Ausencia. Es difícil hablar de alguien que acaba de morir. Alguien que, además, sigue estando muy presente porque sus ideas y mensajes, gratamente, quedaron plasmados a través de materialidades que tienen criterios estéticos pero también poéticos y discursivos que se expresan con la magia de quien eligió el lenguaje artístico como modo de revelar lo que veía y le preocupaba de este mundo. Y que sigue expresando miradas y nuevos interrogantes (incluso cuestionamientos) porque este mundo convulso sigue repitiendo los mismos errores del pasado, día tras día.
Belén Antola, curadora de la reciente muestra Mágico-Primitivo sobre Graciela Sacco, quien falleció en noviembre último tras pelear contra una larga enfermedad, desanda ese difícil camino de revolver un pasado donde fue feliz compartiendo su trabajo por más de treinta año con la reconocida artista rosarina. Retrocede en el tiempo y transita ese camino, dice, porque quiere que la gente “venga a ver la muestra”, y aunque no le guste exponerse públicamente, concede esta entrevista y se presta a la sesión fotográfica mientras confiesa: “Soy tímida, no me gustan las poses”.
Afuera el cielo luce tormentoso. El encuentro fue pautado en las Galerías del Centro Cultural Parque España (CCPE) a un mes de la inauguración de la muestra. Adentro se respira algo mágico y musical. Por los altoparlantes se oye una enciclopedia de tangos. La muestra ocupa los tres túneles del CCPE. De común acuerdo, cronista y entrevistada, eligen instalar las sillas donde transitar la nota en el segundo, el dedicado a las obras nunca antes expuestas en Rosario. La maravillosa obra “El Águila y el Cóndor” está a pocos metros. “Cuenta la leyenda que cuando el águila y el cóndor se encuentren en el vuelo habrá paz en el mundo”, sorprende diciendo Belén y cuenta que se trata de la penúltima producción de Graciela, cuando la enfermedad ya había entrado en su vida.
La charla es íntima y la emoción impregna las anécdotas de Antola que habla de la artista como si estuviera de viaje, a punto de volver a aparecer: “Pienso que se fue de viaje y ya me la voy a encontrar, pero no te la encontrás. A veces pienso que está en Europa, ella era de viajar mucho, y que en cualquier momento me va a llamar”, dice en un íntimo diálogo con El Ciudadano.
Belén Antola y Graciela Sacco se conocieron hace más de tres décadas. Juntas recorrieron el mundo y forjaron una amistad que perdura aún en la ausencia. Recordó Belén: “Éramos muy amigas, amigas reales, no parejas como algunas veces nos preguntaron. Nos dolía que nadie pudiera entender el concepto de lo que es la amistad, que todos tuvieran que ver otra cosa para aceptar que alguien puede ser bueno con otra persona”.
Sacco fue la profesora en primer año de la facultad de Belén en una materia que se llamaba “Problemática del arte latinoamericano” y cuando terminó el cursado, la joven Antola le preguntó a Sacco si podía ser su ayudante. A partir de allí vivirían los momentos más intensos de sus respectivas vidas. “Al segundo año ella empezó a dar un taller y yo iba a sus clases y un día me ofreció ser su asistente a cambio de no cobrarme las clases. Empezamos ahí y no nos separamos más”, rememoró.
Los encuentros de producción de obra, recordó Belén, eran sin reloj, fuera del tiempo. “Yo iba como a las dos de la tarde y me quedaba como hasta las 11 de la noche, no nos dábamos cuenta de la hora pero hasta que no terminábamos no nos íbamos”.
Belén Antola vive en el mundo, reside en Estados Unidos pero le gusta ser libre de poder cambiar su residencia como cambian sus proyectos y búsquedas personales. Allá se dedica a la fotografía de objetos y dice que la obra de Sacco no la influenció en su forma de abordar su arte. “Yo tengo otra cabeza. Nunca me influencié por ella porque las dos teníamos personalidades muy fuertes y sabíamos quiénes éramos”, afirmó, mientras relataba, por si cabía la aclaración, “tengo una vida aparte”. Lo que sí reconoce, destaca, y llora, es su humanidad, esa que, según dijo, “me influenció más y es muy importante para mí”.
Mágica, primitiva, territorial
Para mantener vivo el legado de Graciela Sacco, la Secretaría de Cultura y Educación municipal organizó una muestra planteada en dos aspectos que buscaron, en conjunto, resaltar la dimensión múltiple de su recorrido artístico a través de algunas de las obras más representativas de su producción. Poniendo el centro, precisamente, en esa dimensión múltiple de su trabajo, la curadora Belén Antola, ahondó en las dicotomías “público-privado” e “interior-exterior”, ofreciendo un conjunto de obras que pueden observarse tanto en las salas de las Galerías del CCPE como en el diálogo cotidiano de los ciudadanos con la urbanidad plena de sus calles.
De esta manera, Territorio Sacco, es una suerte de cartografía artística de la ciudad, significada por una serie de intervenciones en el espacio público que buscan restituir las “interferencias urbanas” como Sacco las llamaba, generando un nuevo itinerario, propio y singular de Rosario. Pero también hay trabajos inéditos que no llegaron a mostrarse nunca antes, últimas producciones y otras inconclusas que estaban en el taller de la artista que sólo la curadora supo hacia dónde iban y que las sacó de la intimidad para mostrarlas bajo el rótulo Mágico Primitiva. Graciela Sacco y Rosario, en las Galerías del CCPE, donde se podrán ver hasta el 10 de octubre.
“Ella se definía así: mágica y primitiva. Creía mucho en la magia”, contó la curadora para quien el título de la exposición, desde un comienzo, debía ser ese. “Ella se lo decía a sí misma, pensé que cada obra también es un acto de magia. Porque la idea la tenés en la cabeza pero luego hay que encontrar los elementos, eso es magia pura”, refirió.
Ahondando en los términos que forman parte del título, para la curadora, “Primitiva” refiere a que Graciela era muy instintiva, y confió y recordó una anécdota muy visual: “Una vez, en un pueblo de México, la querían matar porque estaba sacándole fotos a la gente. Ella abrió la cámara, sacó el rollo y lo rompió con los dientes. Fue más primitiva que ellos, siguió su instinto y la dejaron de molestar. El instinto es lo más sabio. Naturalmente creía en la magia del universo y esas cosas”, expresó.
Ser mujer, ser artista, ser obra
“Rosario fue su centro, un lugar en el mundo donde ella pudo expandir su ser mujer, su ser artista y su ser obra”, escribió la curadora en el texto de apertura del catálogo de la muestra. Respecto de este tema destacó que la idea no era hablar de “Graciela mujer” como feminista: “Ella no era feminista, pero la sutileza en las imágenes de sus obras eran de una mujer. No lo podría haber hecho otra persona. Hay obras suyas que son de una sensualidad femenina. Pero no es feminista. Muchos creen que ella hubiera salido con un cartel a decir «soy recontra feminista», pero no. Ella era justa y le gustaban los pares, no los opuestos en ese aspecto. Sí le parecía que el mundo del arte estaba copado por hombres y era injusto”.
Rosario implicaba para Sacco un todo, donde sus ideas se activaban. “Su taller estaba en esta ciudad –siguió Antola– y podría haber elegido hacer obras en cualquier lugar del planeta. A ella le costó mucho legitimarse acá y también en Buenos Aires pero lo logró porque la obra hablaba por sí misma. Cuando eso ocurre no hay gente que la derrumbe”.
—¿Tienen pensado abrir algún espacio en lo que fuera su taller?
—No sé si a Graciela le hubiera gustado que su taller fuera mostrado. Era un espacio mágico, primitivo e íntimo. No entraba mucha gente y cuando sabíamos que iba a venir alguien, lo dejábamos pasar hasta ahí nomás. Hay cosas que no sé explicar, era perturbador que viniera alguien.
—¿Por la energía?
—Sí, era eso. El taller tenía tanta buena energía y funcionaba como mágico que cuando venía alguien había que cuidar esa energía. Yo creo que hicieron bien en vaciar todo. Los libros los cedieron a la Biblioteca de la Facultad de Humanidades y Artes. No quedó demasiado porque hay muchas obras en galerías y museos. Con Graciela teníamos planes a futuro, uno era hacer una fundación. Más que un museo ella hubiera preferido que se vendieran sus obras y el dinero fuera donado a alguna institución para gente joven. No sólo ligado al arte sino algo más integral.
—Es que su búsqueda artística tenía un carácter muy social…
—El tema social era lo que más le importaba porque le interesaba ser justa. Todo está relacionado. Era una mina muy justiciera. La vida tenía que serlo. El modo que encontraba de decir lo que veía mal era a través de imágenes.
—A un mes de la inauguración de esta muestra, ¿qué te sucede al entrar y recorrerla una vez más?
—Es algo extraño. Pienso que a ella le hubiera gustado. Las intervenciones en la calle eran una pasión que también tenía. Yo quería una muestra que fuera una complitud de ella, que (Graciela) estuviera totalmente mostrada. Para mí ella era una obra. Las intervenciones eran su pasión a pesar de que la policía nos corría y la gente nos trataba mal. Íbamos igual. El montaje para esta muestra lo hicimos con los chicos de la facultad (de Bellas Artes) y sentí lo mismo que en aquellos años.
Para agendar
Territorio Sacco continúa en exhibición en distintos espacios urbanos de la ciudad mientras que la muestra fija Mágico Primitiva. Graciela Sacco y Rosario se podrá visitar hasta el 10 de octubre en las Galerías del Centro Cultural Parque de España de Sarmiento y el río.