No lo esperaban. Excavaban una zanja para colocar caños de desagüe en la comuna de Correa y se toparon con algo que les llamó la atención: eran los restos de un pariente lejano –y más grande– de los actuales armadillos. El gliptodonte, especie a la que perteneció el animal que apareció ante los trabajadores a principios de junio, se extinguió hace 8.500 años.
El martes 4, un grupo de empleados que trabajaban obras de cloacas para la localidad del departamento Iriondo –distante 58 kilómetros de Rosario– se toparon, a unos cuatro metros de profundidad, con restos fósiles de un gliptodonte. En un primer momento no supieron de qué se trataba, pero sospecharon que no eran los huesos de un animal actual, y dieron aviso a las autoridades.
Una vez confirmado que se trataba de un hallazgo arqueológico, se puso en marcha un protocolo para recuperar los restos y averiguar a qué especie pertenecía.
El subdirector del área de Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de Santa Fe, Luciano Rey, explicó a El Ciudadano que los restos son de un gliptodonte, especie clasificada dentro de la «megafauna» de la región: animales gigantes o muy grandes desaparecidos hace unos 8.500 años. “En este caso, se encontraron partes del caparazón y un diente. Es muy raro encontrar un bicho de estos completos”, explicó el funcionario.
De película
“Son los que vemos en la película La Era de Hielo: los dientes de sable, los gliptodontes, las macrauquenias (con aspecto, pero no relacionado, con los camélidos”, comparó Rey. Recordó que en febrero pasado encontraron restos de una macrauquenia en Arroyo Seco y hace un mes restos fósiles de un gliptodonte en San José de la Esquina.
Se queda
En la provincia de Santa Fe se aplica la ley nacional 25743/03. La norma establece que los hallazgos arqueológicos permanezcan en las localidades y se expongan en los museos.
Correa está bien posicionada: la comuna prevé inaugurar un museo este año, en el complejo Villa Ángela. Será el destino de los restos fósiles del gliptodonte descubiertos por una obra pública el pasado 4 de junio.
Más avisos
Luciano Rey destacó que, desde que se creó el área de Patrimonio Arqueológico y Paleontológico en 2013, se incrementaron los hallazgos. “Eso responde a dos cosas: que hay una mayor cantidad de obras y eso hace que el suelo se remueva y salgan a la luz, y que tenemos equipos técnicos para realizar los rescates. Está muy aceitada la comunicación y enseguida nos dan aviso”, explicó. Hizo la comparación: hasta 2013 había un solo paleontólogo trabajando y en este 2019 ya son seis los profesionales involucrados en unos 32 proyectos.
Los animales de la megafauna cuyos restos se encuentran a menudo en la provincia frecuentaron la región pampeana y murieron en ella. Hasta hace unos años, los hallazgos de los huesos durante las excavaciones para obras particulares o públicas no se avisaban a las autoridades en su totalidad por miedo a que se frenaran los trabajos. Un cierto desinterés abonaba lo anterior, porque en general los restos terminaban en La Plata o Buenos Aires. “Gracias a la ley de museos, que asigna subvenciones para montar museos locales, los restos quedan en el lugar donde fueron hallados”, elogió Luciano Rey.
En Santa Fe hay unos 70 museos registrados activos, de un total de unos 120 que están en vías de recuperación y puesta en valor.
Sobre el gliptodonte
Es un gran mamífero acorazado perteneciente a la subfamilia Glyptodontinae, emparentada con los armadillos. Son animales que vivieron durante el Pleistoceno (época geológica, primera de la era del Cuaternario). Con su caparazón óseo redondeado y extremidades agazapadas, recuerda superficialmente a las tortugas, y a los dinosaurios anquilosaurios: un ejemplo de la convergencia evolutiva de linajes distantes hacia formas similares.
Los gliptodontes adultos medían en promedio unos 3.3 metros de longitud y alcanzaban 1.5 metro de altura. Y pesaban más de dos toneladas.
El rasgo anatómico más distintivo de los gliptodontes –y del resto de armadillos gigantes– es su enorme caparazón defensivo compuesto por gruesas placas óseas formando patrones diferentes según la especie. Esta coraza era muy resistente y era capaz de soportar mordidas de tigres «diente de sable» y lobos gigantes.
El caparazón estaba cubierto por más de mil placas óseas de 2.5 cm de grosor: los osteodermos. Cada especie de gliptodonte tenía su patrón y forma del caparazón. Con esta protección, se encontraban resguardados como las tortugas. Pero, a diferencia de la mayoría de estos reptiles, no podían recoger hacia adentro su cabeza. En cambio, tenían un escudo óseo sobre la parte superior del cráneo. Incluso la cola de gliptodonte poseía anillos de hueso para protegerse.