Silvia Flores es una de las 63 integrantes de la cooperativa La Juanita, que hace una década funciona en una zona marginal de la localidad de Gregorio de Laferrere, en el populoso partido de La Matanza del Gran Buenos Aires. La cooperativa tiene su origen en 1995 con la gestación del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD). Dos años después, adoptaron una curiosa decisión: rechazaron recibir planes sociales del gobierno menemista. “Lo primero que pensamos cuando se implementaron los planes es que tenían fecha de inicio y no de finalización: era aceptar que íbamos estar desocupados sin saber por cuánto tiempo”, apuntó Flores, quien llegó a Rosario para disertar sobre “El capital social” en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNR junto al ex gerente ejecutivo de la Fundación Poder Ciudadano, Carlos March, y al director de Globart y Moverse, Federico Seineldín.
“Nosotros venimos del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD), un movimiento muy particular que decidió no recibir los planes asistenciales y construir emprendimientos productivos y educativos en el barrio La Juanita, un lugar marginal del partido de La Matanza. Nos contactamos con Carlos March, que era gerente ejecutivo de la Fundación Poder Ciudadano, y nos ayudó para que estos emprendimientos pudieran producir a gran escala, que fueran sustentables y sostenibles en los principios y valores”, repasa Flores. Y sigue: “Conocimos al diseñador Martín Churba y eso nos permitió confeccionar guardapolvos y exportarlos a Japón mediante un programa que llamamos «Pongamos el trabajo de moda para siempre». Esto fue en 2004 y desde entonces no paramos de crecer. Luego se sumó el trabajo de panadería, en el que nos dio una gran mano Maru Botana. Ahí se produce, en otras cosas, un pan dulce con un packaging especial que nos compran empresas como YPF, Coca Cola, Banco Santander Río, empresas importantísimas que contribuyen con este proyecto que genera trabajo a las personas del barrio, pero que nos permite realizar proyectos, como tener nuestra propia escuela primaria; también contamos con un taller de reciclado de computadoras, donde empresas del rubro nos envían las máquinas que ya no usan, las reciclamos y las donamos a instituciones, entre otras actividades”.
En su paso por la ciudad, Flores estuvo el viernes pasado en el Centro Cultural La Toma para intercambiar información con cooperativas locales. Luego se presentó en Ciencias Económicas, donde se desarrollaron dos jornadas de charla.
El MTD se gestó en 1995, un año después se constituyó a nivel nacional; y en el 97, con la implementación de los planes sociales del gobierno, tomó una decisión que iba contra la corriente: rechazaron recibir la ayuda estatal. “A partir de ahí comenzamos a construir estos emprendimientos con muchas dificultades, y antes de la hecatombe de 2001 gestionamos los papeles para conformarnos como cooperativa. En aquel momento salíamos a la calle a pelear y peleábamos por trabajo y no por subsidios. Lo primero que pensamos cuando se implementaron los planes es que tenían fecha de inicio y no de finalización, es decir que fue nuestro primer gran «no»; era aceptar que íbamos estar desocupados sin saber por cuánto tiempo, además de que teníamos una cosa de rebeldía. No nos dimos cuenta en ese entonces que fue como un hito muy importante para nuestra organización”, apuntó la dirigente barrial.
Desde la cooperativa La Juanita comenzaron a construir y desarrollar sus propios emprendimientos productivos, educativos y sociales; también con muchísimo esfuerzo y sacrificio lograron el pleno funcionamiento de una panadería, un jardín comunitario, una editorial, un programa de microcréditos, una feria comunitaria. También el Centro de Construcción de Ciudadanía, enseñanza en apoyo escolar, inglés, computación, guitarra, manualidades y folclore. “Sabemos que la educación es la base de una sociedad mejor, por eso aspiramos a que en un futuro no muy lejano podamos inaugurar nuestra propia escuela primaria”, apuntó Flores.
La Juanita está ubicada en una zona marginal, “en la que las necesidades son muchas y las oportunidades muy pocas”, describe Flores. “Pero allí nos encontramos todos los días del año muchas personas, luchando constantemente para no bajar los brazos y seguir adelante, generando nuestro trabajo porque creemos que ésa es la única herramienta que tenemos para sentirnos dignos y no depender del sistema de clientelismo político, que sólo pugna por obtener votos a partir de la pobreza e ignorancia”, concluye, en lo que es toda una declaración de principios.