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Televisión argentina: crisis terminal y mentiras irremontables frente a un necesario cambio de época

Con los números que no acompañan a Marcelo Tinelli, Jorge Rial que se bajó de “TV Nostra” por el mismo motivo, y Mirtha y Susana retiradas saludablemente a cuarteles de invierno, todo indica que una nueva generación toma la posta de la tevé criolla   

La caída de los dioses intocables de la pantalla chica vernácula ya es un hecho y un saludable recambio generacional hace tiempo que pedía pista y parece estar por estas horas en pleno aterrizaje.

En una empobrecida televisión argentina, casi sin producción de contenidos desde mucho antes de la pandemia, en tiempos en los que el macrismo destrozaba todo lo que le pasaba por delante, algunos indicios dan cuenta que por estos días se transita el fin de una era, donde algunos supuestos intocables, ausentes de la tevé o con regresos fallidos, pueden seguir tranquilos con su retiro a cuarteles de invierno porque el mundo continúa, y aunque sea un lugar común, nadie es imprescindible, sobre todo en la televisión.

En algunos casos, ese retiro es por elección, y en otros, obligado por las arbitrariedades de una pandemia que no da tregua pero que, al mismo tiempo, cambió rotundamente (y para siempre) los modos de consumos televisivos en el país, algo de lo que el resto del mundo no está ajeno pero en muchos casos estaba mejor preparado. Hoy reina el on-demand con Netflix a la cabeza y la tevé abierta hace malabares para sostener sus magros productos en el aire.

El público, la franja ancha, miró para el costado ante el rimbombante regreso de Marcelo Tinelli de hace un par de semanas, quien por estos días intenta dar pelea con números que no lo acompañan, ante un supuestamente renovado ShowMatch que poco y nada tiene de renovación y que por momentos, con la banal excusa del “homenaje”, retrotrae a la peor televisión de los años 90, en particular con los viernes de humor. Allí no le quedó más remedio que parodiar a Masterchef Celebrity, que lo duplica cómodamente en el rating, con una versión de imitadores de políticos como el viejo Gran Cuñado, lo que expresa, también, que en la televisión lo que faltan son ideas y oportunidades a nuevos creadores porque los que están, aburren.

Casi en paralelo, Jorge Rial pegó un portazo el viernes último y a menos dos meses del comienzo, se despidió del muy anunciado TV Nostra, un programa que estaba para más pero que no encontró el clima buscado, especulando con un año político que no termina de arrancar, marcado por las complejidades de la segunda ola de coronavirus, y con un staff de columnistas híbrido que nunca encontró el feedback que requiere ese formato.

De todos modos, mirando a cámara, y en tono de sincericidio, Rial ofreció uno de los discursos más honestos de los que se tengan memoria en una televisión donde la mentira es moneda corriente: “Me dieron una Ferrari y la choqué”, expresó. Atónitos quedaron sus compañeros, que se enteraron de la cuestión un par de horas antes y hoy, pasado el mal trago, reclaman que no fueron consultados ni escuchados, como si la televisión escuchara a alguien cuando el rating no acompaña.

«Me dieron una Ferrari y la choqué», dijo Jorge Rial y dio por terminado “TV Nostra”

Del lado de las blondas conductoras que llenaron por décadas livings y comedores de frivolidad y operetas políticas, denostando a la clase más empobrecida del país que es la que siempre les dio rating y millones, Susana Giménez, autoexiliada en Uruguay y destilando veneno en contra del país y del actual gobierno, casi ni piensa en el regreso pero parece que en Telefé, con 40 meses como señal líder, no la extrañan ni necesitan.

Algo similar pasó con Mirtha Legrand, que después de cinco décadas de conducir sus clásicos almuerzos (y su similar, en formato nocturno de los últimos años), tiene que ver desde su casa cómo Juana Viale, su nieta heredera del trono, se acomodó en su silla y todo indica que llegó para quedarse, más allá de su demostrada ineptitud para la conducción (le pasa lo mismo a la hora de actuar), su incapacidad para repreguntar, y por la conjunción de ambas cosas, sus deslucidas performances cuando la producción le arma un cuestionario. La confirmación de esa teoría fue la ¿entrevista? del último fin de semana con Mauricio Macri: no hubo repreguntas, no estuvo esa pregunta incómoda pero necesaria que sí hubiese hecho la reina madre, y el público se mudó a Telefé que volvió a ganar. PH Podemos hablar, en la vereda de enfrente, apeló al humor y a la emoción frente al fatal recuerdo de los cuatro años de la presidencia del señor que a las 19, y con el país en llamas, se encerraba a mirar series, y se quedó con el mejor número del sábado.

Es así como los éxitos de la televisión del presente, con poca producción, mucha gente hablando y con números que a partir de los dos dígitos hacen pensar en éxitos descomunales, están en manos de una nueva generación de conductores y conductoras, algunos con más o menos recorrido pero muy lejos de los supuestos intocables de la pantalla chica que facturaron millones en el uno a uno y amasaron grandes fortunas cuyos destinos no se dirimen en la banca nacional.

La lista la encabeza Santiago del Moro al frente de Masterchef Celebrity, con una primera temporada arrasadora, una segunda que no se queda atrás (termina el próximo 20 de junio) y una tercera que ya está en preproducción. Le sigue de cerca el gran hallazgo de la tevé pandemia: el músico, humorista y ex catequista Jey Mammon, que movió el rating de la medianoche de América con Los Mammones y que desde este lunes está llamado a ocupar el prime time que dejó libre Rial, con un debut que superó los 3 puntos cuando TV Nostra no llegaba a un dígito. En su lugar arrancó una versión trasnochada de Intrusos, con Rodrigo Lussich y Adrián Pallares, quienes se quedaron a cargo de su histórica versión de la tarde y mejoraron incluso su performance en materia de rating, con otro émulo, sólo con la conducción de Lussich (Los Escandalones) que se arriesgó al horario central de los domingos.

Otros dos que sostienen sus performances desde hace tiempo son Iván de Pineda con Pasapalabra y Guido Kaczka con Bienvenidos a bordo, dos envíos que sostienen su público más allá de los cambios de horarios e incluso de señal, y algo similar ocurre con el actor Darío Barassi al frente de 100 Argentinos dicen.

Por su parte, Florencia Peña (Flor de equipo) y Verónica Lozano (Cortá por Lozano), ambas sumando puntos para Telefé, pertenecen a esa generación intermedia de mujeres que supieron acomodarse a los cambios de la tevé y hoy disfrutan, con sus personales estilos, del acompañamiento del público.

Pero si algo está claro es que la pantalla chica argentina necesita aire, un recambio de figuras, nuevos nombres e ideas originales. Y también apostar a formatos que en otros momentos marcaron su temperatura como pasa con algunas variantes de la ficción, hoy ausente y al mismo tiempo gestando cambios en sus modos y contenidos frente a una nueva era de latas exitosas y baratas. Pero necesita aire, también, porque la televisión, notablemente operada políticamente, se alejó mucho de una supuesta legitimación de verdades absolutas que ya no existen y muchos menos en el contexto de una pandemia, donde la verdad se volvió el bien más preciado. De hecho, todo indica que ya es hora de dudar de lo que se ve y se escucha en la televisión, donde se asegura, sin remilgos, que Shakespeare acaba de morir en Londres, cuando pasaron 400 años de ese acontecimiento.

Con números que no lo acompañan, la televisión argentina ya puede prescindir de Marcelo Tinelli  

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