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«Tengo la ambición de un periodismo feminista popular»

La periodista bonaerense Luciana Peker presentará en los próximos su nuevo libro, "Putita golosa", en Rosario. "Lo maravilloso del feminismo es que tiene una curiosidad intelectual enorme y además implica un desafío que no te deja sentarte tranquila"

La periodista Luciana Peker (Buenos Aires, 1973) se animó en «Putita golosa» a entrecruzar voces de distintos ámbitos con experiencias personales para pensar y dar cuenta de los modos en los que el placer y el deseo de las mujeres se politizan en un feminismo del goce.

Mediante el ensayo, el periodismo, la crónica y la poesía, la también autora de «La revolución de las mujeres no era solo una píldora» y «Mujeres Ferroviarias, experiencias de vida sobre rieles» da forma, en este libro editado por Galerna, a la construcción de un discurso social sobre el feminismo en el que el placer, el amor y la intimidad se leen en clave política.

«Que haya aparecido la palabra femicidio en los diarios fue a base de gritos, plantones y muchas lloradas en los baños. Soy hija de la disputa. No quiero hablarle a los convencidos, por eso tengo la ambición de un periodismo feminista popular», enfatiza Peker, quien se define como «nacida y criada en la disputa de poder».

—¿Cómo surgió el título del libro?

—Leí un tuit con una bandera que Rosario Central le colgó a Newell’s con el nombre «Putita golosa» y sentí una identificación absoluta. Tuvo que ver con una gimnasia del feminismo, de hacer orgullo con lo que te menoscabaron. La idea de «putita golosa» es despectiva porque quien recibe las goles va a ser putita y golosa. La palabra golosa tiene una identidad que no solo tiene que ver con ser flaca, gorda, tampoco con lo que comés y te gusta. Tiene que ver con una metáfora del fútbol y la política en la Argentina, y con que todas las situaciones de derrota son asociadas con la sexualidad femenina.

—»La revolución de las mujeres» había una sistematización de los hechos y las leyes que daban cuenta de esa revolución. En este se suman textos más personales. ¿Cómo se fue entretejiendo ese cruce de formatos?

—Por mi trayectoria periodística tengo un tono más duro que quizás está más en ese primer libro, en el que intento legitimar que la palabra revolución es por un montón de logros. En cambio en «Putita golosa» me expongo mucho más en la narración. Intento decir que tenemos logros pero que también pagamos precios, entonces hay un tono más subjetivo porque la identidad es política. Además está relacionado con un feminismo que propone poner el cuerpo y un periodismo con perspectiva de género que defiendo que es sensible o no puede ser.

—En el libro hay voces del ámbito de la academia, del espectáculo, referentes feministas. ¿Cómo fue esa selección?

—Lo maravilloso del feminismo es que tiene una curiosidad intelectual enorme y además implica un desafío que no te deja sentarte tranquila. En este libro indago en ciertos temas que son nuevos para el feminismo como el destrato amoroso o el desencuentro. Si un hombre le pega a una mujer no voy a dudar si es violencia o no, tengo seguridad ciento por ciento. En los temas amorosos y eróticos tengo reflexiones, pero creo que es un tema abierto, se juega mucho más la subjetividad. Fue una decisión explicita abrirlo a voces de muchas escritoras y escritores. Primero, no quería quedarme con la propiedad de las voces sobre el deseo, el amor, la pareja, el sexo. Y segundo quería mostrarle a la lectora que tiene una pareja clásica, que siente que todo sigue más o menos igual, que vea el nivel de cambio vertiginoso en la cuestión erótica de este momento.

—Recuperás una reflexión de Julia Constenla que decía que «el Che Guevara no nace no por la opresión, sino contra la opresión», porque nació un 14 de mayo pero su madre lo anotó un mes después porque le ocultó a su familia que se casó embarazada.

—Eso sale de su libro sobre la madre del Che. Me parece interesante cómo la historia de su nacimiento es la historia de la rebeldía a los cánones sexuales. Fue la rebeldía de tener relaciones prematrimoniales, pero también expone la opresión de alguien que se va a otra provincia para tenerlo y miente sobre el nacimiento de su hijo con tal de no herir a sus tías conservadoras. Nuestro gran héroe latinoamericano por la igualdad social es fruto de esa opresión pero también de la lucha por no seguir la opresión. Celia de la Serna es una figura muy convocante, que nadaba contra la corriente, es un ejemplo de maternidad politizada.

—En el libro está muy presente tu propia maternidad.

—Para mí la maternidad es un motor de escritura, de trabajo, de vida. No creo en idealizar la maternidad, pero creo en resignificarla. No tengo ninguna duda que mis hijos potencian mi energía creativa, fueron los que más me impulsaron a encontrar mi voz literaria. La gran frase con mi hija es «Yo lucho contra el machismo, no le gané».

—Al principio decís que hay que «dejar de condenarse a insomnios personales para gritarse en un salto colectivo». ¿Cuál creés que es hoy el desafío del feminismo?

—Hay un desafío al que estamos llegando que es poder construir una voz genuina y sincera, que no sea impostada, que tiene que ver con relacionar las sensaciones con las banderas políticas. El enorme desafío real es que el feminismo hoy es la única resistencia al poder conservador en la Argentina y el primer mundo. Desde los países islámicos o de procedencia árabe o musulmana, hasta en Latinoamérica.

—En ese sentido, señalás que únicamente en nuestra región hubo dos presidentas con dos mandatos consecutivos.

—Sí, Cristina Kirchner y Dilma Rousseff. A su vez, Michelle Bachelet, con un período salteado en Chile. Argentina tiene buenos indicadores de género en Naciones Unidas y está en el lugar 76 por su nivel de representación política. Aún hoy, aunque haya cambiado el paradigma de mujeres en el poder, tiene una vicepresidenta y una gobernadora. Eso no pudo pasar en los Estados Unidos y no fue por casualidad. Donald Trump ganó gracias a su misoginia, no a pesar de ella. Y la primera marcha en su contra fue de mujeres. El gran movimiento de oposición, que se creía que iba a ser el partido demócrata u otros sectores sociales, fue el #Metoo en la alfombra roja de los Globos de Oro. No tengo ninguna duda que el feminismo expresa una resistencia política contra las desigualdades y, a la vez, expresa todavía la expectativa de la posibilidad de cambio. No le tengo miedo al machismo clásico sino al nuevo.

—¿Por ejemplo?

—Alejandro Biondini en la marcha antiderechos del domingo, los sectores neofascistas que se reorganizan con el feminismo como enemigo. La descripción del Tea Party en los Estados Unidos, los sectores reaccionarios de Brasil asesinando a Marielle Franco y persiguiendo a Judith Buther en un aeropuerto, el golpe misógino a Dilma. Es un poder conservador muy serio, muy decidido y peligroso.

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