Con sede en Buenos Aires,la Fundación Barreiroestá formada por centros médicos de tratamiento de la próstata sin cirugía. Están distribuidos en distintos puntos de todala Argentinay, con frecuencia mensual, sus más destacados profesionales atienden las consultas de centenares de pacientes aquejados de problemas urinarios. Entre ellos sobresalen el fundador de la entidad, el doctor Hipólito Barreiro, también conocido como “el médico del general Juan Domingo Perón”, y el doctor Hugo Crisponi, médico urólogo, ex residente dela Fundación Puigvertde Barcelona, que desde hace varios años trabaja en la institución.
El doctor Crisponi cuenta que tras una larga experiencia como urólogo dentro de la escuela quirúrgica, comenzando enla Fundación Puigvert(Barcelona), luego en el Hospital Saint Joseph (París) y con posterioridad en el Policlínico Vigo (Galicia), y tras desarrollar durante los últimos diez años distintos tratamientos dela Medicina Natural, comola Dietética Naturista, un día lo convocan dela Fundación Barreiropara sumarse al staff médico.
Al principio, el tiempo transcurría en largas charlas con el doctor Hipólito Barreiro, en las que éste le contaba sobre su relación con la doctora Ana Aslan, celebérrima por sus tratamientos rejuvenecedores, sus experiencias en África yla Amazonia, donde se había especializado en desnutrición y enfermedades infecciosas. A Barreiro no le interesaba demasiado la urología, hasta que conoció a Perón, que había sido operado muy poco tiempo atrás de próstata por el doctor Antonio Puigvert.
El general Perón sabía mucho de medicina, su abuelo había sido médico y él mismo hubiera seguido la carrera si no se enrolaba en el Ejército. Lo cierto es que Perón había leído artículos en los que se promocionaban nuevos tratamientos para la próstata en Rusia y le propuso a Barreiro que viajara para conocerlos.
Y hacia allí fue, aunque la estadía planificada para una semana se prolongó por más de dos meses. En Rusia, Barreiro aprendió un enfoque diferente de la medicina, más filosófico, que perfeccionó más adelante en Rumania con la doctora Aslan. Con esos conocimientos, empezó a tratarlo a Perón de sus afecciones prostáticas y consiguió una rápida y notable mejoría, señala el doctor Hugo Crisponi.
Con ese éxito inicial, Barreiro comienza a pulir esas técnicas y evoluciona año tras año, hasta nuestros días, porque siempre se presentan hallazgos, sobre todo en la tecnología, para diagnósticos más certeros. Pero al mismo tiempo se desarrollan los tratamientos y, en ese sentido, la mayor contribución de los últimos tiempos la dio la herboristería, es decir, la medicina antigua, con lo cual se vuelve a la esencia de las plantas medicinales usando las sustancias necesarias y en dosis adecuadas para cada problemática.
“Hoy estamos en un proceso de revolución de los tratamientos de las enfermedades de la próstata, como así también del cáncer de mama o de útero, y los linfomas y leucemias, que tienen un alto porcentaje de curación sin tener que apelar necesariamente a procedimientos agresivos”, añade el especialista en esta temática.
Un tema tabú
Cuenta el doctor Crisponi sobre la evolución de la urología como especialidad que el abordaje de los genitales, ya desde la escuela secundaria, se omitía en los planes de estudio y esa misma negación se extendía a las facultades de medicina: “Se veía todo tipo de cirugías, pero cuando se llegaba a urología o ginecología ya era fin de año, y esos temas tabú para la época ni siquiera se trataban en clase. Recuerdo que en los breves textos usados para los finales de Urología se incluían la sífilis, la blenorragia, la litiasis, pero sin rozar la esterilidad o la impotencia. Y eso hizo que la urología se convirtiera en una especialidad quirúrgica, dado que el urólogo tenía mentalidad de cirujano. Los cálculos, por ejemplo, se extraían quirúrgicamente, y como se creía que el origen de las obstrucciones o trastornos urinarios era el agrandamiento de la próstata, también se los extirpaba. Y a los pacientes con disfunciones sexuales enseguida se los derivaba al psicólogo”.
Los hábitos
La prostatitis crónica existe, y el 95 por ciento de los hombres la padecerá en algún momento a partir de los 50 años, aunque puede afectar al varón a temprana edad, desde los 25 años. Primero, porque la próstata se agranda y endurece (hiperplasia) y, segundo, porque a esa altura de la vida se acumularon incontables gérmenes, que a la larga desembarcan en la próstata. Basado en dicha pirámide conceptual,la Fundación Barreirorecomienda atender la higiene bucal, la sinusitis, la flora intestinal, los divertículos, entre tantos otros procesos que ocasionan un devastador efecto acumulativo, hasta despertar los primeros síntomas de trastornos en la glándula prostática. Los primeros avisos comienzan con pequeños dolores, urgencia de orinar en medio de la noche, chorro de menor calibre y alcance y hasta el sangrado durante la micción o la eyaculación por la rotura de vasos o capilares a causa de la gran inflamación, como antesala de la obstrucción.
También influyen negativamente el sedentarismo o determinadas actividades que obligan a estar sentado muchas horas, como el caso de camioneros, colectiveros, taxistas y oficinistas. Es muy importante el correcto funcionamiento de los sistemas emuntoriales como el hígado, el intestino, los riñones, entre otros, la eliminación de los parásitos intestinales, la actividad física y control del estrés. Todas estas son recetas para bajar los riesgos de trastornos urinarios, aunque se sabe que el cáncer es otra cosa, con orígenes diversos y misteriosos, aun cuando existe una predisposición hereditaria, y algunos factores que pueden facilitar el despertar del cáncer como procesos inflamatorios, virus, smog, tabaco, carbón, hollín y radioactividad, entre otros.
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