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Teatro 2011. La generación de un público

El camino de la profesionalización finalmente comenzó a ser transitado por el teatro rosarino, en un año donde se destacaron, entre otros, trabajos como “Fraternidad”, “Ito, teatro para bebés” y “Moderna”.

Por Miguel Passarini

 

 

Un pasaje de la singular "Moderna"
"Fraternidad", la elegida del público

 

Versión local de "El secuestro de Isabelita"

 

 

El camino de la profesionalización finalmente comenzó a ser transitado por el teatro rosarino en 2011. Así, una puerta grande se abre en el presente, si es que los grupos terminan de comprender algunos factores ligados con la producción, y dentro de ese enorme apartado, con los modos y mecanismos de difusión, variantes que han demostrado ser el gran basamento de una imprescindible generación de público.

Dentro de esta variante, dos movimientos autogestionados han logrado que el trabajo sostenido genere presencia en el medio, independientemente de que luego las propuestas deban estar a la altura de las circunstancias, algo que no pasa en todos los casos.

Por un lado, un grupo no formal de nuevos creadores que rondan los 30 años y que tiene a la actriz y directora Carla Saccani a la cabeza logró posicionar sus trabajos en la cartelera local, a base de ingenio (el uso de las redes sociales fue determinante) y creatividad, pero con la clara convicción del valor de aquello que se ofrece al público.

Así, la versión de Fraternidad, de Mariano Moro, con dirección de Saccani, pudo superar el periplo que desde comienzos de año debió soportar por los sucesivos cambios de sala, siempre apelando al ingenio y al gran trabajo de Cristian Mengoni y Carlos Chiappero, los protagonistas, quienes encarnan en escena a dos mujeres de alrededor de 50 años.

Pero el mayor mérito de Saccani y su equipo está en haber podido decodificar la impronta de un texto que, si bien está intacto, a nivel de puesta se ve enriquecido y revalorizado por el sustento dramático que suponen cientos de guiños tanto para el adentro como para el afuera del teatro rosarino, un hecho que convirtió a la puesta en uno de los éxitos del año tanto para el público como para la crítica especializada.

Del mismo modo, Sebastián Villar Rojas con Moderna, al frente del grupo Pause, ofreció un entramado entre humor bizarro y algo de tragedia, partiendo de su propia dramaturgia y con un interesante nivel de actuación. Moderna no se parece a nada de lo visto en el teatro rosarino de los últimos años, lo cual ya es un mérito en sí mismo. Una trama imbricada, llena de derivaciones, donde juegan un papel fundamental tanto la casualidad como la causalidad, lleva al espectador desde los atisbos más costumbristas de una comedia brillante (incluso con pasajes del viejo vodevil) a un estadio bizarro, atestado de una información científica difícilmente comprobable, donde aparecen como ejes dramáticos la verdad, la mentira, el amor y el fin del mundo.

Un momento de la premiada "El miedo"
 
Geretto, de regreso con La Maestra

 

Por otra parte, el prolífico colectivo Teatro en Rosario, que agrupa la producción de creadores como Gustavo Guirado, Ricardo Arias, Romina Mazzadi Arro y Esteban Goicoechea, entre algunos otros, más allá de lograr su personería jurídica y recorrer algunos festivales con sus propuestas, ultima los detalles de una revista digital destinada a la crítica y la investigación que funcionará dentro de su página web (www.teatroenrosario.com), y que se sumará a un modo colectivo de difusión de sus producciones.

Por otra parte, de sus propuestas 2011, se destaca el estreno de El miedo (dos vueltas de llave), de Esteban Goicoechea, quien pareciera haber conjugado una serie de variables relacionadas con el miedo, aunque traídas a un presente reconocible (doméstico), a partir del cual elaboró la compleja dramaturgia de la obra, que lleva adelante con un elenco concertado, integrado por Paula García Jurado, Gustavo Sacconi y Ariel Hamoui. El espectáculo resultó ganador frente a un prestigioso jurado del primer premio del concurso de obras teatrales de Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti de Buenos Aires, donde, además, se presentó con una serie de funciones a mediados de año.

Entre las singularidades del año que pasó, y alejado de todo lo conocido en materia de teatro infantil, aparece Ito, teatro para bebés, del grupo Vamos Que Nos Vamos, que dirige Carla Rodríguez, quien concretó una propuesta en la que, desde el campo de lo lúdico, se manifiesta a favor de la simpleza y la emoción, merced al gran trabajo de las actrices y titiriteras Laura Carassai y María Soledad Galván.

 

"Ito", la gran sorpresa de la temporada

Partiendo de la idea de concretar una propuesta para bebés de 0 a 3 años, y luego de trabajar de modo “empírico” con su pequeño hijo Teo en el proceso creativo (desde sus 6 meses a los 2 años, y ahora con el título de “codirector”), la actriz y directora, quien lleva adelante desde hace una década el grupo de teatro infantil Vamos Que Nos Vamos, concretó una propuesta en la que lo instintivo e intuitivo es superador de todo prejuicio, en su devenir por contar la historia de cómo un pequeño gusano de nombre Ito se transforma en una colorida mariposa, dejando a su paso una estela de mensajes positivos tales como el compañerismo, la curiosidad creativa y, sobre todo, el respeto y el amor por la naturaleza.

También se destacaron en 2011 La canción del camino viejo, un proyecto de Línea de Tres que juntó el talento del actor y director teatral Miguel Franchi (El 45), junto con el de los actores Santiago Dejesús (Teatro Katástrofa) y Severo Callaci (Teatro de la Huella), del mismo modo que Guerra fría (lejos de todo), de Juan Hessel, con las actuaciones de Jesica Biancotto, Melisa Martyniuk y Francisco Fissolo,y la versión rosarina de El secuestro de Isabelita, trabajo que implicó el desembarco en Rosario del dramaturgo y director Daniel Dalmaroni.

Si bien la puesta de Dalmaroni, que parte de una anécdota pequeña, busca reflexionar desde el humor (vaya desafío) sobre las contradicciones de la militancia en los años 70, se complejiza (para bien) en un devenir en el que intervienen cuestiones ligadas con aquel momento del peronismo (el de derecha enfrentado al de izquierda), apelando a un ejercicio de memoria en el que se pone en jaque lo ocurrido con el tamiz que implica el paso del tiempo.

De paso por Rosario, otros rosarinos brillaron en los escenarios locales. Tal es el caso de Juan Pablo Geretto, quien regresó y arrasó (en marzo y en noviembre) con su unipersonal Yo amo a mi maestra normal, una singular vuelta de tuerca sobre La Maestra, su personaje más paradigmático.

Del mismo modo, pasó por el Centro Cultural Parque de España la extraordinaria versión porteña de La familia argentina, texto de Alberto Ure (estrenado en Rosario por Rody Bertol), dirigido por Cristina Banegas, con las actuaciones de los rosarinos Claudia Cantero (nominada a varios premios por este trabajo) y Luis Machín, y la porteña Carla Crespo.

Sobre fin de año, nuevamente Carla Saccani al frente de Pasillo Teatro abarrotó dos funciones preestreno de su valiosa versión de El malentendido, de Albert Camus, en la sala Lavardén. Del mismo modo, Ricardo Arias, quien se erige como uno de los pocos que se le anima a Shakespeare, volvió a tomar al Bardo como disparador para concretar Las hijas del Rey Lear, con el esperado regreso a las tablas de David Edery junto a las talentosas Vilma Echeverría, Silvia Ferrari, Elena Guillén y Claudia Schujman.

Seguramente, serán estos dos últimos trabajos, de un altísimo nivel en relación con las actuaciones y la puesta en escena, los que descollarán en la temporada que está por comenzar, sumados a una serie de estrenos y reposiciones que, en su mayoría, se esperan para marzo.

Entre las deudas que no se “pagan”, Rosario sigue sin contar con un festival de teatro propio que revele su vasta y rica producción, del mismo modo que aún se adeuda la creación de una Comedia Municipal que, a través del teatro de repertorio nacional, se convierta en el puente hacia otras propuestas más alternativas y le de trabajo a los teatristas locales. También sigue del lado de las “deudas” que las salas oficiales La Comedia (municipal) y Lavardén (provincial) programen teatro rosarino durante todo el año, donde los elencos puedan hacer sus temporadas. De 2011, vale el intento de Marathon y El malentendido, en La Comedia y la Lavardén, respectivamente, pero todavía no alcanza. Esos espacios deberían estar destinados al teatro local: la calidad que hoy demuestra el teatro independiente rosarino en todas sus variantes amerita el arribo definitivo de sus producciones a esas salas.

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