Pasión en estado puro. Los hinchas rojinegros vivieron una jornada con el corazón en la mano. Es que los kilómetros recorridos en este campeonato van llegando a su fin, la línea de meta está cada vez más cerca y los competidores por el título van cabeza a cabeza.
Todavía lamentándose de la oportunidad perdida ante All Boys la jornada pasada, los leprosos fueron llegando al Parque Independencia con una mezcla de nerviosismo y responsabilidad.
La victoria de River ante Independiente (2-1), obligaba a volver a ser, a creer en este equipo de Gerardo Martino que dio sobradas muestras de reacción en los escenarios adversos, para recuperar lo que sienten suyo desde el amanecer mismo del torneo: la punta en soledad.
Así se fueron arrimando al Marcelo Bielsa, ubicándose en los mismos lugares de siempre, vistiendo las mismas prendas, porque si hay algo que no hay que romper en estos momentos son las cábalas.
Los saludos con los conocidos, las señas a los “antimufas” para aquellos que cargan más derrotas que alegrías y algún snack para matar la ansiedad.
Con la radio pegada a la oreja para seguir las alternativas de Estudiantes-Lanús, la fisonomía del estadio fue cambiando.
Con los goles de Leandro Desábato y el moreno Duvan Zapata los hinchas empezaron a intuir que esa podía ser la noche, esa noche que dejaría a Newell’s a un paso del tan ansiado título. Pocos se enteraron que el encuentro se suspendió.
“Hoy hay que ganar, hoy hay que ganar rojinegro”, fue el primero de los hits que bajó desde la popular cuando todavía faltaban varios minutos para que asomen los jugadores al campo.
Inmediatamente, como si trataran de convencerse y convencer a los suyos, llegó el “Vamos Newell’s que no ha pasado nada, ponga h… el equipo, ponga h… la hinchada, vamos Newell’s que tenemos que ganar”, contagiando a todos.
Minuto a minuto la ansiedad iba en aumento, esperando desahogarse con algún gol o jugada a puro toque, a tal punto que el Coloso se “movió” con la salida de los once del Tata.
Papelitos prolijamente cortados, humo rojo y negro, fuegos artificiales, la bandera que cubrió toda la tribuna y el “Soy de Newell’s, soy de Newell’s, de Newell’s soy yo…”, completaron el marco de una verdadera final que culminó con el pitazo final de Ceballos, pero que para los hinchas hacía varias horas se estaba jugando.