A comienzos de los años 90 un estafador se alzó con un botín de 30 millones de pesos del Tesoro Regional de Rosario del Banco Central. Con los recortes de esa historia, el realizador rosarino Hugo Grosso (A cada lado), escribió y dirigió la miniserie Balas perdidas. El martes a las 23 tendrá su desembarco en la pantalla de la Televisión Pública.
La serie se verá durante seis martes consecutivos con capítulos de una hora cada uno, y un cierre de una hora y media con un programa especial. Cómo en la vida real, el protagonista es un rosarino: el actor Luis Machín, y un elenco que reúne actores porteños, rosarinos y santafesinos.
Tras el anuncio del recordado Plan de Convertibilidad y de la salida de circulación de los Australes, Pipo Arce (el personaje de Machín) planea un robo al tesoro para alzarse con fajos de billetes de diversa denominación (entonces equivalentes a 30 millones de dólares) que estaban destinados a ser quemados. De hecho, Pipo intenta quedarse con el botín, pero algo sale mal y debe entregarse y negociar su salida del país sin ser juzgado. Después de diez años, el juicio culmina con pocas condenas y luego de que la causa prescribe, Pipo regresa dispuesto a recomenzar con su vida.
“En un principio, debo decir que yo fui empleado del Banco Provincial de Santa Fe durante un tiempo, lo que me hizo trabajar, en parte, sobre mi propia memoria y mis vivencias; me fui del banco un año y medio antes de que ocurriera este fraude en 1992, pero tengo muy presentes aquellos años, signados por la privatización del banco. Fue un momento en el que empezábamos a ver al Estado alejándose de los lugares donde debía estar, algo que se cristalizó con la crisis de 2001”, adelantó Grosso, también autor de la serie, que cuenta además con las actuaciones de Emilia Mazer, Eugenia Alonso, Raúl Kreig, Roberto Vallejos, Miguel Franchi, Gerardo Dayub, Francisco Fissolo, Claudia Cantero, Carlos Resta, Raúl Calandra y Juan Nemirovsky, entre otros artistas invitados.
Balas perdidas utiliza el término “balas” para referirse a las bolsas donde se colocan los fajos de billetes. Se rodó hace dos años e integró la serie de producciones destinadas al Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino (Bacua). En total, tuvo dos meses de rodaje, casi íntegramente en escenarios rosarinos. “Este proyecto surgió gracias al apoyo de la Televisión Digital Abierta (TDA), que nos favorecía a los realizadores con unos concursos que nos daban la posibilidad de trabajar para nuestra televisión; se nos ocurrió tomar este hecho en particular y, obviamente, volví a investigar acerca del tema, me junté con algunos compañeros bancarios que de algún modo habían sido un poco víctimas de la situación, injustamente implicados en la causa, y también tuve la posibilidad de acceder a la sentencia de un juicio que aconteció una década después. Es decir: la serie habla también de toda esa década signada por un fraude mayor al que yo cuento en la historia, y en ese sentido, la serie es una metáfora de ese fraude al que refiero. De hecho, en pleno 2001, cuando se conocieron las sentencias, estábamos con el corralito y el corralón; ahí aparece el intento de contar todo ese proceso histórico”, explicó el realizador.
Y sobre el proceso, completó: “Esa etapa fue de unos seis meses de investigación, con una serie de entrevistas, hasta que me decidí a trabajar el guión. Por supuesto que lo que contamos está puesto en clave de ficción, más allá de que yo pienso que la ficción suele construir una verdad que muchas veces puede ser superior a la que puede llegar a construir un documental; trabajé en la confianza de que iba a respetar la información que me habían brindado pero que al mismo tiempo iba a poder volar con la ficción y poder expresar algunas cosas que en lo personal me interesaban contar sobre aquella época”.
ACTOR INFRECUENTE
Conocido por su inagotable caudal interpretativo, el camaleónico Luis Machín protagoniza la serie jugando, una vez más, a romper con los moldes habituales que comprenden las lógicas de la actuación, entendiendo qué debe aportar a sus personajes cuando está en un escenario o bien frente a una cámara. “El personaje principal es Pipo, que más allá del robo tiene una obsesiones por cambiarse de look en cada hecho delictivo y entonces jugamos mucho con eso; trabajar con Luis siempre es una experiencia muy valiosa. Alguna vez le preguntaron a Ettore Scola quien pensaba que era el mejor actor italiano y ofreció toda una descripción acerca de Vittorio Gassman y el conservatorio, Nino Manfredi y el humor, pero para él el auténtico actor de cine era Marcello Mastroianni, porque era el único que actuaba para el plano, y Luis está exactamente en ese tono: es un actor económico de recursos y tiene una clara noción para acomodarse ante ese fragmento que uno está tomando con la cámara”.
HISTORIA DE LADRONES
“Siempre hay un ladrón por encima del que creemos más listo; es ése que sobrevuela todo y tiene más información”, expresó el director, que agregó: “Lo que mostramos en la trama, y que surgió de la investigación, es que los mismos tipos que participaron en este robo, estuvieron, por ejemplo, muy cerca del robo a las cajas de seguridad del Banco Río. En cierta forma, pretendía retratar una suerte de profesionalismo de esta gente que aun estando presos, siguen operando para su próximo delito. Sería una especie de «cultura del trabajo» que tienen estos muchachos que entre ellos suelen tener algunos grados de complicidad que son sorprendentes, algo que es complejo de entender desde una lógica de honestidad. Tampoco pierdo de vista que hay ladrones en sus despachos y ocupando lugares de poder, más allá de que un delincuente menor sea el que pone la cara”.
CAMBIO DE PARADIGMA
En un momento en el que peligra el modo de financiamiento del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), el director se refirió finalmente al cambio de paradigma que se produjo a partir del cambio de gobierno a nivel nacional, desde diciembre de 2015. “La situación es muy compleja; de hecho, hoy hay gente que ve los concursos con cierta mirada aviesa, que anda por los corrillos desmereciendo lo que fue el trabajo de mucha gente y que no todo tiene la calidad que debería tener, pero nunca pudimos ver la aplicación a pleno de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; necesitábamos muchos años más de producción industrial y sistemática para poder poner en valor nuestro cine y televisión. Eso se vio interrumpido por esta gestión: habíamos alcanzado un concepto de federalización del trabajo profesional que ahora perdimos y que rompía con la centralidad de Buenos Aires; es una pérdida enorme”.