Es probable que aun hoy siga llegando gente de todo el país a Salto Grande, a visitar a la Virgen que llora sangre. También puede ser que el pueblo se haya acostumbrado a esta situación; y seguramente las preguntas están dando vueltas por las pocas calles de la localidad vecina. “¿Por qué acá?” “¿Qué hacemos ahora?” “¿Qué significa esto?”, tal como se repitieron una y otra vez las autoridades y vecinos del lugar. A 55 kilómetros de allí, precisamente en una casa del barrio Fisherton de Rosario, el sacerdote Daniel Siñeriz dialogo con El Ciudadano y reflexiono alrededor de estas preguntas.
Siñeriz no tiene certezas. Él prefiere apostar a una travesura humana, a agotar las instancias científicas para luego ir por lo extraordinario y milagroso. Sin embargo, eso no quita que no pueda hacer un análisis sobre la fe y la movilización que un hecho extraordinario como éste implica. Es más: el cura ha hecho su propio análisis del hecho y hasta buscó su propio significado al fenómeno. En ese sentido, el religioso aclaró que las significaciones y sensaciones al respecto son “sumamente personales”, y que están basadas, principalmente, en la necesidad de buscar una ayuda especial para solucionar “situaciones de angustia”.
“Posiblemente, ante un fenómeno así, que llama la atención e impacta, la gente visualiza una ayuda especial, una gracia especial”, reflexionó Siñeriz. Para él, “la gente siempre está dispuesta a buscar algo que le ayude”, principalmente porque “son muchos los que viven en situaciones de angustia”; situaciones que no son exclusivamente para quienes están “por fuera del sistema”. Actualmente, “lo que no se alivia es la expectativa de mucha gente, que en general tiene una visión muy reducida en cuanto al horizonte o al sentido de su vida”, dice.
Siempre, a lo largo de la historia y en todo el mundo, han aparecido imágenes fantásticas y movilizantes, como sucedió ahora. Contextos de hambre, pestes, donde el fenómeno religioso estuvo presente y la reacción de la gente siempre fue la misma: buscar una solución. “La persona frente a un fenómeno que la asusta y hace temer, se siente desbordada, y en ese desborde lo que necesita es un auxilio también desbordante”, desanda el sacerdote.
—¿Y cómo se sale de eso?
—“Lógicamente, en esta búsqueda de auxilio el sistema nos ha llevado a buscar soluciones individuales. Es lo que hace mucha gente en el padre Ignacio, que es otro fenómeno, pero permanente. Cada uno va a buscar una solución a su problema: van un montón de personas, pero cada una va sola”, completa Siñeriz.
“Ante eso, es muy complejo encontrar una solución común, genérica, a fenómenos como éste. Cada quien lo interpreta como lo necesita y siente. No hay que olvidarse: cuando la Virgen fue noticia, circulaba más de una razón sobre por qué pasaba eso en Salto Grande. Pero además, cabe marcar el efecto «de contagio» que tiene este tipo de hechos, que hasta pueden hacer que algunos no creyentes lleguen a plantearse interrogantes: «Che, ¿no será cierto esto?»”, sostiene.
Como ya se dijo, gran parte de los anoticiados del hecho trataron de encontrarle una explicación: desde que es “una joda”, hasta que significa una calamidad para el pueblo. Siñeriz no se quedó atrás en la búsqueda de explicaciones, y ante el fenómeno tiene sus propias teorías: “En lo personal, en estos días me pregunté cómo me acerco a este fenómeno desde mi lugar de creyente. Y, aunque un poco extremistas, saqué algunas conclusiones”. Siñeriz apunta que el fenómeno ocurrió “el 3D”, y que él tiene “muchas D para poner”: “Digo que este sistema trabaja en base a la Deuda, que nos Despoja y que, como no mira las consecuencias de lo que hace, produce y consume: Depreda. Mis 3D son esas: la deuda, el despojo y la depredación. Y frente a semejante situación que produce tanto sufrimiento, ¿cómo no va llorar la Virgen? ¡Tendría que estar todo el día llorando! Por eso digo que para salir de todo esto tenemos que hacer, paradójicamente, un Salto Grande”.
Y agregó: “Todo esto me hizo recordar, pensar, en que hay una imagen muy directa y comprometedora que inventó Jesús, y que es él mismo identificándose con la persona que sufre, el más pequeño, el último. Fenómenos como el de Salto Grande hacen reaccionar, pero las reacciones espasmódicas no sirven para construir algo distinto. Para eso hacen falta convicciones, actitudes y compromisos. Estos fenómenos tienen el beneficio positivo de levantar el ánimo de la gente y fortalecer la esperanza. Pero tienen el planteo negativo de no dejar comprometido a nadie con nadie, sino a cada uno consigo. Fácilmente me puedo seguir desentendiendo del otro, sin pensar que ése que sufre es la imagen más cercana que tenemos de Dios”.
Comentarios