Por Macarena Ayelén Fernandez Zarlenga/ Lic en Trabajo Social
Allá por el año 2020, cuando las calles de la ciudad se convirtieron en una desolación, con el mandato de “quédate en casa” miles de mujeres, en su mayoría de sectores populares, salimos a ponerle el cuerpo a la pandemia que nos atravesaba. Yo venía de una experiencia laboral, que duró alrededor de dos años, en la ciudad de Buenos Aires, en el acompañamiento a mujeres que cuidaban en sus barrios, a sus familias, vecinas, compañeras, atravesadas todas por diferentes violencias. Ese trabajo casero, solidario, a pulmón, se convirtió en una institución comunitaria, en espacios de atención a las violencias, con equipo de profesionales acompañando, espacios de capacitaciones, talleres y campañas informativas y de concientización.
De esa experiencia fui parte, y ese 2020, donde muchas de nosotras nos vimos obligadas a permanecer 24/7 sumergidas en ese espacio, ese contexto que para nosotras no era de resguardo, de acogida, nos vimos en la tarea urgente de crear redes y espacios de acompañamiento.
En ese entonces, conocí a Isabel, una compañera que venía de años en la atención de un centro comunitario, realizando tareas solidarias, en la construcción de la referencia, entendiendo que la organización colectiva es la que nos salva.
Juntas, ella con su experiencia territorial, yo con mí formación profesional y experiencia laboral en la atención de las violencias, comenzamos a trabajar en la conformación de lo que hoy llamamos la Red de Consejerías Territoriales de Género y Diversidad “Mujeres de Pie”.
Con Isabel no inventamos nada nuevo, replicamos la experiencia que yo traía de mí último trabajo en capital, y así empezamos a generar la grupalidad, visitando los centros comunitarios de la organización social que seamos parte, generando espacios de conversación, talleres y capacitación, contagiando cada vez más y más mujeres a organizarse para trabajar juntas sobre las problemáticas que viven diariamente en sus barrios, su comunidad.
A principios del año 2021, se nos abrió la posibilidad de presentar un proyecto comunitario, en el MMGD en el marco del Programa ArticulAR, para la conformación de espacios de atención a las violencias y la promoción de los derechos de mujeres y diversidades. Y a finales de ese mismo año, nos los aprobaron.
Con la alegría de la noticia, comenzamos a trabajar, Isabel en la contención y el fortalecimiento de la grupalidad y yo en el armado de la planificación y diagramar la implementación de tamaño proyecto.
Comenzamos con la capacitación de las Promotoras en Derechos que sostienen el trabajo de acompañamiento. Armamos el ciclo de capacitaciones “de pie por nuestros derechos” con más de 10 encuentros, dictados por diferentes profesionales y especialistas en las temáticas, visitamos los espacios comunitarios, presentando el proyecto, diagramando conversatorios y talleres y llevando materiales informativos, entre otras acciones.
Con la certeza de saber que la organización colectiva, la articulación de saberes y la recuperación de las experiencias colectivas, hacen de las intervenciones en la atención de las problemáticas sociales tan crudas que nos atraviesan, algo que realmente mejora cada día, un poco más la calidad de vida de las mujeres que se acercan en busca de una contención, es lo que hoy nos lleva a seguir trabajando en sostener la Red y pensar otras iniciativas que fortalezcan y acompañen esta red.
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