Cuatro personas armadas ingresaron anteayer por la tarde en una vivienda ubicada en un asentamiento precario de la zona sudoeste y, sin mediar palabra, iniciaron una feroz balacera que dejó un muerto y un herido grave en el interior de la casa, mientras que otra persona también fue baleada en cercanías del lugar. Marcos Castillo, de 28 años y conocido en el barrio como Pepo, fue ejecutado de siete balazos mientras que su padre Justo Pastor, de 55, recibió cuatro plomos que lo dejaron en estado de coma. Otros cinco impactos hirieron de gravedad a Rodolfo G., de 30 años, aunque no está claro en qué circunstancias. Tanto los familiares de las víctimas como varios vecinos sindicaron como autores del ataque a “gente que vende droga en el barrio”, a quienes vincularon con la omnipresente banda de los Monos y denunciaron connivencia policial con los narcos, no sólo la comisaría del barrio.
El ataque dentro de la vivienda se produjo a las cinco de la tarde de anteayer en una de las pocas casas de material que conforman la villa de emergencia que se levanta a ambos lados de la avenida 27 de Febrero al 7900. Más de veinte personas se acercaron en la tarde de ayer a despedir los restos de Pepo, velado en la misma casa de pasaje 1752 al 7900 donde fue baleado, en un clima de tristeza y tensión, ya que allegados a las víctimas aseguraron que los asesinos seguían “en la esquina, armados y vendiendo drogas”.
“Mataron a mi hijo. Mi esposo está en coma, muy grave”, se limitó a decir Eusebia mientras relataba que junto a su marido trabajaron toda la vida para criar a sus diez hijos. “Lo único que quiero es que se haga justicia, porque ya a mi hijo no me lo va a devolver nadie”, dijo la mujer entre sollozos.
“Fue la Flaca Luciana que vive a la vuelta: a ella le robaron y le dijo a los transeros que fue Pepo, así que vino con otros cuatro pibes que entraron y sin mediar palabra abrieron fuego”, dijo una vecina tras mencionar los apodos de los agresores y asegurar que seguían a escasos 200 metros del lugar “como si nada”.
El relato de Romina, una de las hermanas de Pepo que estaba en el interior de su casa cuando irrumpieron a tiros, fue estremecedor: “Mi papá estaba sentado en el sillón escuchando música con Pepo. Yo estaba en otra habitación. Escuché un montón de disparos y cuando salí me encontré a mi papá tirado en medio de un charco de sangre y a mi hermano malherido”.
Además de Marcos y Justo Castillo, Rodolfo G., alias Matute y de 30 años, fue atendido en el Heca con cinco plomos en el cuerpo y al cierre de esta edición estaba en grave estado, al igual que el padre de Pepo. Una versión recogida en el barrio da cuenta de que Matute fue alcanzado por las balas a dos cuadras del primer hecho.
Fuentes policiales indicaron que uno de los posibles desencadenantes del ataque fue un incendio que se produjo en una vivienda precaria poco antes de la medianoche del jueves, a unos 200 metros del lugar del homicidio, aunque de 27 de Febrero hacia el sur, sitio al que vecinos describieron como un quiosco de venta de drogas. Es que la avenida divide dos contrastes de pobrezas distintos, uno de ellos marcado por la presencia de “transeros y soldaditos”.
La Policía se limitó a decir que “se está investigando”, aunque un vocero de la UR II dijo que se le dio intervención al Juzgado Federal Nº 3. También la Justicia ordenó peritajes para determinar si el siniestro registrado en “un ranchito de chapa” fue intencional o accidental.
Para los vecinos del lado norte la situación está clara: “Acá todos venden drogas”; “acá cerca están los Cantero” –familia a la que le atribuyen el liderazgo de la banda de los Monos; “esto lo hicieron los transeros que como tienen plata la Policía no los toca”.
En contraste con el hermetismo que suele haber en los barrios precarios respecto de la venta de drogas, ya que los vecinos no denuncian a los narcos por temor a represalias personales, la tarde de ayer estuvo cargada de acusaciones: “Los que mataron a Pepo están ahora acá a la vuelta; son bastante nuevos en el barrio, venden drogas y andan diciendo que van a ajustar a otros cuatro más. La Policía sabe y no hace nada”, dijo una muchacha que señaló la casa y los apodos de los “transeros”.
El hecho recayó en el juzgado de Instrucción 11ª, a cargo de Hernán Postma, que investiga con la colaboración del personal de la Sección Homicidios y la seccional 32ª, con jurisdicción en la zona.