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“Tenemos que venerar el agua como algo sagrado”

Por Santiago Baraldi.- Invitado por la Cátedra Libre, el experto advirtió que la naturaleza ya no “soporta más” el modelo actual.

“La naturaleza nos está diciendo:  «Cambia, no soporto más»”. La naturaleza todos los días manifiesta su dolor por lo que hacen sus hijos. Se manifiesta en el calentamiento global, y eso no se cambia con un remedio sino con un proceso de cambio cultural en las personas, de toma de conciencia”, señaló con preocupación el referente ambientalista brasileño Nelton Friedrich, quien participó de la firma del Pacto Latinoamericano del Agua que se realizó en la sede la Universidad Nacional de Rosario, invitado por la Cátedra del Agua que promociona al abogado Aníbal Faccendini. Dedicado hace década de la causa ambiental, Friedrich es director de Coordinación y Medio Ambiente de la corporación Itaipú Binacional y está al frente del Programa Cultivando Agua Buena.

—¿Qué es el Pacto Latinoamericano del Agua?

—El Pacto plantea que el agua es un bien común universal y que requiere una corresponsabilidad entre Estado y ciudadanía; además de la necesidad de equidad social en América latina y la participación ciudadana. La temática del agua no se debe dejar solamente a los expertos sino que es necesario que haya una síntesis entre la academia formal y el saber popular. Es un Pacto que llama a adherir, protagonizar y movilizarse en los distintos barrios de la ciudad para generar conciencia y para sumar firmas para llevar a la Cumbre Río+20 que se realizará en el próximo mes de junio al cumplirse 20 años de la Cumbre del 92 de desarrollo y ambiente.

—¿Qué cosas cambiaron de aquella Cumbre de Río?

—Seguimos teniendo cerca de 700 millones de latinoamericanos que no tienen acceso al agua potable por falta de inversiones. Algunas cosas se corrigieron y otras empeoraron, como por ejemplo el calentamiento global: hay cambios climáticos visibles, hay escasez y degradación del agua, nos falta agua de calidad. Aparecieron nuevas enfermedades en los animales que se la transmiten a los humanos como pasó con la gripe aviar, donde el origen tiene que ver con la mala calidad del agua. El problema es grave porque no está en la agenda de los grandes centros de decisión del planeta. Hay dos temas centrales que son la economía verde –de bajo carbono– y la erradicación de la pobreza.

—Es decir que 20 años después hay temas que son recurrentes…

—Hay que luchar para que exista una Agencia Internacional de Medio Ambiente que contenga a todas las organizaciones mundiales que se ocupan del tema. Hace 20 años hablábamos únicamente de ecología sin integrarla a la economía y los problemas sociales. Planteamos que la economía verde es una economía de bien común, donde no todo puede ser mercancía. El mercado tiene que tener límite, los bienes de la naturaleza son un bien común a todos los habitantes del planeta.

—¿La idea es que en la próxima Cumbre Río+20 participen los políticos para que también se involucren?

—Si no se hacen profundos cambios en los sistemas de producción y de consumo no vamos a salir, porque no estamos pasando por una crisis ambiental solamente, sino que también es social, es cultural. Es una crisis de la civilización, un modelo que se agotó. Un modelo de conquistar, de tener, tener y tener a cualquier precio. La naturaleza nos está diciendo: «Cambia, no soporto más». La naturaleza todos los días manifiesta su dolor por lo que hacen sus hijos. Se manifiesta en el calentamiento global, y eso no se cambia con un remedio sino con un proceso de cambio cultural en las personas, de toma de conciencia. La economía y el ambientalismo no deben ir separados.

—En Rosario la proximidad al río Paraná hace que los rosarinos sean los que más agua por habitante consumen respecto al resto del país…

—No hay una cultura de respeto a la naturaleza y de austeridad. Paradójicamente, la cercanía al río Paraná juega en contra, porque la gente cree que es eterno, que es eterna la potabilización y que no cuesta nada. El agua es un bien escaso, el hombre no puede fabricar agua, lo hacen las nubes. Hay cosas que son de y para la naturaleza, y no del mercado. Por ejemplo, aquí se derrocha mucha agua, hay cañerías obsoletas que pierden agua, hay falta de inversión, porque la red es vetusta y no es un problema del gobierno actual, sino que es estructural. Cuando pagamos la boleta, el 40 por ciento de lo que pagamos fue para consumo y el resto se perdió en lavado de coches o de veredas… Debe haber una cultura del cuidado del agua. Hablar del agua es hablar de democracia, porque es un bien común, para todos. Considerar el agua como algo sagrado como se hacía en la antigüedad es importante: la tenemos que venerar como algo sagrado y no como mercancía.

—¿Es equivocado pensar que las potencias mundiales tienen en la mira las reservas de agua dulce como el Acuífero Guaraní?

—Si el Acuífero se transforma en una mercancía es una estupidez. Al acuífero no es un gran caudal de agua potable, hay distintas aguas, hay salobre, con exceso de flúor, es una de las reservas más grandes de agua que tenemos en el subsuelo. Pero si el hombre no sabe cuidar las aguas superficiales, cómo va a cuidar de las aguas subterráneas. Es necesario hacer una armonización de la explotación del Acuífero Guaraní, somos cuatro países que estamos involucrados y tenemos que tener un consenso. Cómo, cuándo y por qué explorar, cómo, soberanamente, armonizamos el manejo de un bien tan escaso. El Acuífero Guaraní podría dar agua a 720 millones de habitantes, casi la población de toda América, y paradójicamente hay 70 millones que no tienen acceso al agua potable. Es importante que lo global se aplique en lo local, para que haya justicia ambiental debe haber justicia social, integrar al hombre a la naturaleza.

—¿Cómo afectan los regimenes de lluvia en la cuenca del Paraná?

—Hay una contradicción porque los mares crecen por el deshielo producto del calentamiento global y los ríos bajan por falta de lluvia donde nacen. Se están produciendo problemas en las nacientes de los ríos. Nosotros somos hijos de la Cuenca del Paraná y del Plata y cada uno tiene que cuidar su parte, ningún país es dueño del río, es un bien común. La naturaleza necesita 400 años para producir un centímetro de suelo fértil, por ello hay que proteger la franjas de protección de los pequeños ríos, con una forestación a 30 metros de las orillas. El ser humano tiene las pestañas para protegerse los ojos; las franjas de protección de los ríos hacen que tengamos mejor agua.

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