Luego de un año en el que protagonizaron reiterados conflictos con el gobierno nacional por el tema retenciones y en el que terminaron beneficiados por la implementación del dólar soja, los sectores rurales acusaron recibo del cambio climático y las consecuencias de la extrema sequía. Mientras reclaman una mayor asistencia por parte del Estado, ya advirtieron que de no mejorar las condiciones climáticas, ni siquiera tendrá lugar la siembra de soja tardía. Se esperan pérdidas equivalentes a casi 2 puntos del Producto Bruto Interno (PBI).
Distintos informes advirtieron que los pronósticos para este año estarán muy lejos de las millonarias sumas en concepto de exportaciones de maíz y soja que significaron un récord histórico durante 2022. De persistir la sequía, estiman que las pérdidas en exportaciones pueden oscilar entre los 9 mil y 14 mil millones de dólares para este año. Esto representa un nuevo dolor de cabeza para el ministro de Economía Sergio Massa, quien deberá apelar a otras alternativas para sanear la faltante de dólares, al menos durante la primera parte del año.
Ante este nuevo escenario, desde la Sociedad Rural de Rosario salieron con una batería de reclamos y solicitaron al gobierno nacional una nueva rebaja de impuestos, la unificación del tipo de cambio, la eliminación de retenciones y la liberación del mercado. “Devuelvan la extrema confiscación fiscal de nuestros recursos que hoy requerimos para enfrentar la crítica realidad de un año perdido”, exigieron al gobierno.
Atrás quedaron los casi 11,5 millones de dólares que el campo liquidó entre la primera y segunda edición del dólar soja, mecanismo implementado con la llegada de Sergio Massa a Economía y financiado por el Tesoro a través de le emisión de deuda. Más allá de esta alternativa que apuró los desembolsos de soja durante la segunda parte del 2022 y que posibilitó liquidaciones récord, tanto el gobierno como los ruralistas ya venían advirtiendo sobre fenómenos climáticos que complicarían el panorama para 2023.
Un trabajo elaborado por la Bolsa de Comercio Rosario (BCR) expuso que la sequía que atraviesa la zona núcleo del país es la peor de las últimas dos décadas. El cuadro de situación actual es comparable con dos momentos de los últimos veinte años. El más reciente fue en el período 2017/2018, que comenzó con abundante agua en los suelos, pero las lluvias desaparecieron desde mediados de diciembre hasta mediados de marzo. En el ciclo 2008/09, la falta de agua precedía a la siembra: la sequía estuvo presente durante todo el ciclo de triguera, aunque durante diciembre se dieron algunas precipitaciones, algo que no sucedió en 2022.
En este contexto, los productores del centro y el norte de Santa Fe paralizaron los trabajos de siembra de soja de segunda y postergaron los de implantación de maíz tardío a la espera de lluvias. Un informe del Ministerio de Producción y la Bolsa de Comercio de Santa Fe indicó que hasta el momento del cese de las actividades de la soja de segunda se sembró el 70% de la superficie prevista, lo que representa unas 406.000 hectáreas. Ese escenario ambiental hizo que productores de maíz temprano optaran por proceder al picado del cultivo y hasta analicen destruir algunos lotes para destinarlos a soja de segunda, aunque todo dependerá de si se concretan o no las lluvias.
Pérdidas millonarias
Algunos estudios ya se animan a proyectar la pérdida económica que significará este fenómeno extremo. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) estimó que las exportaciones de los principales complejos granarios caerían entre un mínimo de 9.200 millones de dólares hasta un máximo de 14.100 millones de dólares. Esto representa nada menos que un descenso del PBI de entre el 1 y el 1,8% y en términos de recaudación fiscal. El Estado dejaría de percibir entre 3.100 y 4.700 millones de dólares.
La entidad realizó el análisis de dos escenarios posibles, tomando como base las cifras presentadas en el lanzamiento de campaña gruesa 2022/23. El primero, definido como moderado, donde se presentan proyecciones estimadas de producción para soja, maíz y girasol de 41, 44,5 y 3,7 millones de toneladas, respectivamente; el segundo, un escenario pesimista (sequía más pronunciada), de 35,5, 37,8 y 3,5 millones de toneladas.
De cumplirse las estimaciones iniciales de producción presentadas en septiembre del año pasado habrían implicado una caída del Producto Bruto Agroindustrial (PBA) respecto a 21/22 de u$s4.067 millones. Sin embargo, el empeoramiento de la situación climática resulta en caídas superiores, del orden de los u$s11.025 millones bajo el primer escenario, y de u$s15.743 millones, en el segundo.
Por lo tanto, el impacto negativo de la sequía con relación a las proyecciones de septiembre es equivalente al 1,1% o 1,8% del PBI, según el escenario. El dato clave es que estas cifras no miden las interacciones con otros sectores, como por ejemplo a través de efectos multiplicadores, ni otras variables macroeconómicas, las cuales profundizarían estos resultados.
Beneficiados y perjudicados
Este 2023 comenzarán con dificultades para el agro, luego de un 2022 atravesado por factores exógenos y decisiones políticas que en cierta medida favorecieron al sector. Cabe recordar que a partir de la invasión rusa a Ucrania el precio del trigo escaló en siete jornadas de US$ 309 la toneladas a US$ 495 la tonelada en el mercado de Chicago, mientras que la soja tocó picos de US$ 636 consumada la invasión y se mantuvo hasta junio para casi romper un récord histórico, cuando alcanzó los US$ 650 la tonelada.
Si bien la mejora en el valor de los commodities significó un incremento en los ingresos para el sector y para las arcas del Estado, el aumento en los precios internacionales impactó en los productos comercializados en el mercado interno, en especial en aquellos alimentos a base de trigo, el cual subió en el mercado local US$ 85 hasta los US$ 335 la tonelada tras el estallido de los enfrentamientos y su consecuente impacto en el precio de la harina, lo que llevó al gobierno a implementar un fideicomiso para compensar a los molinos y los productos farináceos no copien los incrementos en góndola.
Hasta cuándo se queda «La Niña»
Según detallaron desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), el fenómeno climático de La Niña, caracterizado por una reducción en la caída de agua respecto al promedio histórico, ingresaría en una «etapa de transición» en el primer trimestre de 2023 hasta alcanzar «condiciones neutrales» y la normalización del régimen de lluvias en el Cono Sur.
De esta manera, a finales del primer trimestre podría darse el final de este fenómeno, que tuvo tres etapas consecutivas sobre la región provocando períodos secos, el más grave se dio en el último semestre de 2022.
En tanto, el trabajo publicado por BCBA sostuvo que «el sistema climático evoluciona positivamente, alejando de una tercera La Niña consecutiva, pero la transición será lenta y mostrará perturbaciones hasta mediados del verano 2023».
Así, en el corto plazo «esta tendencia favorece un mejor transporte de humedad desde la Amazonia y el Océano Atlántico hacia el interior del Cono Sur, favoreciendo la reactivación de las lluvias y la moderación de las temperaturas».
En el mediano y largo plazo, el cambio operado «aleja el riesgo de un tercer episodio consecutivo de «La Niña», a la vez que fortalece la transición hacia un estado «Neutral», con posibilidad que, hacia mediados de 2023, se inicie un evento de «El Niño», que beneficiaría a la campaña 2023/2024, apuntó la BCBA.
No obstante, «como era de esperarse, el proceso de transición es lento, de manera que las perturbaciones negativas continuarán hasta mediados del verano 2023, haciendo necesarios una planificación prudente, un manejo riguroso y un uso racional de la tecnología disponible», advirtió la entidad.