a las mujeres. Yo sabía que a las mujeres le extirpaban el pecho pero no la areola así que comencé a investigar y decidí empezar a hacerlo en el local», expresó.

El tatuador ya practicó su arte a más de 1.000 mujeres, quienes formaron «El Club de las Tetas Felices».

Lidia Lanvers, 64 años y la primera en dejarse tatuar 2015, aseguró que tardó en decidirse por miedo y el dolor que sintió al realizarse una mastectomía, una reconstrucción de la mama y luego el pezón.

Alentada por su hermana, la mujer se acercó al local de tatuajes y se animó. «Cuando me vi al espejo me cambio la vida, el autoestima se me fue allá arriba. Fue una sensación de volver a ser yo, de sentirme entera. Diego es un ángel en la tierra», confesó.

Staropoli recordó que al terminar el tatuaje de Lidia, ella se largó a llorar y él la acompañó con su propio llanto. «Había perdido a mi viejo hacía muy poco tiempo», rememoró conmovido.

Otro caso es del Gladys Herrera, de 42 años, a quien le detectaron un tumor en 2016 y un año después se animó y contactó a Mandinga.

«Es un ambiente con mucho amor, hermoso. Ese lugar tiene magia. Te hacen sentir una reina», dijo emocionada y a punto de quebrarse en llanto al recordar ese momento.

«Diego es una persona que irradia luz. Ahora siento que soy una mujer entera de vuelta y que ya no soy la mujer que perdí en ese proceso de recuperación», añadió.

María Teresa Gagliardo sufrió cáncer de mama hace 21 años por primera vez y hace ocho volvieron a diagnosticárselo. La mujer aseguró que llegó a Mandinga por recomendación de su mastólogo y se realizó su primer tatuaje. «Parece algo menor pero el tatuaje es el cierre de una larga historia», resaltó.

Desde hace años, María forma parte de Macma, «Movimiento Ayuda Cáncer de Mama», una asociación civil sin fines de lucro constituida por mujeres que transitaron la enfermedad, donde brinda charlas de concientización.

«A veces se sobredimensiona lo que hago, hasta me parece exagerado. Yo solo le doy un toque de creatividad», consideró Staropoli sobre sus tatuajes.

Según datos del Instituto Nacional del Cáncer, el de mayor incidencia en mujeres es el de mama, con una tasa de 73 casos por cada 100.000.

Mercedes Mancinone, encargada de Patología Mamaria del Hospital Tornú, dijo que «el tatuaje queda en la piel, no va al tejido ni celular subcutáneo ni glandular», y aclaró que «el control posterior no se verá afectado en las mujeres que se tatuaron».

Para Staropoli «todos los casos son movilizantes porque cada mujer que viene tiene una historia fuerte para contar».

«Son mujeres que vienen de pelearle a la muerte, que no es una pavada. Para muchas tener una areola mamaria tatuada es sanador», concluyó.

 

Día de pañuelo rosa

Cada 19 de octubre se celebra el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama por iniciativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Convertido por gobiernos locales en semana o incluso mes para desplegar actividades de concientización sobre la importancia de la investigación y el diagnóstico precoz de esta enfermedad, que es el tipo de tumor más frecuente en mujeres: se estima que 1 de cada 8 atravesará un cáncer de mama a lo largo de su vida. Entidades médicas, fundaciones, pacientes y trabajadores de la salud resaltan que el cáncer de mama es una enfermedad grave pero se puede curar si se detecta a tiempo, y que la falta de información es la principal fuente de temores. También advierten la necesidad de sostener a quienes atravesaron por tratamientos, con apoyo y acompañamiento, atención psicológica y atención social.

 

Solidaridad que alcanza a Santa Fe

Nacido en el barrio porteño de Villa Pueyrredón, criado en Villa Lugano, Staropoli es el mayor de cinco hermanos de una familia humilde, y recuerda que cuando tenía 14 años tuvo que dejar la escuela y salir a trabajar, por un problema familiar. Desde entonces fue cadete, taxista, pintor, vendedor ambulante hasta que a los 20 llegó a la profesión que nunca dejaría. Y eran los primeros años de la década de 1990 cuando tuvo su primer micropuesto de tatuajes en el Mercado Central de Buenos Aires.

Hoy es propietario de Mandinga Tattoo, que ocupa una casona de cuatro pisos en Lugano. Y desde su empresa estaba organizando una convención de tatuadores cuando una empleada le pidió poner un cartel: se trataba de un pedido de donaciones para una escuela de Valle Fértil, Jujuy. Staropoli ayudó, y más, se puso al frente de la campaña y viajó personalmente a llevar donaciones. Después se vinculó con Apaer (Asociación Civil Padrinos de Alumnos y Escuelas Rurales) para acompañar a otras escuelas e instituciones. Dos de ellas están en Santa Fe: la Escuela 421 de Colonia Alejandra y la 434 de paraje Los Jacintos, ambas en el departamento San Javier. Y también contribuye con el Hospital Rural 11 de Colonia Alejandra.

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