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Tensiones, miserias e intimidades de una familia en un tórrido día de verano

En “Solo soy uno que llora”, su última novela, la rosarina Virginia Ducler vuelve a la autoficción practicada en sus libros anteriores para describir un espacio como un campo de batalla donde, a través de una polifonía de voces, se dirimen cuestiones de herencia en un contexto familiar

Una quinta familiar se convierte en campo de batalla. Un 28 de diciembre, aquella semana de fin de año en que nada ocurre y todo se desvanece en el aire, se convierte en el escenario donde transcurre Solo soy uno que llora, la última novela de Virginia Ducler. La escritora rosarina disecciona los vínculos familiares a lo largo de toda su obra, pero en esta novela expone con sutileza las tensiones, miserias e intimidades de un círculo familiar donde nada es lo que parece.

En 2015 Ducler publicó Los zapatos del ahorcado, un libro de cuentos en formato digital en Ediciones Revólver. El Sol (dos nouvelles) fue publicada en 2016 por la editorial Casagrande, y la novela Cuaderno de V, (una potente mezcla entre ficción y  autobiografía, en la que se narra la historia de Vica, que a los 42 años recuerda los abusos sexuales por parte de su padre cuando era una niña), publicada por Mansalva en 2019.

Solo soy uno que llora, publicada en la colección Confingere de la UNR Editora se desarrolla en un caluroso domingo familiar de diciembre, en una quinta de Roldán., donde la aparición de un manuscrito desata conflictos entre los presentes. “La protagonista de la novela queda expuesta, es como que no tiene piel, está desnuda, despojada”, describió Ducler.

La historia se teje entre pasado y presente, en donde confluyen la traición, la hipocresía y el descenso a los infiernos familiares. Es en este sentido que el título de la novela evoca el Canto VIII del Infierno de La Divina Comedia en donde Dante escucha un llanto, pregunta quién es y el que llora contesta: solo soy uno que llora.

Una quinta en Roldán como una campo de batalla

Ducler habla con el peso de quien sabe de lo que está hablando pero al mismo tiempo con liviandad. No en el sentido “vano”, sino con la libertad de quien sabe que no oculta nada. “Vengo pensando en una novela así desde antes de que publicara libros, de que me hiciera de alguna manera en el oficio de la escritura”, apuntó Ducler. “Pensaba en una novela familiar, pero era una noción muy vaga, en ese momento no estaba preparada para hacerlo, no tenía experiencia”, agregó.

En relación a cómo surge la idea de esta novela, la escritora describe: “Surge a partir de mi abuelo que era muy viejito y había estado en la Primera Guerra Mundial. Tenía 14 años y limpiaba cañones. Cuando estaba muy viejo y perdido lo único que lo traía a la realidad era hablar de la Batalla de Montello. Empecé a investigar sobre la Primera Guerra Mundial y me puse a escribir una especie de diario, recuerdos, el discurso del abuelo”.

Entre idas y vueltas, Ducler calculó que estuvo siete años moldeando lo que hoy se convirtió en la historia de Noelia, la protagonista de esta novela. “Después empecé a escribirla por capas. Con este libro por primera vez me puse a trabajar con mi familia, se cuentan cosas que realmente ocurrieron. Esa quinta de Roldán es como un campo de batalla; la Batalla de Montello que relata el abuelo funciona como un contrapunto con la batalla real: dos ramas de la familia están enfrentadas por herencia”, detalló Ducler.

La autora piensa en Solo soy uno que llora como una autoficción. “Creo que toda ficción es autobiográfica y toda autobiografía es ficcional desde el momento en que está puesta en lenguaje”, afirmó. La vida de Ducler es su materia prima a la hora de encarar una obra literaria. “No importa qué es real y qué no; me han preguntado muchas veces si lo que contaba había pasado”, sostuvo la autora.

“Nunca podemos transpolar a una novela la memoria, el pasado, exactamente como ocurrió. Escribir tus recuerdos, tus memorias, es pasarlo a otro lenguaje, de la vida a la literatura. Hay, como dicen algunos críticos, un pacto. Cuando vos leés una autobiografía hay un pacto de verdad, pero en la autoficción hay un pacto de mentira. Hay hechos que están cambiados, el lector acepta entrar a ese juego, entrar en ese verosímil”.

Una novela hecha de voces

Acerca de lo que la convoca a escribir sobre “la familia”, Ducler dice que “la familia es como un pantano, muchas energías impuestas, llenas de podredumbre y cosas oscuras que no se dicen. Ahí hay mucho material para trabajar, son nuestros primeros vínculos, no podemos pensarnos sin ellos. Son hilos que nos atraviesan, nos constituyen y nos mortifican”.

Si hay una escena principal en la novela, es la de un eterno día de verano donde las tensiones juegan en la ambigüedad, entre el drama y el humor. “El humor es algo muy importante en mi literatura, incluso cuando cuento un drama, siempre hay humor”, sostuvo la escritora.

En Solo soy uno que llora las conversaciones aparentan ser aisladas pero “los hilos se entrecruzan y van formando un tejido”, donde múltiples diálogos se superponen en un loop infinito. “Es una novela polifónica porque confluyen muchas voces y planos. Está la voz del abuelo, el diario íntimo, las conversaciones anodinas de las mujeres en la quinta. Es una novela hecha de voces”, manifestó Ducler.

La literatura como acto mágico

Sobre lo que te gusta de su oficio de narradora, la autora destaca: “No sé si hay una pasión, es algo que no podría no hacer. Hago otras cosas pero de alguna manera siempre todo va a parar a la escritura. Escribiendo descubrí la función de la literatura como acto mágico.

La autora contó cómo desde muy chica supo que quería ser escritora: “Yo sabía que iba a escribir antes de saber escribir. Hay un hecho fundacional para mí, tendría cinco o seis años. Fuimos a la casa de unos amigos con mis padres a comer un asado y había un nene que tendría un año más que yo. El padre orgulloso mostró un poema del hijo que había escrito en el interior de una tapa de una caja de zapatos. El poema terminaba con la frase «quiero volar volar volar», y yo quedé fascinada, lo asocié a la libertad. El hecho de que estaba escrito en una caja de zapatos me pareció maravilloso”.

En la literatura los autores intentan construir una voz narrativa que los distinga, un estilo que refleje cuál es su búsqueda, quiénes son. Pero cuando un escritor recién comienza su carrera “se contamina de otras voces, es parte del proceso de aprendizaje”, aseguró Ducler.

“Leés a Cortázar y escribís como Cortázar, lees a Borges y escribís como Borges, yo estuve un tiempo escribiendo como Marguerite Duras, que tiene ese estilo tan seco, oraciones muy cortitas. Es inevitable e inconsciente, no es que yo lo decidiera”, comentó, y afirmó que llegado el momento la propia voz comienza a forjarse, siempre influenciada por todas las voces porque “no estamos aislados”.

“En Cuaderno de V aparece como una voz más visceral, lo escribí con las entrañas, medio en trance, sin ser del todo consciente de lo que estaba escribiendo. Ahí puede decirse que hay una voz narrativa, así como en El Sol, había dispersión”, detalló la autora. “Esas dos novelas cortas son también autobiográficas, formo parte de esto que se llama narrativas del yo, pero es algo que me encontró, yo no lo busqué”, expresó.

Por último, Ducler reflexionó sobre el principal vicio que tienen los autores: “Tratar de que se note que uno sabe escribir. Por ahí hay fragmentos muy logrados, con un espesor poético, pero no aportan nada, quedan dislocados. Aprender a sacar, a renunciar a eso que fomenta y alimenta tanto mi ego, que muestra al mundo y a mí misma lo bien que escribo, es determinante en el proceso de convertirse en un escritor”, apuntó.

 

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