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Taxista y poeta tiempo completo

Publicó su primer libro hace dos años y recorrió varios países con sus poesías bajo el brazo. Asegura que el “levante en el tacho” es un mito de Ricardo Arjona, mientras él tiene sobredosis de Joaquín Sabina

Pablo Fernández Massaccesi

Pablo Fernández Massaccesi nació en Córdoba hace 30 años. Es poeta y maneja un taxi. Pero, sobre todo, es un poeta de ley. En su brazo tiene tatuados los nombres de sus hermanos y de su madre, y otros fueron marcas de adolescente rebelde, asegura. Comenzó a escribir por sus picos depresivos, de amores y no tanto. Desde que trabaja en el taxi, no tuvo ningún amor, ni siquiera pasajero. “Lo primero que le pregunté a mi compañero cuando empecé fue si iba a levantarme a alguien acá arriba”, contó. Su compañero le respondió que no. Para Pablo, el “levante en el tacho es un mito”, a pesar de que garantiza tener sobredosis de Joaquín Sabina.

Todo surgió cuando Pablo trabajaba en un minimarket céntrico y una de las clientas –profesora en Letras–, que iba todos los días a tomar un café con dos medialunas y se quedaba durante largas horas allí, leyó sus escritos y le recomendó que fuera a el Club de los Poetas, en Granadero Baigorria.

“No terminé el secundario. Mi vida después de trabajar era encerrarme a escribir. Después de tantos borradores con manchas de whisky, cigarrillos y baylis, salió publicado mi primer libro: Una estación llamada soledad“, detalló el poeta.

Desde que sacó su primer ejemplar, comenzó una gira con las vueltas que hace el arte para encontrarse con uno mismo. Córdoba fue su primera parada, allí recorrió bares y colectivos con su libro bajo el brazo. Luego dio un salto a Bolivia, pasó por Perú, Brasil y con una frase que tenía tapizada en su cabeza, “Hasta Colombia no paro”, llegó a ese país con 750 pesos, su libro, la guitarra y una caja de inciensos en rama.

En Cartagena de Indias, Colombia, presentó Una estación llamada soledad y conoció a una mujer que lo contactó con la Casa de la Cultura de ese país: allí hizo entrevistas radiales y llegó hasta un programa de televisión donde demostró sus dotes artísticas.

Pablo asegura que su musa inspiradora son las mujeres, todas. “Las mujeres son todas lindas, no hay feas. Siempre tienen algo, si no es su pantorrilla, es el timbre de sus cuerdas vocales o la calidad de los gestos que tiene. Cuando hablamos de amor, el poeta asegura que dura lo que perdura la pasión”.

Según él y parafraseando a Chavela Vargas, “no hay nadie que soporte la libertad ajena”.

“Cuando presentaba mi libro me decían que era maravilloso que un chico de 28 años había editado un libro. Yo les respondía que sería estupendo ser feliz y no escribir”, aclaró.

Una de las anécdotas que no borrará de su historia de vida fue en Colombia. Le quedaban 1,50 dólar y una noche de alojamiento en un hostel. Allí encontró a una mujer que subía a su auto, el poeta le preguntó hasta dónde iba y lo invitó a comer un costillar con su marido.

“Me quedé dos meses y medio en el complejo que tenía la mujer que costaba 350 dólares la noche con vista al Pacífico. A cambio de mi estadía tenía que darle de comer a cuatro perros labradores y regar las orquídeas”, rememora el poeta.

Y agregó: “Salía todas las noches con Pirata, uno de los perros labradores que cuidaba y terminó siendo mi compañero de aventuras”.

Pablo explicó que si tuviera que elegir alguna de sus poesías preferidas serían Palabras y ¿Quiénes serán?. Su próximo libro se llamará Inventario de sentidos y cuando lo publique irá a presentarlo a Europa, contó.

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