Brian Tieppo*
“Todo lo que puedas imaginar es real” solía deslizar, con inocencia y cierta malicia, el pintor malagueño Pablo Picasso en numerosos entrevistas. Declaración de principios estéticos y éticos por parte de uno de los fundadores del cubismo o síntomas palpables de la megalomanía de numerosos artistas de la época. La elección presenta matices en donde dicotomizar no resulta útil. Latente permanecerá la inquietud a lo largo de este ensayo.
Aun así, la frase nos permite comprender una forma de concebir al mundo y por sobre todo una manera de relacionarse e intervenir en él, donde la conquista de lo imposible depende más de injerencias mesiánicas que de procesos sociales o comunitarios. Lo comprendido como posible permanecerá en el orden de lo mundano al alcance de cualquiera, mientras que aquello que es figurado como irrealizable e inalcanzable tendrá en estas grandes personalidades los responsables de encontrar las fugas que posibiliten salir de la “abrumadora inercia” de la sociedad.
Los tecnoliberales comparten con sus predecesores la glorificación del elegido que guiará a los pueblos
El tiempo ha transcurrido, con rapidez y sin piedad, desde que artistas y filósofos transitaban los programas radiales y televisivos haciéndose cargo de las incertidumbres y utopías de un futuro nunca resuelto. La fama les es esquiva y sus declaraciones significativas solo para porciones menores y encumbradas de nuestra sociedad. No obstante, la humanidad no ha renunciado a su vocación por encumbrar personajes y relatos que aporten claridad y nos arropen frente a un porvenir cada vez más incierto. Los Picasso, Breton, Dalí, Kahlo dan paso a los Zuckerberg, Musk, Gate, los Page y Brin.
Abocados a artes y técnicas completamente diferentes, estos tecnoliberales comparten con sus predecesores la glorificación de la figura del elegido que guiará a los pueblos. Andy Hertzfeld, programador y miembro del primer grupo de creadores de Macintosh, retrata con exactitud el comportamiento libidinal que conducía las acciones de Steve Jobs, fundador de Apple: “Vivía en la idea delirante nietzscheana de ser un elegido al que nada debía detener, un visionario cuya misión era aportar a las personas lo que son demasiado estúpidas para imaginar”.
El “no future” del punk rock de los 80 se invierte por un “no limit”, donde decenas de “emprendedores” salidos de sus “garajes” se arrojan a la conquista de la vida apoyándose en sus tecnologías de vanguardia, el control de los datos y el manejo algorítmico de las conductas.
Hacer del mundo un lugar mejor: el credo de las misas empresariales TED
Este grupo de “innovadores”, nucleados en los terrenos de Sillicon Valley a orillas del Océano Pacifico, encarna el insolente e irrefrenable triunfo empresarial de nuestros tiempos. Pregonando el “hipercrecimiento”, de éxito en éxito se han conducido en los últimos años, sirviéndose de un relato construido en torno a una retórica sofisticada difundida en axiomas simples: “Hacer del mundo un lugar mejor”, “desplazar los horizontes”, “liberar las fuerzas vivas de la juventud”, se escuchan en las nuevas misas empresariales y charlas TED a lo largo y ancho del globo.
Este faro mundial, tecnológico y corporativo, desde donde sus todopoderosos magnates planifican al unísono inmensas evasiones tributarias y la supresión de las imperfecciones de la vida a partir de la organización algorítmica, ha sufrido en las últimas semanas dos grandes golpes de frentes que hasta el momento permanecían inexpugnables: el que remite a la construcción del mito y donde se exporta el modelo empresarial.
Un movimiento que busca la mercantilización entera de las vidas y una organización algorítmica de la sociedad
Por un lado, el estreno en su principal plataforma de streaming, Netflix, de una película como Don´t Look Up (No Mires Arriba), que por primera vez pondrá en entredicho la figura de estos “gurús digitales” y sus prácticas con el poder político. El retrato se nos presenta perfecto y podría encajarle a cualquiera de estos “pioneros de la nueva era”: ajenos al saco y corbata característicos del mundo empresarial, se esfuerzan por conservar una apariencia “joven, cool y despreocupada”; donde los intereses individuales y colectivos se encuentran al servicio de deducciones promédiales, las cuales eliminaran lo “erróneo” de lo sensitivo e intuitivo.
El film retrata de manera satírica un comportamiento común de estas voluntades todopoderosas, donde el pregón de la liberación sin límites en beneficio del avance de la humanidad no encontrará su frontera ni siquiera cuando la existencia de la raza humana se encuentre en peligro. El mito de pureza y desapego, de jovialidad y desinterés por parte de este selecto grupo de empresarios, empieza a entrar en contradicción.
Por otro lado, a comienzos de este año, el gigante del Oeste de los Estados Unidos sufría un inesperado daño a su “filosofía corporativa”, contrapuesta desde sus inicios con el modelo industrial clásico, juzgado como obsoleto y deficitario.
La estafa millonaria urdida por la joven propietaria de Theranos, Elizabeth Holmes –“la próxima Steve Jobs” según la prestigiosa revista Inc o la “multimillonaria más joven del mundo que se formó a sí misma” como reza la tapa de Forbes– muestra los nulos limites morales y jurídicos de este credo de florecimiento liberal y rechazo a toda regulación juzgada coercitiva. A la filtración de datos del CEO de Facebook; las denuncias por acoso sexual y discriminación contra Travis Kalanick, fundador de UBER; este nuevo escándalo vuelve a plantear dudas acerca del modelo empresarial de Sillicon Valley.
Ambos fenómenos, originados en su centro más íntimo, no auguran cataclismos ni cambios epocales. Sin embargo, el movimiento que busca la mercantilización entera de nuestras vidas y una organización algorítmica de la sociedad muestra sus primeras fallas, donde las pulsiones libidinales de estos “superhéroes” podrían conducirnos a escenarios lejanos al “futuro soñado”.
Fuente de inspiración para proyectos desmesurados
Ya ha pasado más de medio siglo de la publicación del artista español donde en 11 litografías se va descomponiendo a “El Toro” en sus partes esenciales, eliminando lo superfluo. Aquel animal robusto y macizo presentado en la primera imagen, finaliza en la onceava pintura como un dibujo de líneas simples, casi infantiles.
Steve Jobs realizó odas a esta obra pictórica, donde la simpleza, sin trazos complejos ni detalles, permite continuar captando el sentido ontológico del rumiante. Quizás también, en la descomposición y control de la vida hasta lo ínfimo, encontró una fuente de inspiración para sus desmesurados proyectos.
*Licenciado en Ciencia Política