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Te deseo la muerte

Desde hace días las redes están llenas de comentarios que piden la muerte, la violación y la cadena perpetua para los 10 rugbiers que mataron a Fernando Báez Sosa. Una reproducción de la misma violencia que nos horroriza

Por Cosecha Roja

“A enderezar bananas con el orto en la cárcel”. “Preparen la cola”. “Personalmente yo los mataría uno por uno, la ley del Talión”.  “Ojalá en la cárcel te viole un negro”.

Desde hace días las redes están llenas de deseos como esos.

Los menos radicales piden escenas sacadas de El Marginal, la serie de ficción que llevó la ultraviolencia tumbera a niveles absurdos.

Lo que hicieron los diez rugbiers que mataron a Fernando, explicó Rita Segato en Radio con vos, fue “probarse a sí mismos mediante una víctima sacrificial que son hombres”.

La catarsis pro asesinato en las redes perpetúa ese círculo. El ‘acto de justicia’ del preso que termina apuñalado o empalado reproduce la misma violencia que nos horroriza.

Clausura todo tipo de discusión. Nos convierte en jueces y verdugos virtuales al mismo tiempo.

Y es una violencia delegada: en el fondo, es igual el que grita ¡dale, dale! al que le está pateando la cabeza a otro.

El deseo de muerte no sólo se deposita en el que mata: también en el que roba. Se pide la muerte como “castigo” al robo de un celular, al arrebato de una cartera o al asesinato de Fernando.

“Te quiero ver si le pasa a un hijo tuyo” suele ser el comentario más reproducido por estos días.  Ojalá le pase, así entendés.

¿Quién no sufrió un hecho de violencia? ¿Cuántos de los que padecimos esa violencia en carne propia o en la de un familiar pensamos que quien nos violentó debe morir?

¿Qué sigue después? ¿Qué otros hombres, más violentos que ellos, los sacrifiquen como castigo por lo que hicieron? ¿Someterlos a torturas?

“Cuando una parte de la sociedad pide que a un violador lo violen en la cárcel, está reproduciendo la cultura de la violación, donde se acepta y sostiene esa violación. Pedir muerte para quien mata o que se lo envíe a la cárcel de por vida es exactamente lo mismo: la cultura de la violencia”, explica el psiquiatra Enrique Stola.

La cultura de la violencia  “mantiene los códigos machistas de dominación, que se dedican a mantener y estratificar la jerarquización de las diferencias entre los seres humanos”, dice.

La fantasía de la violación correctiva o de la tortura entre presos como acto de justicia no es parte de la solución. Es parte del problema.

 

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