Si pasa una vez es un accidente; si pasa dos veces, una casualidad. Pero si pasa tres, y más, ¿qué es?¿Una costumbre? El diálogo, creado hace tiempo por un guionista, suele trascender del comic para ajustarse en todo talle a múltiples facetas de la realidad, incluido el trágico y fatal siniestro múltiple en la autopista Rosario-Córdoba de este lunes. Es que las crónicas de choque es cadena sobre la cargada cinta de unos 400 kilómetros se suceden a lo largo de los años en un contrasentido: una obra que tras larga espera se ejecutó para garantizar la seguridad vial ofreciendo una doble traza, parece de a ratos haber surtido el efecto contrario. Incluso con una constante: se vienen produciendo en los meses de septiembre u octubre de distintos años; son precedidos por fuertes vientos que arrastran tal cantidad de polvo que se torna nula la visibilidad en la cinta asfáltica, y quienes están al volante no saben bien qué hacer ante la repentina situación. En esas condiciones una maniobra individual equivocada –como detenerse– puede provocar una tragedia generalizada. Todo sería así una desgracia fortuita, un “imponderable” como muchos otros. Lo sería, si no fuera que distintas organizaciones ambientalistas no vinieran advirtiendo que el fenómeno se relaciona con cultivos –especialmente de soja– y que existe un remedio para, aunque sea, atenuar la posibilidad de que vuelva a ocurrir lo que sigue pasando. Simplemente una barrera forestal, algo que en los predios linderos a la importante ruta no pueden, no quieren, o no saben hacer.
Las “tormentas de tierra” sobre la cinta asfáltica que atraviesa una porción de la zona núcleo parecen ocurrir con precisión matemática, con la concatenación de varios factores. Uno es la ausencia de rastrojos que dejan algunos cultivos como la soja, que además con su “paquete tecnológico” de agroquímicos bloquea la formación de otro tipo de vegetación que afirme el suelo. Queda, así, la tierra desnuda en el período de pre-siembra, que además es el de cambio de estación de invierno a primavera, y con él un cambio en los ciclos de vientos. Si a eso se le suma un período de sequía, la trampa está montada. Y viene funcionando.
Siniestro y accidente
“Tragedias cotidianas que pueden evitarse”, define la asociación civil Luchemos por la Vida a los siniestros de tránsito. La organización advierte que Argentina registra un promedio de 17 fallecimientos por día como consecuencia de siniestros viales, que además dejan cada año unos 120 mil heridos, desde quienes se dice que “la sacaron barata” hasta lesiones de gravedad que llevan largo tiempo de recuperación. Y cuenta por miles las personas que quedan con secuelas irreversibles.
Tanto Luchemos por la Vida, que es la organización civil de mayor alcance entre muchas que trabajan sobre la problemática vial, como las demás, distinguen claramente entre “accidente”, como hecho fortuito y fuera de toda posibilidad de control, y “siniestro vial”, una consecuencia directamente relacionada con un comportamiento determinado al volante y, por tanto, evitable. Sobre el siniestro de este lunes, el titular de la Agencia Provincial de Seguridad Vial, Osvaldo Aymo, explicó que las tormentas de polvo no son previsibles, a diferencia de otros fenómenos climáticos como los bancos de niebla o las tormentas severas. Por ello apeló al comportamiento responsable de quienes conducen, desaconsejando frenar de golpe, o menos aún detenerse sobre la calzada en caso de darse estas condiciones, y recomendando disminuir la velocidad, mantener distancia respecto de otros vehículos y buscar un lugar seguro para alejarse de la traza de la autopista y estacionar sin riesgo. No mencionó encender las balizas, aunque puede ser una buena señal de advertencia sobre la posición propia. Se infiere que ese comportamiento vial, en forma generalizada, habría disminuido las posibilidades de un choque en cadena de más de 30 vehículos como el reciente, que pudo haber dejado muchas más víctimas fatales. Pero, ¿se puede hacer algo más para mitigar el riesgo?
El campo invisible
La repitencia de siniestros viales en cadena sobre la autopista Rosario-Córdoba como consecuencia se tormentas de polvo involucra a un sector mucho menor que toda la extensión de la traza. Un incompleto repaso apunta varias coincidencias:
23 de octubre de 2009. Un choque múltiple que involucró a 15 vehículos dejó 3 víctimas fatales y una decena de heridos. El primero de los siniestros se produjo aproximadamente a las 18.45 a unos 30 kilómetros de la capital mediterránea y a unos 4 kilómetros del peaje de Toledo, cuando vientos huracanados arrastraron polvo y tornaron nula la visibilidad.
29 de octubre de 2010. Un siniestro vial en cadena dejó como saldo 9 muertos, entre ellos tres niños, y una docena de heridos sobre ambas manos de la autopista entre Pilar y Laguna Larga, a unos 50 kilómetros de Córdoba capital. El primero de los choques en cadena se produjo alrededor de las 8.15, cuando una repentina tormenta de polvo y tierra se abatió sobre la autopista.
15 de noviembre de 2017. Un choque en cadena entre 10 vehículos, cinco de ellos camiones, dejó como saldo una víctima fatal. El siniestro se produjo por la tarde a la altura de Correa en medio de una “cortina de polvo” provocada por fuertes vientos. Otro siniestro menor, pero en las mismas condicones climáticas, se produjo a la altura de Tortuguitas.
13 de septiembre de 2021. En medio de una nube de polvo chocaron seis vehículos pasadas las 15.30, a la altura de Toledo. Por fortuna se registraron solamente cuatro heridos, ninguno de gravedad. En paralelo se registró un siniestro múltiple de nueve vehículos, tres de ellos camiones, en la Circunvalación de Córdoba, la ruta nacional 19, por similares condiciones.
14 de octubre de 2021. Dos siniestros viales, uno en cadena se produjeron pasadas las 16.30 en medio de un temporal que levantó una nube de tierra. No hubo víctimas fatales, aunque un joven sufrió heridas severas. Uno de los siniestros tuvo lugar entre el peaje de Toledo y Capilla de los Remedios e involucró a tres autos y dos camiones; el segundo se produjo entre Córdoba y Pilar, entre un auto y un camión.
Los siniestros viales en la autopista que une a Rosario y Córdoba son recurrentes e incluso ocurrieron choques en cadena con víctimas fatales sin que incidieran circunstancias climáticas, desperfectos técnicos o factores externos como causas evidentes. Pero en el repaso de hechos, las tormentas de viento y tierra, que pueden ser secas o anteceder a temporales de lluvia y granizo, aparecen como causa recurrente a lo largo del tiempo.
La incongruencia es que mientras esta situación se repetía, al mismo tiempo áreas del Estado, institutos de investigación de universidades nacionales, equipos de entidades agropecuarias, asociaciones empresarias y organizaciones no gubernamentales iban exponiendo trabajos sobre la importancia y eficacia de las cortinas o barreras forestales rompevientos, e implementando proyectos para introducirlas en la actividad agrícola y ganadera, e incluso en las ciudades. Una búsqueda simple en inernet al respecto arroja un millón de resultados en la mitad de un segundo. Y papers de investigación avanzan en los cálculos de cuánto logran mitigar la velocidad del viento al interponerse en su dirección y provocar turbulencias. Incluso hay papers sobre diferentes especies para la implantación de barreras según región y clima, y diseños de rompevientos con una, dos o más especies vegetales, incluyendo arbustos.
Según el médico veterinario Guillermo Bavera, director del Sitio Argentino de Producción Animal –un repositorio digital de información de acceso abierto– la velocidad del viento que atraviesa una barrera disminuye entre 10 y 30 veces, y además la cortina crea un área protegida que se extiende a una distancia de hasta 20 veces su altura total. En esa línea destaca que las cortinas rompevientos ofrecen reparos para hacienda, protección de cultivos y beneficios generales de todo tipo. Pero advierte que deben diseñarse en forma correcta: “Hay productores que han plantado verdaderos canales de viento, formando embudos que encaminan el viento entre los tallos, desviando y concentrando las corrientes de aire. De hecho, en algunas zona productoras de trigo y soja, los rompevientos han contribuido a agravar la acción destructiva del viento, al estar mal orientados”.
Así las cosas, no parece disparatado que la disminución a cero de la visibilidad sobre la autopista por una tormenta de tierra tenga raíz en la ausencia de barreras forestales o en la pésima implementación donde las hay.
En ese marco, Santa Fe alberga poco menos de un tercio de la traza total, pero en la provincia rige desde 2018 la ley 13.836, conocida como “Ley del Árbol”. La norma establece que todo predio rural debe destinar para arbolado un porcentaje de su superficie, estableciendo cinco categorías (por tamaño) y tres agrupamientos (por región) y diagrama plazos en tres etapas para su cumplimiento efectivo. En la misma línea su artículo 21 apunta específicamente al tema “Cortina forestal” y establece que deberán contar con esa barrera todos “los predios donde se desarrollen actividades que ejercen especial presión sobre el ambiente” y cita entre estos a feedlots, acopios de granos, áreas industriales y rellenos sanitarios, con una puerta abierta a incluir otras actividades según la autoridad de aplicación, el Ministerio de Medio Ambiente de la provincia.