Valeria Barck (*)
En junio de 2020, y en el marco del Proyecto Institucional de transformación del Centro Regional de Salud Mental “Doctor Agudo Ávila” fui convocada como trabajadora social, junto a otras compañeras de psicología, psiquiatría y enfermería, para la conformación de un dispositivo interdisciplinario que se orientara a instituir nuevas formas de asistencia, propiciando la sustitución de las lógicas manicomiales(**) y hospitalocéntricas en el abordaje de las crisis subjetivas de la población usuaria de salud mental. Esta propuesta surge a los fines de adecuar los procesos de atención a los lineamientos que determina la ley provincial de Salud Mental (10.772/91 ) y la ley nacional de Salud Mental y Adicciones (26.657/10). Su creación se propone, además, en un contexto de pandemia donde se presentan una serie de problemáticas de salud mental ligadas específicamente a la coyuntura y que a su vez, pone en evidencia el riesgo que estas instituciones totales de encierro suponen para la salud de los sujetos que las habitan. En este sentido sostiene la necesidad de sustituir la hospitalización, ampliando y mejorando las respuestas socio-asistenciales, desde un modelo con perspectiva comunitaria, de cuidados, y de derechos.
Una nueva herramienta
De esta manera se crea el DAT (Dispositivo de Abordaje Territorial) para intervenir en aquellas situaciones de crisis donde fuera posible establecer un abordaje ambulatorio, con anclaje territorial, evitando de este modo la internación, la prolongación de la misma y/o la interrupción del proceso de atención. Crisis que se entiende como una situación disruptiva que interrumpe o dificulta el cotidiano, produciendo malestar y padecimiento en el sujeto y su entorno y que requiere de una continuidad en los cuidados y la asistencia que hasta el momento sólo era posible de realizar dentro del ámbito institucional. En este sentido, el DAT propicia el abordaje de las crisis en el ámbito cotidiano de vida del sujeto, operando a su vez como enlace entre el tercer nivel (hospital monovalente) y primer nivel (centros de atención primaria de la salud), desde una modalidad de trabajo articulado y colaborativo dentro de la red asistencial de atención en salud. Surge desde un hospital monovalente pero con una perspectiva integral, interdisciplinaria, interinstitucional e intersectorial. La propuesta se centra en el sujeto y su inscripción territorial, en tanto espacio de desenvolvimiento de su vida cotidiana, de marco y configuración de los lazos sociales, y desde donde es posible establecer un vínculo con los servicios y las instituciones.
En lo personal, quienes conformamos el dispositivo veníamos con diversos recorridos y experiencias en el campo de la Salud Pública y la salud mental, y todas habíamos habitado el espacio intramuros, en distintos sectores, del hospital monovalente. Es por este tránsito que la propuesta surge atractiva y sumamente necesaria. Constituye un desafío, ya que implica salir de la inercia y de la seguridad que ofrece la estructura institucional para construir alternativas que alojen y den otro tipo de respuesta a las que se han sostenido históricamente ante las problemáticas de salud mental (encierro y segregación).
La admisión de las situaciones se produce en el encuentro con los Dispositivos de Guardia, Equipo de Estrategias Terapéuticas y Cuidados Intermedios dentro del Centro Regional Agudo Avila. Las situaciones que se presentan se relacionan con epsiodios de crisis de angustia/ansiedad, episodios psicóticos agudos, descompensaciones psicóticas, ideación suicida, intentos de suicidio/autolesión, episodios de excitación psicomotriz, consumo problemático de sustancias psicoactivas, entre otras. En el marco de la pandemia se presentaron numerosas situaciones de crisis subjetivas ligadas a la pérdida del empleo o interrupción de la actividad laboral, a la ruptura de pareja y a la conflictividad familiar, derivadas de la situación de incertidumbre, encierro y aislamiento que este contexto impuso.
Son muchos los interrogantes que se presentaron en la planificación y que surgen permanentemente en nuestro quehacer cotidiano, los cuales se relacionan con los criterios de admisión, las condiciones necesarias para un abordaje de este tipo, la cuestión de la temporalidad, del cierre de nuestra intervención, etcétera. La atención/seguimiento en el lugar de residencia del/la usuario/a se realiza de manera programada con su previo consentimiento. El cierre de nuestra intervención se define en base a criterios clínicos y una vez se garantice la continuidad del proceso de atención en el efector de georreferencia. En caso que la crisis subjetiva implique una urgencia en la que se presente riesgo cierto e inminente para sí y/o terceros, se realiza la articulación pertinente para el abordaje de la situación en el ámbito y las condiciones que garanticen el resguardo de la integridad del/la usuario/a y de terceros.
Lo novedoso de esta propuesta se pone en acto inmediatamente, produciendo efectos –incluso inesperados, inimaginables al momento del armado– en los/las usuarios/as, en sus entornos, en los diferentes actores institucionales intervinientes y necesariamente, en nosotras. La presencia de un equipo de salud en el lugar de residencia del sujeto que padece, contiene y produce alivio tanto en éstos como en sus entornos y referencias afectivas y vinculares.
Aportes desde el trabajo social
Tomando la definición de salud mental que plantea la ley nacional, como “un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona”, desde el Trabajo Social es posible realizar aportes en relación a la construcción de las estrategias de intervención, partiendo del reconocimiento de la complejidad de las situaciones en las cuales intervenimos, lo que implica desarrollar necesariamente abordajes integrales e interdisciplinarios. Desde nuestro campo de saber, favorecer a la comprensión de la singularidad de las situaciones concretas posibilitando su relación con el contexto histórico y social. En este proceso, se articula con los diferentes sectores, instituciones y dispositivos en el armado de las estrategias terapéuticas y para la gestión de diversos recursos que apuntan a mejorar las condiciones de vida, desde una perspectiva de derechos.
Partiendo del respeto que conlleva el acceso a la intimidad de la vida de los sujetos, la situación pasa a ser percibida como un escenario concreto lleno de sensaciones, detalles, imágenes de lo doméstico, de las relaciones y dinámicas familiares y sociales, del barrio, de las estrategias de supervivencia, del acceso (o no) a los servicios esenciales. Elementos significativos para la intervención y que son imposibles de percibir en su integralidad dentro del contexto institucional.
Pensar la intervención desde la vida cotidiana de los sujetos, desde sus trayectorias vitales y familiares, desde una concepción de salud integral que apuesta a la inclusión social, a una reconstitución de los lazos sociales y a un mejoramiento de las condiciones de existencia, proyectando un trabajo en red e intersectorial, recuperando la condición de ciudadanía y de sujeto de derecho de toda persona con padecimiento subjetivo.
(*) Licenciada en trabajo social. Colegio de Profesionales de Trabajo Social de la 2ª Circunscripción
(**) Cuando se hace referencia al término “sustitución de lógicas manicomiales” se intenta resaltar que las lógicas y prácticas que han caracterizado históricamente al manicomio no se reducen al espacio intramuros del hospital psiquiátrico, sino que se ponen en acto de manera implícita en diversas prácticas que refuerzan la asimetría en las relaciones de poder, contribuyen a la estigmatización, medicalización, control y la exclusión social. De este modo se trata de resaltar que lo manicomial no se extingue con el cierre del hospital psiquiátrico, asociación reduccionista que en muchos casos justificó el recorte presupuestario y la desasistencia.