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Tierra del Fuego hace punta en el mundo al prohibir cría de salmones dentro de su ecosistema natural

La Legislatura de la provincia aprobó por unanimidad una ley que desbarata la instalación de gigantescas jaulas en el canal de Beagle, y el desarrollo de otra infraestructura, como lagunas artificiales, todo con potencial de daño irreversible. Un acuerdo con Noruega en 2018 habilitaba el intento

La provincia de Tierra del Fuego aprobó este miércoles una legislación pionera en el mundo: la prohibición expresa por ley de la cría de salmones en la jurisdicción, y especialmente en aguas del canal de Beagle. La decisión fue catalogada como “histórica” por sus impulsores debido a la protección que supone para el medio ambiente marítimo en torno a los efectos, muchas veces devastadores, de la introducción de especies exóticas en los hábitats nativos.

La norma fue sancionada por unanimidad en la Legislatura fueguina. La habían reclamado instituciones científicas y entidades ambientalistas locales y nacionales. El conflicto que ahora se zanja con la ley surgió en 2018, cuando se instaló con fuerza la posible radicación de salmoneras (jaulas para la cría de salmones en cautiverio) en el lecho marino del Beagle.

“Este suceso sienta un precedente histórico para el resto del país y el mundo. Tierra del Fuego evita el desastre ambiental que pudo haber provocado la salmonicultura en el canal de Beagle. Es un gran triunfo de la ciudadanía y las organizaciones civiles y ambientales que se opusieron desde que se dieron a conocer los planes”, sostuvo Estefanía González, vocera de la campaña de océanos de Greenpeace.

En 2018, durante la gestión de Cambiemos, el gobierno nacional firmó un acuerdo con los reyes de Noruega para desarrollar la salmonicultura en el canal. En ese momento, Greenpeace y otras organizaciones denunciaron los peligros que implicaría el avance de esta actividad en el ecosistema y los impactos que tendría para las industrias locales.

Métodos obsoletos y peligrosos, finalmente desactivados

A principios de 2019 se instalaron jaulas salmoneras en Puerto Williams, del lado chileno del canal de Beagle, y enseguida se organizó un movimiento binacional en rechazo de esa industria. Incluso, prestigiosos chefs se sumaron a la causa. En mayo de ese año, por la presión ciudadana y al trabajo de la comunidad indígena Yagán, se declararon ilegales las jaulas en Puerto Williams y se ordenó su retiro.

El proyecto de salmonicultura incluía tres fases. La de la llamada piscicultura se realiza en tierra y con agua dulce para emular el ciclo natural del salmón, que se inicia en los ríos y continúa en el mar. Se crean para eso, en general, lagunas artificiales.

La segunda fase, en el mar, consiste en la instalación de los llamados centros de engorde conocidos como «balsas», cada una con entre 8 y 10 jaulas de una profundidad equivalente a unos 15 pisos. Ahí se produce el proceso más fuerte de contaminación, porque se combinan las fugas de peces que comprometen a las especies autóctonas al competir por el sustento, más el uso y abuso de químicos, la acumulación de residuos en el fondo marino y la propagación de enfermedades, entre otros factores.

La tercera fase es la de la cosecha y el transporte de los salmones hacia las plantas de procesamiento, una etapa también cuestionada.

Científicos y organizaciones habían levantado en ese momento la voz al denunciar que se trataba de una metodología obsoleta y objetada la que se pretendía importar a la Argentina. Científicos del Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), que depende del Conicet, rechazaron en ese momento participar de los estudios de los gobiernos de Argentina y Noruega en el Beagle, que no eran, enfatizaron, de impacto ambiental sino de factibilidad productiva.

El proyecto, a medias escondido y sin que la gestión nacional anterior haya brindado nunca la información exigida desde la sociedad, quedó trunco. Ahora se dio un paso más, el clave, al prohibirlo explícitamente.

El actual viceministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, el biólogo Sergio Federovisky, sostuvo que se trata de una “decisión importante”, ya que “va en el sentido de la transición productiva que tiene que hacer tanto la Argentina como todo el mundo: la de pasar de explotaciones altamente insustentables a otras que no lo sean”.

“Tanto por lo que significa como introducción de una especie exótica, como por los impactos que tiene sobre la flora y la fauna local, más la competencia desleal que hace de especies autóctonas, la salmonicultura como está planteada en la actualidad solo significa un beneficio económico para un sector muy acotado, a cambio de un alto perjuicio para una región cuya potencialidad del ambiente, explotado de manera sustentable, resulta crucial para pensar el futuro de otro modo”, consideró el funcionario a tono con lo resuelto por los legisladores fueguinos.

Antes de que sea tarde: el principio precautorio

El viceministro destacó que la provincia hizo uso del “principio precautorio”, “un eje esencial de la política ambiental moderna”, agregó. “Cuando una actividad se presume dañina para el ambiente, no debe permitirse que comience hasta que no estén dadas todas las garantías de que no va a perjudicar los recursos naturales. En el caso de la salmonicultura, esas garantías no están dadas, y por eso corresponde no avanzar en proyectos de estas características”, explicó el funcionario.

Algo similar reclaman muchas organizaciones respecto de la agricultura a base de transgénicos y uso intensivo de agroquímicos, y la megaminería a cielo abierto.

El proyecto de ley fue presentado al Parlamento fueguino por el bloque de diputados del Movimiento Popular Fueguino, y motivó un amplio debate en comisión.

El diputado Pablo Villegas, quien presentó el proyecto de siete artículos, aseguró que la medida resulta “una clara y contundente definición institucional que destaca la importancia que tiene para los fueguinos la protección y conservación de nuestros recursos naturales”.

La diputada María Laura Colazo, del Partido Verde, llamó a avanzar en una “agenda ambiental” de la provincia y pidió el análisis de otras leyes, como la creación del área nacional protegida Península Mitre, en el sureste de la isla. La zona posee características naturales únicas, con colonias de aves y mamíferos marinos, y extensas turberas con humedales; y también culturales, con hallazgos paleontológicos de alto valor, piezas que dan testimonio de la presencia aborigen y de las primeras exploraciones no nativas al archipiélago fueguino.

Las turberas de Península Mitre forman parte de la concentración más austral de turba en el mundo, que representa el 95% de la que existe en todo el territorio argentino. Cubren una extensión de 2.700 kilómetros cuadrados, la mayor parte en las zonas entre en las cuencas de los ríos Bueno, Luz y Policarpo.

Otros legisladores, como la oficialista Mónica Acosta (de Forja, el partido del gobernador Gustavo Melella) y el opositor Federico Sciurano (UCR Cambiemos) destacaron la sanción de la ley.

“Chile está sufriendo la degradación de su ambiente marino por las salmoneras. En esta sesión histórica estamos atendiendo no solo el impacto ambiental, sino el económico para la industria turística de la Patagonia austral”, observó Sciurano.

Científicos y ambientalistas vieron plasmado su reclamo

La organización “Sin azul no hay verde”, el programa marino de la Fundación Rewilding en Argentina, explicó en un comunicado que entre las consecuencias de la salmonicultura se encuentran “las mortandades de salmones masivas, la intensificación de blooms (grandes colonias) de algas tóxicas como la marea roja, la introducción de especies exóticas, la alteración de los ecosistemas y pérdida de fauna local, la generación de zonas “muertas” y el enmallamiento de mamíferos marinos”.

La organización destacó que, a lo largo de los años, las empresas salmoneras “se han visto envueltas en numerosos escándalos relacionados a los escapes, mortandades y el uso indebido de antibióticos”.

La salmonicultura hubiese representado “una amenaza para la economía de la provincia ya que, en Ushuaia, la mitad de las familias dependen del turismo, una actividad que no podría convivir con el impacto ambiental de la industria. Esta ley es un ejemplo del cuidado de un modelo económico y productivo sostenible, que respeta tradiciones culturales y prácticas artesanales que generan puestos de trabajo genuinos”, manifestó David López Katz, miembro de «Sin azul no hay verde».

La vocera de la campaña Océanos de Greenpeace, González, agregó que la ley “sienta un precedente histórico para el resto del país y el mundo, evita un desastre ambiental y es un gran triunfo de la ciudadanía y las organizaciones civiles y ambientales”. Y destacó que es «una señal para que en Chile esta industria tenga también un fin. Para que se entienda que los mares patagónicos son un patrimonio único y tienen que ser protegidos”.

Cocinando protección: los chefs que se opusieron
Francis Mallmann en Ushuaia en 2019 durante la primera campaña contra la salmoneras.

 

El chef Francis Mallmann, referente y militante de la causa, explicó que estuvo embarcado en el canal de Beagle “con los descendientes de nativos que durante miles de años cosecharon frutos de este lugar prístino”, por lo que “poder mantenerlo como está suma respeto por nuestras tradiciones y un planeta más sano”.

«Hacía un tiempo, habíamos empezado a escuchar que una empresa quería implantar en ese canal cristalino y prístino algunas de esas canchas enormes para criar salmones”, explica el reconocido gourmet. “Y fuimos allí, a Ushuaia, para decir que no queríamos eso”. Fue en 2019, un evento, organizado por la marca de ropa activista Patagonia y el programa marino de la Fundación Rewilding Argentina, Sin Azul No Hay Verde.

«Hoy, otra vez, les pedimos a ustedes que no coman pescados industriales que han sido criados en el mar en estas enormes canchas que tienen como 4 o 5 pisos de altura y que producen una cantidad de desechos que caen en los lechos marinos, destruyendo completamente el sistema de esa zona. Juntos cuidemos nuestros recursos naturales“, abundó Mallmann entonces.

El tarro de caramelos

El doctor en biología e investigador principal del Conicet Adrián Schiavini señaló que uno de los riesgos de las salmoneras es el escape de ejemplares al mar, que luego compiten con especies nativas y diseminan enfermedades.

“Una jaula de red, colgada en el mar, llena de salmones, es como poner un tarro lleno de caramelos en la puerta de un colegio, para el que pase se sirva. Para los lobos marinos, los salmones gratis se obtienen empujando y rompiendo las redes”, ejemplificó el científico. Además, los salmones criados en cautiverio generan enfermedades que afectan a la producción.

Virus y antibióticos, un cóctel explosivo

“La más famosa es el virus ISA (Anemia Infecciosa del Salmón). Para contrarrestar este problema, se usan antibióticos y fungicidas (algunos prohibidos como la Verde Malaquita) que se incorporan en la comida y, en consecuencia, son liberados al medio ambiente. No sabemos cómo esas sustancias afectan a las bacterias, que son los organismos esenciales para sostener a todos los ecosistemas”, completó Schiavini.

Las advertencias y los escapes devastadores 

A principios de 2019, el Foro para la Conservación del Mar Patagónico, que nuclea a más de veinte ONG, preparó un documento en el que explicitó los problemas ambientales, económicos y sociales que genera la cría de salmones exóticos.

Los salmónidos exóticos que se escapan de las granjas depredan especies nativas de insectos, crustáceos, moluscos y peces. Las fugas son la segunda causa de pérdida de biodiversidad en Chile, ya que muy pocas especies (algunas aves y el lobo marino de un pelo) depredan sobre los salmones.

El 5 de julio de 2018, en Chile, escaparon unos 700 mil salmones Atlántico –no asilvestrado– del centro Punta Redonda de la empresa noruega Marine Harvest, que había recibido un certificado de sustentabilidad. Fue durante un temporal. Sólo recuperaron poco más de 5%, con lo que se demostró que no tenían método de contingencia.

Científicos y estudiantes de la Universidad Austral de Chile (UACh) determinaron en 1995 que durante un año, entre el del estudio y el previo, se habían escapado 4 millones de salmones cerca de Puerto Montt. Otra investigación, del Núcleo Milenio de Salmónidos Invasores, descubrió que el 20% de los fugados contenían peces nativos en sus estómagos.

En Washington hubo en 2017 un escape de entre 160 y 263 mil salmones Atlántico de un centro de engorde de la empresa Cooke en Puget Sound. Ocho meses después, las autoridades detectaron salmones exóticos a 108 kilómetros de allí. Allí también se prohibió su cultivo en el Estado a partir de que se venzan las concesiones otorgadas.

Las especies exóticas, un problema del fin del mundo 

El salmón no es el único problema en Tierra del Fuego con especies exóticas.

Los más conocidos son los de del conejo y del castor. En 1946 llegaron al país 20 parejas, en principio con el fin de explotar sus pieles, aunque el motivo real de su introducción es fuente de controversia.

Actualmente, la estimación de individuos es de unos 100 mil. Los castores no tienen depredadores naturales en tierras fueguinas, pero instintivamente construyen diques y arman madrigueras en el medio del lago que se crea con las primeras. Unas 30 mil hectáreas de bosque nativo fueron destruidas en este proceso: los árboles del bosque patagónico, lengas, ñires, coihues y guindos, tienen un crecimiento muy lento, no rebrotan y no suelen sobrevivir a las inundaciones. Y si alcanzan a mantenerse, los castores usan su madera para reforzar los diques.

En tanto, el conejo de Castilla fue introducido desde el Europa por los primeros colonos. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la considera una de las cien especies invasoras más dañinas del planeta, y en territorio fueguino es la segunda que más daños provoca.  “Ha causado daños ecológicos irreversibles como la destrucción del suelo y eliminación de especies animales y vegetales autóctonas”, subrayó el Centro Austral de Investigaciones Científicas, que propuso su erradicación total, en un plan que divide a organizaciones ambientalistas y animalistas, por ahora paralizado por la Justicia federal.

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