Rosario ya cuenta con su primera «gato café», con 8 felinos que «reciben» y acompañan a los clientes. Es que semanas atrás abrió Gatogasinos, en Cochabamba 1488. La apertura se dio con mucho éxito. Vale recordar que este concepto nació en Taiwán en la década del ‘90, pero con el tiempo fue replicándose en las principales capitales del mundo. Incluso, hay experiencias similares en Buenos Aires.
El fenómeno es mundial: existen muchísimos lugares en todo el planeta donde se puede ir a tomar algo mientras se observa o se interactúa con varios felinos que deambulan por el local.
Los fanáticos de los gatos son capaces de pagar cualquier precio con tal de entrar en contacto con su animal favorito, escucharlo ronronear, darle de comer o lograr que tome confianza y se duerma en sus brazos. Muchos de los que van a estos lugares tienen en su casa su propio gato, pero la experiencia de estar con muchos a la vez es lo que vale la pena.
La Argentina no tenía ningún negocio dedicado a esto. El primero abrió hace siete meses en Buenos Aires en el barrio de Abasto, un escondite precioso donde se puede disfrutar de varios gatitos cariñosos mientras se toma un desayuno o una merienda. A diferencia de los gato-café del resto del mundo, esa sucursal porteña no tiene un local a la calle. Para encontrarlo, hay que comunicarse por Instagram (@cat.cafe.buenosaires), reservar un horario y pagar por adelantado.
Una vez concretados todos esos pasos, se comunica la dirección para que se produzca el encuentro. Los turnos son de una hora y hay seis por día. La cantidad de gente que entra por tanda es poca: de dos a cinco personas. El precio por la experiencia (que incluye un café con leche y algo dulce) es de 1200 pesos los días hábiles y 1500 los fines de semana.
Es una sorpresa llegar al lugar. Por fuera, es un edificio común y corriente. Hay que recorrer un largo pasillo para alcanzar el último departamento donde se deja atrás la ciudad y se entra a otro mundo. La descripción de una página inmobiliaria diría “tres ambientes con patio, cocina separada, muy luminoso”. La realidad es que esta propiedad es un verdadero búnker gatuno, con decoración alusiva, tienda de recuerdos y fotos de gatitos. Antes de seguir, hay que leer las reglas.
Hay que usar alcohol en gel, pero no por temas sanitarios sino para no perturbar a los gatos con olores de otros animales. Tampoco se les puede dar de comer algo que no sea lo que ahí se suministra. No se debe abrir ninguna puerta sin autorización. Las fotos están permitidas, pero sin flash. No se puede gritar, ni hacer ruidos fuertes: menos que menos despertar a un gato que está durmiendo. Y, por supuesto, está prohibido cualquier movimiento brusco como tirarles de la cola o correrlos.
Este gato-café tiene dos sectores para acomodarse. Uno está en el patio, con pasto artificial y un deck con sombrilla. El otro está adentro, en lo que sería el comedor de la casa. El “living” hace las veces de “feria” con ítems a la venta como remeras y buzos con estampas felinas, almohadones y otros objetos, por supuesto, con la misma temática.
Un porcentaje de estas ventas van a dos refugios (Rescatando bigotes y Proyecto Miau) que se dedican a rescatar y a transitar animales hasta que estén listos para la adopción. Los gatos del staff del gato-café porteño no están disponibles para adopción. Pero si después de la visita existe interés en adoptar un espécimen, las dueñas tienen muchos para ofrecer de establecimientos especializados.
En Rosario
“Vimos que unas chicas de Buenos Aires se animaron a hacerlo, pero no funciona tanto como un bar. Allí los gatitos son de ellas y tenés que reservar turnos. Aunque nosotros sí hacemos respetar los tiempos porque queremos que haya un espacio calmo y relajado para que la gente venga a tomar algo y haga gatoterapia”, confió Cecilia Fogel en dialogo con el portal rosarino Punto biz.
Ella es terapeuta holística y con su pareja dieron vida en Rosario a Gatogasinos -un lunfardismo local-, en Cochabamba 1488, después de haber experimentado con este tipo de espacios en Japón, Milán y Punta del Este. ¿De qué se trata? Tomar un café y acariciar un gato, todo un fenómeno mundial.
El inmueble, que está dividido en dos plantas, tiene capacidad para unas 60 personas, pero con el objetivo de hacerlo más íntimo y menos invasivo para los gatitos ingresan unas 20 por cada hora.
“Cuando entrás, te encontrás con la boutique de gatos, después pasás al espacio del café y hay armado un living, en la planta alta hay dos livings más y un patio terraza”, describió Cecilia sobre la disposición del lugar. Está pensado y diseñado para el disfrute de los gatos, pero también de quienes vayan a visitarlos. Podés jugar con ellos, alimentarlos o simplemente gozar de su compañía.
Son “propietarios” porque los ocho gatitos viven en esa casa y, aunque en los planes de Cecilia está adoptar nuevos inquilinos, hay ciertos requerimientos a cumplir dado que el espacio no está habilitado como hogar de tránsito. Si bien en Rosario ya existen locales gastronómicos pet friendly, Gatogasinos es pionero porque los animales recorren las mesas y se dejan acariciar y alimentar. Una aclaración: comen únicamente el alimento que se les suministra ahí.
Cómo son los gato cafés alrededor del mundo
Taiwán
El pionero es oficialmente el Cat Flower Garden, en Taiwán, que abrió sus puertas en 1998. Ahora pasó a llamarse Café Dogs & Cats y, como su nombre lo indica, incluyó perros en la tienda. Luego abrieron muchísimos más bares de este estilo y los japoneses, viendo el éxito de estas empresas, enseguida copiaron la idea.
Europa
En 2012 abrió en Viena Café Neko, el primer gato-café del continente. El segundo se inauguró en París, al año siguiente. Al poco tiempo, se sumó Madrid con La Gatoteca, Lady Dinhas London, en Inglaterra, y después la mayoría de los países europeos incorporaron esta atracción a sus ciudades. En Berlín también existe el Pee Pee’s Katzencafe que tiene la misma logística que sus colegas: tomar un cafecito, mientras los felinos hacen de las suyas alrededor.
Singapur
También hay un gato-café famoso en Singapur que se dedica a dar refugio a gatos abandonados y a ofrecer un servicio de cafetería a sus visitantes. Los dueños de este lugar, llamado “Neko no Niwa” (“jardín de gatos” en japonés), resaltan la diferencia con los locales de Japón, donde se le da más valor a la estética que a la necesidad de los animales. Como muchos otros cat café del mundo, aquí tienen la misión de concientizar sobre la importancia del bienestar de los felinos.
América
De este lado del mapa también hay varias ciudades que abrieron bares con gatos: Nueva York, Los Ángeles, Cusco, Santiago, Río de Janeiro y Bogotá.