Por Luis Novaresio. La interna obligatoria de mayo será otro paso en el ejercicio novedoso de la democracia partidaria y tendrá un especial acento en el socialismo santafesino, porque romperá con la tradición de los acuerdos paridos en la mesa de negociación que siempre los marcó. Cabe todavía preguntarse si este partido soportará el resultado numérico en unidad o si las heridas ya causadas demandarán alguna amputación política. “De lo único que estoy seguro es de que el PS no se rompe”, asevera uno de los fundadores del partido. “Hay que ver si se dobla y para qué lado”, se ríe el mismo militante.
Rubén Giustiniani y Antonio Bonfatti les explican a quienes quieran oírlos que no habrá cisma. Los dos coinciden, por separado, claro, en que es imposible comparar la situación actual con lo que ocurrió con Héctor Cavallero en 1995, cuando pateó el tablero llamando a navegar en un río caudaloso y no en un arroyo “purito purito” como querían los que hoy están en el socialismo. Los dos precandidatos usan ante los suyos la misma expresión: “Cavallero nos arrastraba con atolondramiento al menemismo. No quiso esperar cuatro años más y apostar al Frepaso y a la centroizquierda, que nos hubiera dado una victoria segura”. Pero, ¿es posible salir indemnes de esta interna en la que el primer gobernador socialista de la Argentina le dice al presidente de su partido que atrasa y que padece de hipoacusia política?
Giustiniani no habla directamente con Binner, en serio, desde febrero de este año. En el acto homenaje a Guillermo Estévez Boero cruzaron su último diálogo. Y no fue amable. Uno le dijo que quería ir por la gobernación. El otro, que su plan era imponer a un ministro de su gobierno. Y, desde entonces, la persiana se bajó en ambos mostradores.
“El problema de Hermes es que lo único que quiere de verdad, con convicción, es ser gobernador de Santa Fe otra vez. Y eso no se puede porque la reforma de la Constitución nunca cuajó. De ahí su reacción virulenta con Pechito (Giustiniani)”. El autor de esta afirmación es un dirigente muy cercano al titular de la Casa Gris, que suplica extrema reserva. Los que se atreven a interpretar el actual devenir de este mesurado y hasta parco descendiente de suizos, diagnostican el momento del gobernador como el síndrome límbico de futuro político. “Hermes está en el limbo de tener todo a la alcance de una mano: ser candidato a presidente con buenas chances electorales, a vice, ser la amalgama respetada por todos de una concertación de centroizquierda progresista a nivel nacional «a lo Lula», pero todo esto le es intangible. Él querría ser gobernador por cuatro años más. Y no puede”. Frente a esa imposibilidad y ante tanto reconocimiento externo, cree que posee un derecho indiscutible de nominar a su sucesor. Y alguien (Giustiniani, en este caso) le dijo que no. Un verdadero tsunami para el binnerismo que separa aguas y tierras en dos.
Coincidencias de los precandidatos
Hacia afuera, Bonfatti y Giustiniani confiesan que la interna del peronismo viene para Agustín Rossi. Las cifras, dicen sus asesores, lo ubican con 7 u 8 puntos de diferencia sobre Rafael Bielsa. Saben que el Chivo será un oponente duro porque el efecto arrastre de Cristina se va a hacer sentir. “Prepárense para verla muy seguido a la presidenta una vez que se lance la campaña para gobernador”, anticipa uno de los hombres que hace números en el búnker socialista.
Hacia adentro, saben que las encuestas son parejas. El ministro confía en la campaña de estas semanas tomado de la mano del gobernador. Giustiniani rezonga por ese acompañamiento y por la enorme cantidad de publicidad televisiva en Rosario y Santa Fe disparada por sus oponentes. “Nosotros no tenemos tanta plata”, acompaña en la queja el coordinador de campaña del senador.
Los dos quieren capitalizar algunos nombres de la gestión Binner. El senador nacional nombra siempre, y en primer término, a Miguel Ángel Cappiello, a quien le gustaría tener en su eventual gabinete. Y, luego, usa los apelativos de pila para destacar a Chiqui (González), Élida (Rasino) y Héctor (Superti). Los asesores de Bonfatti, por obvias razones, marcan que los actuales ministros son un lujo y que detrás de ellos hay cuadros de años formados para la función. Se vaticina una sorpresa cuando se pregunta quién debería ser el ministro coordinador si se ganaran los comicios. Una gran sorpresa.
Con Mario Barletta ambos afirman tener una muy buena relación. La recíproca radical se hace sentir con más fuerza hacia el carril de Giustiniani. Los dos prometen respetar el acuerdo frentista de distribución de cargos con el partido del intendente de Santa Fe, al que le adjudican un techo máximo de 10 por ciento de votos en la interna. Hay palmario acuerdo respecto de Jorge Boasso: no lo quiere ninguno de los dos. “No lo veo nunca”, dice uno. “Es muy conflictivo”, dice el otro.
Son mesurados con Miguel Lifschitz: evidentemente saben que el lord mayor de Rosario proyecta desde el Senado hacerse conocer en toda la provincia. Por el momento, los precandidatos calculan cuántas fotos se saca Miguel con cada uno. Hasta ahora, gana Bonfatti.
Otra coincidencia: quieren la reforma de la Constitución. Los seguidores de Bonfatti aconsejan anunciar el mismo 23 un llamado a la oposición para firmar un acuerdo de compromiso hacia 2012.
Si alzan la vista y escrutan el panorama nacional, desconfían de la UCR. “Alfonsín va perdiendo monedas a cada paso”, dijo Bonfatti mientras cebaba mates a sus contertulios. “Ni los radicales saben hacia dónde van después de las deserciones de Sanz y Cobos y las charlas anárquicas que pendulan desde Solanas hasta De Narváez”, diagnostican los hombres del mandamás del PS. Todos creen que Binner debería jugarse a aspirar al Ejecutivo nacional.
Es interesante, por fin, la respuesta coincidente cuando son consultados sobre Carlos Reutemann. “El Lole está definitivamente en boxes”, sostiene un hombre de primera línea de Bonfatti. “Reutemann no sale sin paraguas si el cielo está oscuro”, grafica un giustinianista que afirma repetir a su jefe.
Volviendo al futuro
“Yo no espero disculpas de nadie”, comenta Giustiniani en voz baja con amigos. No todos le creen. Uno, en el dolor, suele verbalizar frases que se desean no retóricas. Lector incansable que ahora prefiere repasar Octaedro, de Julio Cortázar, mientas viaja al departamento Las Colonias para hacer campaña, el senador del PS considera que la relación con Binner será más distante, menos afectuosa y sólo en lo imprescindible una vez que se supere el trámite electoral. “Con Antonio nunca corté el diálogo –le aclara a sus amigos–. Al menos fue más cuidadoso”. El ministro, que ganó el lugar más importante del actual gobierno provincial gracias a su cintura política y a su indiscutida capacidad de negociación, le sigue achacando a su oponente un grosero error de cálculo: no asumió la función de presidente del partido llamado a ser el polo de centro izquierda. La frialdad hacia Giustiniani es más patente.
Si cupiese, sería útil usar el prisma peronista para analizar esta contienda inédita en el socialismo y conocer si, de verdad, la organización siempre se impone y supera a los hombres. A todos. A los candidatos y al propio Hermes Binner. Para saberlo faltan, apenas, 20 días.