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Tiempo de deseos y reflexiones

Por: Liliana Nartallo

Final de año. Tiempo de reflexionar sobre lo que se hizo y lo que por alguna razón se dejó pendiente. Tiempo de programar y fijar los nuevos objetivos para los próximos 365 días. Hoy se proyectan en la mente manojos  de recuerdos, mas también se yergue el desafío de lograr en los próximos doce meses lo que no se concretó en este 2009 que transita sus últimas horas.

Mañana por la noche, se levantarán las copas y otra vez se sucederán nuevos brindis; se pronunciarán deseos y en el corazón sensible de muchos argentinos surgirá una mezcla de angustia e impotencia al pensar en tantos compatriotas desamparados y desprotegidos, sumidos en la pobreza y en el olvido. Surgirá de las voces entremezcladas entre risas y diálogos familiares, en algunas mesas, un deseo:  que en el próximo año nuestra Argentina encuentre el rumbo y pueda solucionar, aunque sea en parte, el gran flagelo de la pobreza, la exclusión y la inseguridad.

Mañana, habrá mesas colmadas de alimentos, habrá festejos en distintos salones, pero habrá también, en otros lugares, carencia, soledad y dolor.

Dolor en muchos seres sensibles por los chicos de la calle, dolor por los que partieron en el año que nos deja, dolor por tantos jóvenes que buscan el camino y no lo hallan, dolor por los ancianos que esperan una visita en un geriátrico, por los enfermos que desde las frías salas de los hospitales tendrán que escuchar las campanadas de las doce, dolor por todos aquellos que fueron víctimas de robos y arrebatos y que sufrieron daños irreparables. Dolor por tanto dolor.

Pero con cada nuevo ciclo también florece la esperanza y a pesar de tantas cosas desagradables que ocurrieron en el transcurso de este año, no es posible ni propicio  bajar los brazos. Todo lo contrario, la nueva etapa y la responsabilidad exigen poner énfasis y trabajo para que no haya menores pidiendo o limpiando vidrios; para que se le dé prioridad a la educación, al trabajo, a la salud; para que los jubilados no vean cómo sus dineros son usados para un fin ajeno a su bienestar; para que la cordura y la solidaridad se hagan presente en las calles, en los despachos, en los hogares.

El objetivo, en todo el mundo, y especialmente en esta Nación cuando el reloj marque la medianoche, debería ser el logro de la paz y la coronación de la justicia. Los líderes que tienen en sus manos el poder de decisión, deberían proponerse emplear el mandato que el pueblo les dio para el bien de todos y no de ellos o de unos pocos.

En fin, ojalá que el 2010 sea un año de acuerdos y encuentros, que cada uno desde su lugar, sepa brindar lo mejor de sí para la construcción de una sociedad más equitativa donde el amor le gane la batalla al orgullo, a la violencia, a la soberbia y la mezquindad.

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