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Transexuales piden seguridad en la zona roja

Por Laura Hintze.- Aseguran que son víctimas constantes de ataques y robos por parte de un grupo de adolescentes.

“Si te sentís insegura, andate a trabajar a otro lado”, fue la respuesta de la policía a una, transexual y trabajadora sexual, que se acercó a denunciar humillaciones, agresiones físicas e insultos sufridos en la zona roja de Rosario, en Mitre y Pasco. Y si bien ella prefiere mantenerse en el anonimato, dos amigas y compañeras decidieron hacer pública la violenta situación a la que se enfrentan cada noche. Los hechos puntuales que resaltan son agresiones de un grupo de adolescentes que desde hace poco menos de un mes están rondando la zona, atacando a las mujeres que allí trabajan. Hay cuatro denuncias hechas y, sin embargo, aseguran que no hay novedades de presencia policial.

“Hay una ausencia total de la policía en estos últimos meses. Se está notando mucho la inseguridad en la zona, que parece liberada. No nos roban y agreden sólo a nosotras, sino a todos los vecinos”, coincidieron Michelle Mendoza y Michelle Vargas, a la que mejor conocen como Misha; las dos, militantes del grupo Comunidad Trans.

Las dos Michelle se reunieron en la casa de una amiga donde pueden “hablar tranquilas”. En una de las habitaciones de la casa toman mate con azúcar, miran y chismean sobre Facebook; se las ve bronceadas y no aparentan mayores preocupaciones sino fuera porque Misha mostró un brazo en el que recibió un puntazo la semana pasada. “Es chica la lastimadura, pero fue porque me cubrí la zona de los pulmones, a donde apuntaban”, explicó. Michelle Vargas tiene 30 años y desde los 14 es trabajadora sexual. Nació en Río Gallegos, pero hace cerca de 9 años que vive en Rosario.

Golpes e indiferencia

El jueves pasado estaba trabajando en la parada de Entre Ríos y Pasco cuando un grupo de chicos, adolescentes todos, se acercó caminando por Mitre. “Me insultaron, y cuando les contesté me empezaron a apurar y trataron de robarme la cartera. Como me resistí, sacaron una punta, una faca, no sé cómo le dicen, pero era larga y me tiraban a matar. Tengo este corte porque me tapé la parte de los pulmones”, describió. Misha pudo salir corriendo hasta el encuentro con otras compañeras. “Llamé al 911 y nunca llegó el patrullero. Después fui a la comisaría 5ª y me tomaron la denuncia, pero no cambió nada”.

Los hechos que cuenta no son aislados. Antes y después de su ataque, los mismos chicos se acercaron a insultar y agredir a más chicas. Es más: en el encuentro con sus compañeras, Michelle se enteró de que antes le habían pegado a otra chica, a la que “le sacaron un fierro”.  El viernes fue el turno de otra, atacada “a baldozasos”, la misma que, en la comisaría, fue invitada a “trabajar en otro lado si se siente insegura”.

Según contó Vargas, hace varias semanas que esos mismos adolescentes están deambulando por la zona. Ella los ve siempre y, aunque siempre supo que estaban robando, aún no había pasado nada con ellas como para meterse. Pero ahora las cosas cambiaron. “Es feo. Salgo con miedo a que me agarren. Te insultan, te pegan, te humillan y esperan a que te quedés callada. No sé si lo hacen por diversión o por homofóbicos. No se cómo tomarlo. Y lo más triste es que parecen menores. Cuando las chicas contestamos, pasa lo que pasa, estamos asustadas y somos pocas las que nos animamos a hablar. Por eso a mí me gustaría que muchas tuvieran el valor de seguir denunciando, y que con esto vean que no están solas”, dijo.

Se cuidan entre sí

Son cerca de cuarenta personas las que trabajan en la zona roja de Rosario, una zona de límites difusos, pero que abarca, aproximadamente, desde el parque Independencia hasta Sarmiento, que pasa Pellegrini y bordea 27 de Febrero. Ante los hechos de inseguridad tienden a cuidarse entre sí, pero no saben con certeza cómo hacerlo. “Somos buenas compañeras. Y los vecinos también tienen buena onda con nosotras, porque les cuidamos los autos o corremos a los chicos cuando les quieren robar. Hay chicas que hace añares que están”, apuntó Vargas.

Esos mismos añares son los que les dan la posibilidad a Michelle de decir que nunca, después de 16 años de trabajo, vio un cambio positivo y radical en la policía. En ese sentido, su compañera Michelle Mendoza es más precisa a la hora de explicar la relación con la policía: “Desde el caso de Sandra Cabrera no se metieron más con las trans. Ni bien ni mal, éramos nada. Antes de Sandra se pedía plata, se nos apuraba o exigían favores sexuales para trabajar. Desde Sandra a esta parte se dio un desentendimiento con la población trans, que si bien no nos afectaba, tampoco nos ayudaba. Pero, por ejemplo, en la zona de Mitre y Pasco, tenía que estar todo tranquilo. Desde hace un par de meses no se ve eso. Hay una ausencia total de la policía. Antes no nos cuidaban a nosotras pero sí a los vecinos, ahora ni siquiera eso. Hay muchos pibes dando vueltas, entraron nuevas drogas que ponen a las chicas más agresivas; y cuando se hacen denuncias las cajonean, no hacen nada, o directamente se las humilla. Con eso, logran que las personas trans no vuelvan a hacer denuncias, lo contrario a lo que buscamos desde Comunidad Trans. Es remar contra la corriente”.

En la población transexual rosarina, como en cualquier otro lugar, la violencia se manifiesta de diferentes maneras. El caso que relatan estas dos Michelle es específico, ya que la agresión física toma un papel importante. “La población trans está excluida de las escuelas, no tiene posibilidad de capacitarse ni de terminar los estudios. También hay chicas con títulos y aun así no consiguen trabajo. No apuntamos sólo a la seguridad en el trabajo, sino  a estar incluidas social, civil y políticamente. Apuntamos a la igualdad, desde el Estado hacia nosotras como ciudadanas. Porque todas pagamos impuestos y tenemos responsabilidades, ¿por qué no tener los mismos derechos si tenemos los mismos deberes?”, reflexionó Michelle Mendoza.

“Nuestra seguridad tiene que estar en todos lados. A veces somos agredidas verbalmente y humilladas frente a mucha gente. Desde ir a tomar sol hasta cuando vamos a trabajar, a bailar, en todos los ámbitos tenemos que sentirnos segura, como cuidan a cualquiera”, completó Misha.

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