“Sabíamos que se venía. Fuimos transmitiendo, proclamando y denunciando la peligrosidad de la situación”, lamentaron trabajadores de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros. Allí, donde residen en forma permanente entre 150 y 180 pacientes y cumplen tareas de todo tipo más de dos centenares de trabajadores, se disparó el desastre: 25 de los 30 pacientes de una sala dieron positivo de covid-19 y ocho fallecieron; y otros ocho trabajadores se contagiaron también. Se trata de la sala 9, geriátrica, que es donde se encuentran los más vulnerables entre los vulnerables: quienes tienen más edad y quienes, aunque no sean adultos mayores, hace más tiempo que están en la institución, lo que en algunos casos se traducen en 20 y hasta 30 años.
El panorama, más que triste es desolador: los pacientes no fueron incluidos en las listas de vacunación por estar naturalmente aislados. Pero el cerco, que los trabajadores lograron mantener durante todo 2020, hasta finales diciembre, cuando un paciente falleció. Pero con la segunda y más cruda ola todo se derrumbó: en un instante se derribó el esfuerzo para mitigar la posibilidad de contagios, algo prácticamente imposible en una institución de salud mental, donde los pacientes están distribuidos por salas y con la lógica, antes que nada, de evitar un encierro permanente, situación que sólo se da si se determina como necesario.
De hecho, la ley nacional de Salud Mental, vigente desde 2010, contemplaba que una década después, en 2020, ya no habría en el país instituciones de puertas cerradas. Y en el año prefijado para ello arrancó nada menos que con una pandemia.
Hoy todo el personal de la institución está vacunado, pero el operativo a nivel masivo se terminó de concretar recién la semana pasada, y la aplicación de dosis a los paciente concluyó esta semana.
“Se privilegió a los hospitales como si fuera eso lo que nos salvaba, cuando en realidad lo que nos salvaba era la comunicación, la solidaridad, el cuidado común, el respeto por el otro”, marcaron los trabajadores. Y remarcaron la máxima en condiciones ideales: “La salud mental debe abordada comunitariamente como cualquier otro problema de salud”, y no con una respuesta de encierro. De hecho las características permanentes, que afectan tanto a trabajadores como a pacientes: espacios reducidos que dificultan el distanciamiento social y la aireación, dos de los principales pricipios para evitar contagios de coronavirus.
En la colonia, cada sala tiene su particularidad. Cuatro son de ingreso, dos para mujeres y dos para hombres, que actúan como recepción mientras se evalúa a las personas para determinar si reúnen criterios de internación. Y si acuden por ua crisis puntual se intenta resolver y para ello hay una sala de tránsito. Y hay otras dos salas, también una para mujeres y otra para hombres, de pacientes crónicos. Y la sala geriátrica, donde se desató todo.
El pasado30 de mayo falleció la primera víctima: un hombre de 50 años. En la semana siguiente, el 3 de juio murió otro paciente, de 52 años, que había sido llevado con síntomas graves al Hospital de Granadero Baigorria, pero no pudieron salvarlo. El 4 de junio falleció un paciente de 97 años, el mayor de la colonia, y al día siguiente una mujer de 71 años. Y el domingo 6 fallecieron tres pacientes más: una mujer de 72 años, que había sido internada en un nosocomio de Rosario, un hombre trasladado al Eva Perón de Granadero Baigorria y otro que había sido internado en el Hospital Granaderos a Caballo de San Lorenzo. El martes 8 falleció una mujer y fue la octava víctima fatal de covid-19 entre los pacientes de Oliveros.